Magaly Zamora
Cuando Virgilio
Bernardino Jiménez Rojas regresó de participar en la guerrilla del Che en El
Congo, en el año 1965 no dijo en su casa una palabra acerca de la misión
cumplida, pues sabía que era necesaria la mayor discreción y “un secreto
militar no se le puede confiar ni a la mujer que uno ama”.
Solo varias décadas después de aquella histórica
encomienda, en el año 1997, se atrevió a
narrar situaciones y anécdotas que ni siquiera sus hijos le habían oído contar.
Entre ellas,
extraigo hoy de mis archivos una que ejemplifica la visión del Comandante
Ernesto Guevara como formador de su tropa y de sus valores como ser humano.
“Me reuní con el
Che en una pequeña loma, donde estaba la comandancia, cerca del lago Tanganica
y lo que más me llamó la atención en esa
etapa de preparación fue que buscó una pizarra y el mismo se puso a darnos
clases de matemáticas.
“Algunos no
entendían nada, él hablaba de raíz cuadrada y nos quedábamos en blanco, pues el
nivel de escolaridad de la mayoría era bajo, pero después comprendí que su
objetivo era mantener a la tropa ocupada en algo útil y evitar así la
inactividad que podía conllevar a indisciplinas o dispersión de los soldados.”
Desmovilizado de la
Fuerzas Armadas Revolucionarias con el grado de Capitán, Virgilio, o Alasari,
como fue su nombre de guerra, contó entonces que entre los congoleses había
gente muy buena y valiente y el Che hacía hincapié en que el propósito de los
cubanos era pelear pero también educar a aquellos hombres que vivían en medio de
la selva.
Las cualidades de
quien se convertiría más tarde en el Guerrillero Heroico hicieron a este mulato
fuerte y apegado a la tierra admirarlo no solo como jefe, sino también como
compañero y amigo.
“Era muy serio,
pero a la vez muy cariñoso, se sentaba junto a nosotros y compartía la picadura
de tabaco. Nos enseñó a fumar con la cabeza de la pipa hacia abajo para que no
pudieran descubrirnos por el humo”.
Las anécdotas de
Virgilio constituyeron un momento importante para delinearnos rasgos del carácter del guerrillero Ernesto
Guevara, su compañerismo, espíritu de sacrificio, férrea voluntad y
ejemplaridad en todo momento.
“Con el Che
aprendí mucho, sobre todo a valorar el peligro en la guerra y a golpear al
enemigo en el momento preciso”.
El testimonio de
este hombre que compartió tantas jornadas históricas con el Che, tiene un valor
excepcional y vale la pena volverlo a rememorar.
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