jueves, 11 de febrero de 2016

José Martí: "a puerta sorda hay que dar martillazo mayor”



Reinaldo Cedeño Pineda Radio Siboney
¿Cuántas vidas vivió José Martí que parece haber escrito de todo? ¿Por qué su obra ha resistido tantos años y nos sigue tocando?
Aunque abarcó todos los géneros literarios, aunque poeta de excepción; José Julián Martí Pérez  (1853-1895) fue sobre todo un periodista. En esa hoguera ardió su vida. Más de una palabra de sus manuscritos,  no ha podido ser descifrada. Era un alambre vivo. Su pensamiento iba por delante de su mano.
La Edad de Oro no fue solamente una revista, sino que fue escrita íntegramente por él. No se repara demasiado en una hazaña pocas veces asumida, en la que artículos de la altura de “El Padre Las Casas” o “La Exposición de París” aparecen al lado de poemas y cuentos.
¿Quién no recuerda al viajero que sin sacudirse el polvo del camino llegó un día a Caracas, y pidió ver la estatura de Bolívar? Era él mismo.  ¿Y al  niño travieso cazando mariposas, a la mora loca detrás de su perla, al sabichoso Meñique, al hijo del rey y al hijo del pastor: a los dos príncipes?
“Dígase la verdad que se siente, con el mayor arte con que se puede decirla”, era su prédica. Y su práctica. A ello se apegó hasta el último latido, sin rebajar jamás la forma por la idea que encarnara en ella.  
Es difícil escoger un árbol en el bosque de su obra, pero hay algunas piezas que restallan su luz diamantina. Tal es el caso de “Mariana Maceo”, escrita en 1893 en el periódico Patria. Es un artículo breve, un homenaje a la madre de titanes, que no dudó en echarse al monte de la patria, con una rama de árbol como bastón.
“ ¡Y si alguno temblaba, cuando iba a venirle al frente el enemigo de su país, veía a la madre de Maceo con su pañuelo a la cabeza, y se le acababa el temblor!”.
¿Acaso se necesita decir más?
Tu alma es tu seda
En lo que se ha considerado su testamento íntimo: la carta a María Mantilla del 9 de abril de 1895, escribe a su hijita querida. Se envuelve en sus ideas, como coraza:
 “Mucha tienda, poca alma. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro  y quiere disimular lo poco (…) Esa es la elegancia verdadera: que el vaso no sea más que la flor”. Y unas líneas más adelante,  apuntala: “Pasa, callada, por entre la gente vanidosa. Tu alma es tu seda”.
Estremece volver a otra pieza breve escrita por el genio de Paula: “Sobre los oficios de la alabanza”, también aparecida en Patria. En esos pocos párrafos está contenida la tríada que presidió la obra martiana: verdad, belleza y virtud.
¿A quién alabar? ¿Por qué?  Martí nos esclarece: “A quien todo el mundo alaba, se puede dejar de alabar; que de turiferarios está lleno el mundo, y no hay como tener autoridad o riqueza  para que la tierra en torno se cubra de rodillas”.
“Pero es cobarde quien ve el mérito humilde, y no lo alaba (…) A puerta sorda hay que dar martillazo mayor (…) El corazón virtuoso se enciende con  el reconocimiento, y se apaga sin él”.
Hay que despertar las conciencias dormidas o torcidas. Las de ayer y las de hoy. Hay que dar el martillazo. Aquel que quiso echar su suerte con los pobres de la tierra, aquel cubano enorme, siempre nos está llamando. 

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