Aída
Quintero Dip
Solo quien ha sabido crecerse ante la adversidad y vencer tantos escollos, es
capaz de valorar la vida como Clara Aurora Hechavarría Hardy: la oportunidad
única de ser útil, de hacer el bien, amar, trabajar creadoramente para
alegría de los demás y tratar de dejar una huella.
La
circunstancia de haber nacido el 13 de agosto de 1959, en un humilde hogar de
Santiago de Cuba, representó una señal en su existencia que le indicó los
mejores caminos en aras de protagonizar las mejores acciones y estar en
disposición de servir, lo que la estimula y fortalece como la Revolución
misma.
Parecía
que la secuela de poliomielitis que le afectó desde los dos y medio años la
postraría sobre una silla de ruedas, pero Clara Aurora es la voluntad en
persona para aceptar ese destino. Estudió como cualquier niña y joven de
su edad hasta que se graduó en 1981 de técnico de nivel medio en Estadísticas,
y perseverante al fin siguió buscando y forjando sueños.
Recuerda que al principio tuvo inconvenientes para trabajar, las direcciones de
las empresas le ponían trabas, pero luego la situación cambió, hubo conciencia
de la necesidad de que ese segmento de la población tuviera oportunidades de
aportar a la sociedad.
No
obstante, se desalentó ante el primer escollo laboral y empezó a estudiar
Derecho en Cursos por Encuentro en la Universidad de Oriente, con el apoyo de
la institución que la acogió como una alumna más, y de su madre, Luisa Zoe
Hardy Pullés, pero al enfermarse esta, tuvo que postergar su sueño de ser
jurista, ya que en aquel momento no tenía la independencia adquirida después,
cuando supo valerse por sí sola.
Mezcla de dulzura y fortaleza, esta sorprendente mujer ha sufrido la
indiferencia de los insensibles, que no le han marcado ya que siempre ha
valorado más la luz que le ofrecen las manos prestas a la ayuda, al cariño y
los afectos; entonces solo piensa en luchar para transformar mentalidades y
disfrutar la generosidad de la Revolución.
Los
programas de desarrollo de la Revolución para integrar a las personas con
discapacidad a la sociedad son hoy realmente fabulosos y colocan a Cuba a
la vanguardia del mundo en el campo del respeto a los derechos humanos, manifiesta
Clara Aurora con emoción.
Siempre aflora en sus labios una sonrisa cual coraza salvadora y cuando se
abunda en su vida se descubren los motivos para ser feliz.
El
deporte ha sido esencial, a su práctica le debe la rehabilitación y la
independencia de que actualmente goza, a él se entregó con tanto ímpetu en 1985
en la disciplina de medio fondo en mil 500 y mil 800 metros planos, que
muy pronto llegaron los premios en las competencias.
Los
entrenadores disfrutaron como ella su título de subcampeona panamericana,
en Puerto Rico 1986; la medalla de plata ganada en mil 500 metros planos y la
de bronce en 800, y el quinto lugar obtenido en 1990 en un evento en Venezuela,
de mucho significado, pues no estaba en óptimas condiciones, pero se decidió a
representar a Cuba por falta de otra atleta.
Al
pasar más tarde a la velocidad en 100, 200 y 400 metros, alcanzó lauros como
multicampeona nacional e implantó récord en esos eventos y a nivel
internacional rompió marcas como deportista de alto calibre en su especialidad.
Su
valía la atestiguan 55 medallas, selección de mejor atleta en la provincia en
1999 y otros premios que antecedieron a una misión que la
enorgulleció: la atención a atletas discapacitados de alto rendimiento en
la dirección de Deportes en Santiago de Cuba.
La Asociación Cubana de Limitados Físico-Motores (ACLIFIM) que marcha
rumbo a su aniversario 38 en marzo venidero, es un capítulo trascedente en la
vida de quien pondera la atención, inclusión y oportunidades que disfruta en Cuba,
multiplicadas por las acciones de la organización social.
Cuenta
que durante el I Congreso de la ACLIFIM, al que asistió como delegada, tuvo una
experiencia maravillosa al estrechar las manos de Fidel, gesto con el que pudo
expresarle agradecimiento por todo cuanto hacía por el pueblo cubano y,
especialmente, por las personas con discapacidad como ella.
Clara
Aurora es un buen reflejo del quehacer de la asociación: deportista de alto
rendimiento durante 20 años, estudió Derecho, aunque no pudo graduarse;
dirigente en el municipio cabecera de la provincia de Santiago de Cuba y madre
del joven Joan Manuel, su razón de ser, su alegría, la medalla olímpica que
nunca pude ganar, confiesa.
Hechavarría Hardy destaca que la organización recibirá su nuevo aniversario con
el cumplimiento de la misión de insertar a personas con discapacidad
físico-motora en actividades socialmente útiles, sobre todo, para el acceso al
empleo, la cultura, el deporte y la recreación, con el objetivo de equipar
oportunidades y elevar su calidad de vida.
Refiere conocer a hombres y mujeres que integran la ACLIFIM y
estudian, incluso carreras universitarias, y un grupo
considerable trabaja en centros ordinarios y otros protegidos de las Industrias
Locales, sin limitaciones de ninguna índole, solo con el apoyo estatal y la
voluntad de cada cual.
Ese
hecho acentúa el orgullo por contar con una organización que defiende sus
derechos en todos los ámbitos y de una sociedad que los tiene en cuenta y a la
cual sirven con gusto.
No obstante, señala las barreras arquitectónicas como una de las principales
dificultades que los limitan en sus aspiraciones, que existen por doquier y son
un obstáculo real para acceder a la vida socioeconómica en sitios con una
geografía tan irregular como Santiago de Cuba.
Llevamos años luchando contra tal impedimento, se ha avanzado en muchos
aspectos, sin embargo ha faltado sensibilidad, dedicación y empuje de los
organismos involucrados para resolverlo definitivamente, considera Clara
Aurora, quien reconoce que ese no es el espíritu y la voluntad del Estado que
ha hecho ingentes esfuerzos en tal sentido.
Pero
ella es optimista, aunque se amilana en ocasiones tiene la virtud de
crecerse y ser perseverante, y más allá de lauros deportivos, responsabilidades
y apego a la ACLIFIM, se descubre la mirada jovial de esta santiaguera de
sonrisa franca, madre tierna y revolucionaria apasionada, reflejo de que su
discapacidad no la hace diferente.
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