miércoles, 16 de marzo de 2016

El periodista es un ser mitológico



Escrito por  Liz Martínez Vivero/Especial para CubaSí
Mi mamá me soñaba de blanco, con un estetoscopio colgando del cuello y muchas horas de desvelo más de las que ya acumulo. Acaso en ese minuto enfrentaba algunos segundos de desencanto profesional, de los cuales no escapa ni el más avezado de los médicos especialistas porque a nadie enseñan a lidiar con la incomprensión luego de tantas difíciles jornadas sea cual fuere la función de cada uno.
¿La verdad? Yo no hubiera podido hacer otra cosa con mi vida. Me encanta esto de contar la realidad para los otros y reinterpretar algunas cifras para hacerlas más digeribles por enrevesado que pueda resultar el concepto.
Hace unos días un amigo me preguntaba ¿qué te disgusta del periodismo? Toda rosa tiene espinas ¿no? ¿Qué no te cuadra de esto? Difícil la respuesta. Detesto la incomprensión, le solté sin mucho preámbulo.
Pero ya estaba advertida desde antes del 2007 (año en que inicié la carrera ¿de fondo? ¿con obstáculos?). Aunque nadie lo ve, el periodista como el médico, también es un eterno estudiante.
Tiene que estar al día con lo último de lo último y a nadie le importa si eres especialista en economía, debes tener (para el público) idénticas nociones sobre el alza del euro, los nuevos fichajes del “Madrid” y hasta una declaración oficial por la visita de Obama.
Conocerás, sin titubeos, la cartelera cultural de lo que va a acontecer este trimestre en materia de cine. Además soportarás los incesantes reclamos para que hagas un trabajo de esto o lo otro, porque a todo el mundo le parece que no haces nada.
La gente espera que uno le aclare, a veces incluso, eligen quedarse con tu criterio porque “piensan” que tienes los basamentos, la experiencia para tomar este camino. Claro, obvian que los periodistas somos de carne y hueso (aunque a veces no parezca), lo cual quiere decir que existe un 50% de probabilidades de caer en el equívoco que no es lo mismo que el descrédito.
El periodista es una persona que puede ser que se traslade en guagua y que detrás de unas gafas oscuras, esconda la inconformidad por alguna frase que atenta contra su integridad profesional, contra los cinco años escudriñando conceptos dictados por otros (que los redactaron porque nacieron primero) sobre las reglas del buen escribir, para que todos comprendan y nadie quede esperando segundas partes.
Debe revestirse de paciencia y afirmar las amarras de su barco, para que no perezca cuando los vientos son contrarios.
El periodista es un incomprendido ser mitológico que no escupe fuego ni vuela ni tiene ningún valor agregado más que la dosis de paciencia solar para hacer más llevadera cada jornada.

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