viernes, 12 de enero de 2018

Fuentes de emoción



Yasel Toledo Garnache
   Hay lugares que son fuentes de emoción y provocan sensaciones indescriptibles. Algunos sitios abarcan un simbolismo más allá de lo físico y lo expresable mediante palabras.
   Cuba tiene la suerte infinita de incluir en su geografía diversos puntos de ese tipo, altares sagrados de la Patria, que crecen con la historia más reciente, de la cual formamos parte los habitantes actuales, incluidos los jóvenes.
   Hace poco, estaba otra vez en la Plaza de la Revolución de Bayamo, uno de mis preferidos, un espacio en el cual el corazón suele latir con más fuerza y la mente incontrolable, como casi siempre, viaja en el tiempo y pasa imágenes de aquellos mambises, guiados por Carlos Manuel de Céspedes, el Iniciador, el Padre…
   En la ocasión, una representación del pueblo participaba en el acto por el aniversario 59 de la llegada a la ciudad de la Caravana de la Libertad, liderada por Fidel Castro, después del triunfo revolucionario. Muy cerca del balcón de donde se dirigió al pueblo, se levantaban versos, canciones y palabras de reafirmación revolucionaria.
   Yo pensaba: por aquí caminaban los niños Carlos Manuel y Francisco Vicente Aguilera, llamado por José Martí el Millonario Heroico, el Caballero Intachable, aquí firmaron el acta de capitulación de las tropas españolas, cuando los mambises tomaron la ciudad el 20 de octubre de 1868; allá, a unos metros, fueron estrenadas las notas del Himno Nacional, allí comenzó el incendio glorioso de la urbe por sus pobladores el 12 de enero de 1869.
   Imaginaba las llamas consumiendo el lugar, los habitantes hacia el monte, el asombro de los españoles colonialistas...
   Luego, gracias a la imaginación, veía llegar a los barbudos, el entusiasmo de los pobladores…, al gigante vestido con uniforme de color verdeolivo hablando de sueños desde lo alto y despertando aplausos.
   Las nuevas generaciones también somos parte de la historia de este lugar, pues el dos de diciembre del 2016, esperamos el cortejo fúnebre con las cenizas del Comandante en Jefe, un mar de personas lo recibió entonando el Himno. Aquí hubo lágrimas de tristeza, velas, confirmación de fidelidad y mucho amor y agradecimiento.
   Aquí hemos vivido diversos momentos trascendentales de la provincia de Granma. Miro la estatua de El Padre, en el centro de la plaza, y voy al interior de su casa natal. Salgo y camino, un frío-caliente recorre mi cuerpo, algo indefinible, pero agradable.
   En  Demajagua (en el municipio de Manzanillo), en Dos Ríos (Jiguaní), en la Loma de Braulio (Guisa), en la Comandancia General del Ejército Rebelde en La Plata (Bartolomé Masó), en la Comandancia del Che en Pata de La Mesa (Buey Arriba), en Las Coloradas (Niquero), en Cinco Palmas (Media Luna) y en muchos otros dominios de esta provincia y la nación, las esencias palpitan con fuerza enorme.
    Debemos lograr que esos sitios permanezcan siempre como seres vivos, relucientes y hermosos en todos los aspectos, capaces de cautivar e incrementar la pasión y el orgullo por ser cubanos, aunque para lograrlo lo primero es conseguir que todos conozcan con profundidad los acontecimientos y sus protagonistas.
   Sin saber su simbolismo, resulta imposible respetar, amar y comprender la dimensión real de cada lugar. Los sitios históricos jamás se deben reducir a un espacio físico.
   Siempre será favorable incrementar las iniciativas para que las personas se sientan cerca de la placa, el obelisco…, pero sobre todo de quienes nacieron, pelearon o murieron ahí. La responsabilidad es de todos.

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