lunes, 1 de febrero de 2016

José, el intrépido Maceo de las tres guerras



Aída Quintero Dip
    Los épicos pasajes que atesora la historia de Cuba colocan al General José Maceo Grajales en un sitial de honor; combatiente de las tres guerras por la independencia de Cuba, la de los Diez Años, la Chiquita y la Necesaria, simboliza el coraje y valor de los cubanos.
     Como toda su familia, se integró a la lucha por la emancipación de la Patria apenas dos días después del llamado de Carlos Manuel de Céspedes. Luego de 10 años de contienda y con solo 29 años, ganó los grados de coronel, tras revelar su postura radical en Mangos de Baraguá, junto a su hermano Antonio.
     Para sintetizar su grandeza militar, bastarían las palabras del Mayor General Antonio Maceo al evocar la batalla de Peralejo, cuando el Titán de Bronce peleó cara a cara con las fuerzas dirigidas por Martínez Campos, a las que propinó una costosa derrota, y siempre que rememoraba ese episodio revelaba: “Si yo tengo allí a José agarro a Martínez Campos”.
     “Vivo por mi hermano José”, recordaba con frecuencia, pues ninguno de los dos olvidaba cómo José cuidó de su hermano herido por siete balas españolas en el combate de Mangos de Mejías, en agosto de 1877. Durante aquellos meses, sirvió de guía, centinela y jefe militar de un pequeño grupo que cuidaba al Titán de Bronce, buscado día y noche por más de mil soldados peninsulares.
     Abundan testimonios que certifican el respeto que sintió este patriota por José Martí. Después del combate de Arroyo Hondo, sus tropas se encuentran con las de Máximo Gómez y Martí y las muestras de alegría son enormes. Cuentan que el propio José cargó en sus brazos al Viejo General y después al Delegado y daba vivas a los dos máximos dirigentes de la Revolución.
    Durante varios días no reparó en atenciones hacia ellos y hasta un caballo le regaló a Martí, un corcel blanco y brioso llamado Baconao, sobre el cual cabalgaba el Apóstol el 19 de mayo, cuando cayó en Dos Ríos.
       Sobre ese infausta jornada, José Maceo le expresó a Fermín Valdés Domínguez: “Solo Martí pudo sacarme de mi nido de amores, solo él me obligó con su patriotismo y me sedujo con su palabra, por él vine (a la guerra) y siento más que nadie que se haya muerto”.
       Él también mereció la estimación del Héroe de Dos Río,  el cual le llamaba Amigo al escribirle unos meses antes del amanecer del 24 de febrero de 1895: "Quien ha defendido con valor mi Patria y su libertad de hombre, es como acreedor mío y me parece mi hermano", asegura en carta fechada el tres de noviembre de 1894.
        José Marcelino Maceo Grajales había nacido el dos de febrero de 1849, en Majaguabo, San Luis, en Santiago de Cuba. Firmeza de ideas e  intransigencia fueron rasgos que lo distinguieron entre las tropas a quien fuera protagonista de las más heroicas acciones en los campos de Cuba.
      Desde niño demostró lo que iba a ser de hombre, era fuerte y robusto, en sus juegos siempre fungía de jefe, lo respetaban y lo querían. Uno de los 11 hijos de la insigne mambisa Mariana, de los cuales casi todos cayeron en la lucha de frente al enemigo; aprendió de su padre, Marcos, el camino, ya que este fue el primero en caer.
       Se dedicó a las faenas del campo, gran jinete y cazador con fama de experto tirador, que conservó durante toda la vida; entre sus diversiones favoritas estaba el baile y las conquistas amorosas, pero a pesar de ser un joven divertido, era obediente y respetuoso con sus padres.
       El uso del fusil, el manejo del machete como arma para defenderse, la agilidad y destreza como jinete, la madurez de su pensamiento, constituyeron factores influyentes para que muy pronto se convirtiera en un auténtico guerrero.
        Único de los Maceo Grajales que participó en las tres guerras independentistas acumuló una extensa hoja de servicios y varias cicatrices en su cuerpo.
        “Arriba, la muerte es cuestión de fecha”, gritó el General José luego de ubicar las fuerzas para el combate e impacientarse por no oír las descargas de fusilería mambisa.
        Era el cinco de julio de 1896, caía en Loma del Gato, Ti Arriba, quien había ganado el apelativo de El León de Oriente, una sensible pérdida para el Ejército Libertador.

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