Aída Quintero Dip
Vilma Espín es de
las cubanas que simbolizan de manera única el valor y entereza de Mariana Grajales, la visión anticipadora de
Ana Betancourt para luchar por la emancipación y los derechos de la mujer, y la
fidelidad y pasión de compatriotas como Haydée Santamaría y Celia Sánchez.
Esta Heroína de la
Revolución ocupa por derecho propio un sitio prominente en la historia de Cuba,
a la cual se consagró en cuerpo y alma desde la etapa pre revolucionaria hasta
el triunfo, el primero de enero de 1959, y en los años de edificación de la
Patria nueva.
Vilma heredó la
rebeldía de su amada ciudad de Santiago de Cuba, donde nació el 7 de abril de
1930, la misma que la viera desafiar al régimen en la época de estudiante de
ingeniería Química Industrial, en la Universidad de Oriente, y que ante el
peligro de la vida clandestina la refugió en sus casas para protegerla.
De joven elegante y
seductora, se convirtió en el brazo derecho de Frank País, jefe nacional de
Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio, a quien le sirvió hasta de chofer
en los momentos en que era uno de los combatientes más perseguidos por la
tiranía de Fulgencio Batista, durante los años convulsos de la lucha
clandestina en Santiago de Cuba.
Representó el
temple de la mujer cubana en el levantamiento armado de la heroica ciudad, el
30 de noviembre de 1956, junto a Haydée, Asela de los Santos, Gloria Cuadras y
otras tantas santiagueras firmes y leales que vistieron el verde olivo
dispuestas a apoyar el desembarco del Granma para ser libres a mártires, como
había vaticinado Fidel.
Era tal su coraje
que el propio Frank la nombró coordinadora provincial del M-26-7 en Oriente
poco antes de su muerte, el 30 de julio de 1957, y más tarde, en junio de
1958, ya muy perseguida ella se
incorpora a la guerrilla; el II Frente
Oriental Frank País, bajo el mando del entonces Comandante Raúl Castro, fue
otro escenario donde mostró sus afanes libertarios hasta el final de la guerra.
Un cariño muy
especial por considerarla una de sus hijas más queridas, le prodigó esta
tierra que la sintió en sus calles
combatiendo y forjando sueños y la eligió diputada al Parlamento cubano, tras la victoria de 1959, cuando le
aguardaron tareas decisivas en la edificación de la nueva sociedad y en la
lucha para que la mujer ocupara el puesto merecido.
La destacada
combatiente del Ejército Rebelde, incansable luchadora por la emancipación de
la mujer y la defensa de los derechos de la niñez, fue forjando un carácter firme hasta
convertirse en un cuadro íntegro que supo fraguar virtudes en las nuevas generaciones.
Vivió años de
cambios y desafíos disímiles, pero siempre conservó esa dulzura de madre,
compañera, amiga, y una singular sonrisa que la distinguió entre los
guerrilleros en los días de la Sierra Maestra, cuando ella y Celia eran las
niñas lindas de la tropa y los rebeldes lo mismo les regalaban flores que las
acompañaban a riesgosas misiones.
Dichosa se sintió
Vilma de ser contemporánea con tantas mujeres valiosas que se consagraron al servicio de la
Revolución, por eso presidir la Federación de Mujeres Cubanas lo consideró un
placer inigualable, responsabilidad que ocupó desde el propio 23 de agosto de 1960 hasta su último aliento,
el 18 de junio de 2007.
Para Nereyda
Barceló Fundora, periodista y Premio Mariano Corona Ferrer por la Obra de la
Vida, que tuvo el honor de trabajar con ella; las actuales y futuras
generaciones tendrán que venerarla por su fidelidad a la causa, y especialmente a Fidel, como intérprete
ferviente y creativa de las ideas del eterno líder de la Revolución cubana.
La también
combatiente expresó que su ejemplo se multiplica en quienes asumen
responsabilidades en diversas esferas de la vida nacional y en cargos de toma de
decisiones; en las científicas, médicas, economistas, ingenieras, maestras,
obreras, constructoras, que dejan huellas por su dedicación y empeño.
Los cubanos y
cubanas de este tiempo tienen en la vida y obra de Vilma Espín una fuente
inspiradora para protagonizar las mejores acciones y engrandecer la Patria, a
la que ella entregó todo sin mirar de qué lado se vivía mejor, sino que qué
lado estaba el deber, subrayó la joven Mirelbis Ambruster, quien nació un 23 de
agosto.
Y es que contar con
la guía indiscutible y el espíritu incansable y renovador de Vilma en los
empeños por alcanzar la verdadera igualdad de derechos y oportunidades, fue un
verdadero privilegio para las mujeres de Cuba, que también iluminó a las de
otras partes del mundo.
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