La Patria ante todo
Aída Quintero Dip
"Los
comicios en Cuba no constituyen un concurso de popularidad; son en todo caso un
concurso de méritos y un concurso de capacidades. Si yo, revolucionario, tengo
el derecho de votar por cinco, ¿por qué voy a votar por uno?..”
Fidel
Tiene una
trascendencia histórica en nuestra Patria el concepto de unidad; es símbolo de
victoria, y cuando no se ha sido consecuente con su práctica ha constituido blanco de reveses.
La primera gesta
por la liberación del yugo colonial, la Guerra de los Diez Años; fracasó
esencialmente por la falta de unidad de los mambises.
En desunión
entre sí marchaban la Cámara de Representantes, el Gobierno de la República en
Armas y el Ejército Libertador, tampoco
se logró el mando único sobre todos los territorios en campaña.
División fue la
causa principal que condujo al claudicante Pacto del Zanjón, esa indigna paz
sin independencia ni abolición de la esclavitud.
Pero Antonio
Maceo salvó la honra y el decoro del pueblo cubano con la Protesta de Baraguá,
hecho devenido desde entonces en
paradigma de intransigencia revolucionaria de la nación.
Igual destino
trágico, también por el divisionismo, en el cual prevalecieron el factor racial
y la carencia de una preparación
adecuada; corrió la Guerra Chiquita que
estalló a continuación de la Guerra Grande.
Por eso José
Martí, interpretando la necesidad
histórica de la unidad, derivada de esas dramáticas experiencias, creó y lideró
el Partido Revolucionario Cubano y desarrolló una obra colosal para cohesionar a los veteranos y a los pinos
nuevos, y eliminar las contradicciones de diverso carácter existentes en las
filas de los patriotas, para reanudar con éxito la Guerra Necesaria.
El Titán de
Bronce también había llegado a la conclusión de la urgencia de un Partido
único de la independencia y siempre
defensor de la unidad.
En carta a Martí
de 1888 afirmó que la unión de los cubanos
ha sido “el ideal de mi espíritu
y el objetivo de mis esfuerzos (…) sin
ella serán estériles todos nuestros sacrificios, y se ahogarán siempre en
sangre nuestras más arriesgadas empresas”.
Ese espíritu
unitario no fue solo patrimonio de los próceres de la independencia; identificó
los sueños de los patriotas que nacieron después como la generación que asaltó
al Cuartel Moncada, los combatientes de la lucha clandestina y de la Sierra
Maestra, de los hombres y mujeres que
salvaguardan las conquistas de hoy.
Legitimidad
histórica y profundo sentido patriótico tiene entonces la convocatoria al voto
unido para la elección de los diputados a la Asamblea Nacional y delegados a la
Asamblea Provincial del Poder Popular, en los comicios del domingo 11 de marzo,
que en el contexto actual parte, en principio, de preservar la unidad e
identidad nacional.
Se ha reiterado
que el voto unido nos fortalece; es antídoto contra toda manifestación de
corrupción y tiene que ver, además, con la unión entre los cubanos en un
sentido más raigal, ya que lo opuesto a la filosofía del voto unido sería la demagogia, la
competencia mercantilista entre los candidatos que surgen de la maquinaria y no
del pueblo.
Para mantener un
sistema como el de Cuba que se afinca en la voluntad popular, en que hombres y
mujeres de la base ocupen también responsabilidades esenciales en la sociedad,
hay que preservar la Revolución y el poder político, cerrándoles todo resquicio a los riesgos, a
las amenazas de la politiquería y la demagogia.
El voto unido es
garantía de que las asambleas tengan una representación integral de la sociedad
cubana, y sean reflejo de la confianza y justicia hacia los nominados por sus
méritos, capacidad, entrega a la causa revolucionaria y compromiso con el
pueblo.
Ejercerlo en las elecciones generales del domingo 11 de
marzo expresará la convicción de las masas y su voluntad patriótica, en un tributo a los héroes y
mártires, a las enseñanzas de Martí y Fidel,
y a hombres como Antonio Maceo, que en un momento difícil de la historia
de Cuba dijo: “La Patria ante todo”.
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