Lisandra Romeo Matos
Un país como Cuba
necesita que lo reflejen tal y como es, sin medias tonalidades, sin añadir
blanco al rojo para hacerlo rosado ni acentuar demasiado los matices de la
“perfección”.
Su gente, que en
realidad goza de las victorias y sufre los desaciertos, no ha de enterarse por
otros sobre lo que sucede dentro y al exterior de sus fronteras.
Y si así fuera
-porque derecho tienen a hacerlo- que solo sea para “contrastar”; pero eso
sería lo ideal.
Una reflexión
sencilla en esa dirección nos obliga a mirar a la prensa cubana, y no se trata
de tomar este espacio para un análisis simplista ni una catarsis sobre sus
problemas; mucho menos para regodearnos en sus logros.
Este 14 de marzo se
cumplen 124 años de la salida del primer número del periódico Patria, fundado y
dirigido por José Martí, un sueño acariciado por el Apóstol y hecho a la medida
de su genio político y literario.
Todos los cubanos
que amaban la libertad vieron en él su periódico, el cual desde la mismísima
primera edición les habló, como un “soldado”, de la unión y de la guerra
necesaria para la independencia de una nación colonizada.
No corren los
mismos tiempos, ya la Patria es libre y soberana, pero como lo indica la
dialéctica, avanzamos y otros son nuestros problemas ahora. ¿Está hablando la
prensa cubana de ellos?
Sí, lo está
haciendo. Lo que habría que preguntarse -sin caer en generalizaciones- es de
qué forma, si desde la mera exposición de los hechos, la superficialidad o
simplemente el vacío desinformativo.
¿La culpa? No la
tiene nadie; de buena fe se han trazado caminos para poner un velo sobre lo que
no conviene decir ahora; o quizá nos atribuimos el derecho de guardarnos la
palabra afilada y la creatividad para no buscarnos problemas.
Hay que reaccionar,
está más que claro; nunca es tarde para aprender de los errores, mucho menos
cuando la sociedad reclama con urgencia un mejor periodismo y otros espacios
emergen decididos a ganar audiencias.
En consecuencia, ya
es hora de alejarse de las fórmulas, formalismos y formas preconcebidas para
ejercer “el mejor oficio del mundo”.
Va siendo necesario
mirar más hacia la gente y su realidad llena de matices, salir de las oficinas,
buscar las historias en plena calle, hacer que las personas se sientan parte y
protagonistas de los cambios.
También a la prensa
cubana urge ser más escuchada y menos “ignorada” por quienes se creen dueños de
la verdad, de la información pública, de aquellos que se atribuyen aún la
facultad para “decidir” qué debe ser noticia.
Ganemos entonces,
con profesionalidad, el derecho que nos corresponde, pero también despertemos
de su letargo a las mejores rutinas productivas, a la chispa y la inteligencia
para colarnos “por el hueco de una aguja” y desentrañar las verdades.
Recordemos que somos, per se, servidores
públicos y, por tanto, defensores de un proyecto social que ha visto siempre en
la prensa un aliado inestimable.
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