Tania Rendón Portelles
Sin dudas, la
felicidad es uno de los grandes misterios de la vida y existen distintas
miradas de cómo conquistarla; sin embargo, muchos reconocen que pese a su
difícil definición, lo cierto es que constituye el motor impulsor de la salud y
el bienestar individual.
Estudios
sicológicos afirman que aunque está directamente vinculada con las metas
personales, un ingrediente esencial para alcanzarla es tener un ambiente de paz
y tranquilidad, donde existan relaciones humanas saludables y constructivas.
El estrés, la
desmotivación y conflictos personales, ya sea con la familia, compañeros de
trabajo o la pareja, son sentimientos que atentan contra la búsqueda de la
satisfacción propia.
Y es que tener
una visión positiva de la vida resulta bastante complicado cuando se sufre de
problemas graves o enfermedades crónicas, lo cual incide directamente en el
estado emocional.
Hoy se asevera
que la idea de ser feliz constituye un sentimiento que repercute en el cerebro,
de ahí la necesidad de tener actitudes positivas ante los dilemas de la vida y
mantenerse fuertes frente a los hechos desafortunados que ocurren.
A mal tiempo
buena cara, dice un refrán popular que resume la necesidad de aceptar los
fracasos, el dolor y padecimientos del hombre para vencer el pesimismo.
Sonreír por los
bellos momentos que se han vivido, ocuparse del cuerpo y del alma al saborear
las pequeñas alegrías, parece uno de los desafíos.
Investigaciones
recientes refieren que, tal vez, la herencia genética sea la responsable –en
gran medida– de la felicidad de las personas.
No obstante,
como el efecto placebo, se reconoce que se deben desterrar las imágenes
negativas para lograr la estabilidad neurológica, así como compartir los
sentimientos de frustración y sentirse realmente dichoso por levantarse cada
día.
Tomarse su
tiempo para pensar qué es lo que se quiere y qué es lo importante para uno
mismo, son preguntas difíciles para encontrar una respuesta, porque,
precisamente, la seguridad y la fortaleza de carácter influyen en cómo el ser
humano se proyecta con los demás.
Decir NO a la
violencia de género y a las situaciones que van en contra de la estabilidad
emocional del individuo, parece hoy un reto en la cotidianidad, a pesar de que
una de las principales metas del hombre apunta a sentirse en paz y conforme
consigo mismo.
No en vano, para
los especialistas en sicología positiva del mundo, el mayor regocijo NO es la
satisfacción de las necesidades materiales o individuales, sino saberse humanos
y menos perfectos y, sobre todo, sonreír en cada oportunidad, con el fin de
tener la esperanza de un mañana mejor.
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