Luz Marina Fornieles
Sánchez
“La cultura es la patria (…)”, afirmó Don Fernando Ortiz
Más allá de las
playas y el sol de esta isla del Caribe, Cuba posee la posibilidad de brindarles
a su pueblo y al visitante extranjero un
producto cultural de alta calidad estética y genuinamente autóctono.
La cultura antillana
es el resultado de una intensa fusión de los más insólitos patrimonios. Sus
diversos componentes se han integrado sin disolverse, dando lugar a la
increíble riqueza evidente en todas sus manifestaciones.
Exhibe la plástica
uno de sus mejores momentos y para aseverarlo en la práctica ya está
desbordando las calles citadinas la XII
Bienal de La Habana, el evento más trascendente de las artes visuales en el
país.
Los escritores del
patio conquistan espacios y se consolidan en posiciones que hasta hace poco
devenían insospechadas. En la música se presenta todo un auge, que abarca desde
los escenarios más prestigiosos hasta el horizonte cotidiano.
El son, la habanera,
el bolero, el cha cha chá, el feeling, el mambo, la salsa y la timba siguen
ejerciendo influencia en el universo, por lo que su disfrute en su ambiente
original se convierte en un atractivo inigualable para quienes escogen este
destino para sus vacaciones.
Los creadores
locales hacen mover los pies a sus coterráneos y a foráneos dentro y fuera de
fronteras.
El teatro, la danza,
el ballet, el cine, la artesanía, la arquitectura, el patrimonio y la
gastronomía, expresada en hábitos culinarios muy típicos, conforman un
interesante capítulo que fascina e invita a volver a estos dominios.
En Cuba la cultura
está viva y Cuba vive en su cultura, impresionando a quien se acerque a
cualquiera de sus múltiples aristas. Como piezas de un enorme mosaico, los
diferentes afluentes de la cultura nacional se unen para dar por resultado una
composición única y de extraordinaria relevancia.
Su gente alegre,
acompañada por una musicalidad intrínseca, se desenvuelve muy arraigada a sus
tradiciones y costumbres.
Para palpar esa
parte del devenir del isleño común, no hay nada mejor que ir al encuentro de
sus monumentos, galerías, anfiteatros, salas teatrales y museos a lo largo y
ancho de la Isla, dedicadas esas últimas instituciones a los más variados temas
como la historia, la revolución, la música, las ciencias naturales, el arte
colonial y decorativo, las armas, los automóviles, la religión, el tabaco, el
ron y el azúcar, entre otros.
La imagen que se
proyectaba de la Antilla Mayor hacia el exterior motivó hace unos años
reflexiones y la búsqueda de respuestas a la disyuntiva de hacer una cultura
para el turismo o insertar -lógicamente
lo más atinado- a los visitantes en la rica y diversa vida diaria y artística
del archipiélago.
Entonces, en una de
las ediciones pasadas de la Feria Internacional de Turismo de Cuba (FITCUBA) la
relación entre cultura y turismo fue uno de los temas centrales, y como muestra
de la vigencia de la cuestión, el producto cultural será uno de los
protagonistas -junto al polo de La
Habana y el mercado de Canadá-, de FITCUBA 2016. Se buscará así continuar por la senda de
promover los auténticos valores de la cultura nacional.
Cuba no vive de su
cultura, sino que vive en ella, y con tal fortaleza cuenta esta nación para
seguir impulsado el turismo, fuente de empleo y de ingresos, vitales estos dentro de la actual batalla
económica por perfeccionar el sistema social socialista cubano.