martes, 16 de diciembre de 2014

El notable periodismo del Canciller de la Dignidad




Adolfo Silva Silva
   Revolucionario desde la juventud hasta la muerte, polemista de palabra y letra “con filo”, y con notables responsabilidades, Raúl Roa García (1907-1982) dejó también una huella indeleble con el periodismo.
  Miembro del Comité Central del Partido, ministro de Relaciones Exteriores       --función en la cual ganó el apelativo de Canciller de la Dignidad-- y vicepresidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, la referida faceta es prácticamente desconocida en la actualidad, a causa de las abundantes funciones públicas.
   En un concurso  nacional, el Justo de Lara, logró mediante “12 de Octubre” y “A dónde va Cuba? los galardones que lo convirtieron en el más laureado en la historia de la competencia, vigente de 1934 a 1957.
  En esos textos expuso en lo sustancial, respectivamente, las diversidades de criterios acerca del llamado descubrimiento de América, y la situación en el penúltimo año de la tiranía batistiana.
  Años después también Embajador de Cuba ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el autor reflejó en el periodismo, y adecuada a esa disciplina, la capacidad mostrada en la literatura, en libros como Aventuras, venturas y desventuras de un mambí, y Retorno a la alborada.
  Una de sus crónicas es quizás la más notoria de las dedicadas al Che, y aborda su último encuentro con el Guerrillero Heroico antes de cumplir en el Congo su primera misión internacionalista después del triunfo revolucionario.
  En otro de sus legados también casi ausentes en la memoria contemporánea, Roa fue director, de 1948 a 1952, del Departamento de Cultura en el Ministerio de Educación, tarea en la cual luchó por mejorar la vida espiritual del pueblo, en medio del desastre de la República neocolonial.
  No sobra en lo más mínimo evocar la trayectoria periodística de Raúl Roa. Es un recordatorio a la vida de un hombre que en medio de tantas ocupaciones encontró espacios para andar con la pluma en ristre.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Mayor éxito del ALBA-TCP: el humanismo que lo inspiró



  Miguel José Maury Guerrero
  Toda obra humana es perfectible, algo que nadie discute, en tanto todo aquello que el hombre hace tendrá logros y defectos, por lo cual de acuerdo con sus resultados se considerará positiva o negativa, exitosa o deficiente.
  También, en correspondencia con la subjetividad, cada empeño del hombre tendrá diversas miradas, posiciones e intereses de las personas, críticos o alabadores; amigos o enemigos.
  Es lo que hoy acontece con la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos, (ALBA-TCP), el mecanismo que este 14 de diciembre  cumplirá 10 años de existencia. 
  Creado en 2004 por los presidentes Fidel Castro, de Cuba, y Hugo Chávez, de Venezuela, y concretado en La Habana un poco más tarde, el proyecto, que inicialmente se llamó Alternativa Bolivariana para las Américas, llega a su aniversario con muchas opiniones de alabanza y millones de latinoamericanos agradecidos por los beneficios que recibieron a partir de su fundación.
   Pero no faltan los detractores ni los enemigos que dudan de sus logros e impactos.
  Analistas de varios confines, académicos y medios de prensa están divididos en sus opiniones en cuanto al alcance y valía del ALBA-TCP.
  Luego de silenciar convenientemente sus éxitos en lo social y político, sus detractores consideran deficiente el desempeño económico de este mecanismo integracionista que exhibe  innegables beneficios para millones de personas.
  La pobreza constituye el arma de destrucción masiva más poderosa que existe en el mundo, dijo en septiembre de 2004 el entonces presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, ante la 59 Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
  El  ALBA-TCP desde su fundación reconoce que esa miseria representa un flagelo que afecta a millones de seres en el mundo e impide a regiones enteras alcanzar las condiciones elementales para una vida digna; representa un freno para el desarrollo de las naciones, y es una de las mayores causas de desestabilización, al negar derechos humanos elementales como salud, alimentación, educación y vivienda.    
  Organismos internacionales como la CEPAL, la ONU y el Banco Mundial, entre otros,  reconocieron que el ALBA-TCP, haciendo honor a sus postulados, ha sido exitoso en el combate a la pobreza.
  Por ejemplo, Bolivia en 2006 y Nicaragua en 2007, lograron rebajar ese indicador en un 20 por ciento.
  Esas naciones tenían un rango de pobreza del 60 al 70 por ciento y actualmente exhiben índices del 40 al 50 por ciento, dijo a la AIN el doctor José Ángel Pérez, especialista del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM).
   De la pobreza se han sacado a 10 millones de personas en las naciones del ALBA-TCP;  todo esto en 10 años y en medio de la crisis más aguda que ha sacudido al capitalismo a nivel internacional en todos los tiempos, precisó el experto.
   Según datos de organismos internacionales, las naciones integrantes del ALBA-TCP disminuyeron la pobreza extrema de manera significativa en solo unos cinco años, otro indicador muy significativo.
  Venezuela redujo la iniquidad considerablemente, pues cuando Chávez llegó al poder el llamado índice “gini” de ese país suramericano era del 0.50 y actualmente lo tiene en el 0.37.
  En todos estos casos, amén de políticas y medidas nacionales, los resultados se los deben a los proyectos de colaboración y complementariedad del ALBA-TCP.
  El Producto Interno Bruto de sus naciones miembros, en su conjunto, pasó de 364,5 millones de dólares en 2005, cuando entró en vigor el mecanismo,  a 479,9 millones de dólares en 2012, algo que, en términos económicos, resulta muy alentador.
  Los indicadores y resultados tangibles, que en lo social demuestran el éxito del ALBA-TCP en estos 10 años, son muchos pero lo verdaderamente significativo del proyecto reside en la nobleza que inspiró a los presidentes Fidel y Chávez para crearlo.
  Según rememoró en cierta ocasión el mandatario suramericano, fue un hermoso amanecer de Isla Margarita, en Venezuela, en ocasión de la III Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno de la Asociación de Estados del Caribe, en 2001, que iluminó e inspiró a ambos líderes y consolidó en ellos la idea de crear el ALBA. 
  Más allá de lo que entonces significaban las siglas de su nombre, dirigidas a contraponerlo al tenebroso ALCA que propugnaba el presidente norteamericano George W. Bush, encaminado al sojuzgamiento del continente, el ALBA nacía con una esencia humanista como ningún otro intento integracionista anterior de la región.

Derechos Humanos: Lidia es también afortunada



  Mayté García Tintoré
  Mucho me hablaba mi amigo Jorge de ella, de sus caprichos y coqueterías, de los retos y sinsabores que ha tenido que vencer para enfrentar un padecimiento congénito que ha marcado sus días.
  De tanto escuchar sus cuentos Lidia era familiar para muchos colegas del periódico Sierra Maestra, ella colecciona los recortes de Cámara en la Calle, porque Guibert, o Jorge, como suele llamarle, es su vecino querido y quien logra con el lente sacarle una sonrisa.
  El pasado 27 de noviembre cumplió sus quince primaveras y, por supuesto, el dulce y la buena música no faltaron en el hogar del S -37 apartamentos 4, del centro urbano José Martí, en la ciudad de Santiago de Cuba.
  Lidia María Sánchez Cuevas se nombra esta niña convertida en adolescente que inspira mi historia, justo cuando algunos “abogados de calle” se empeñan en desacreditar la obra inmensa que se llama Revolución cubana, pero que también es muy humana.
  Síndrome de Down, cardiópata, hipertensa y asmática, es Lidia; más tantas y tan complejas patologías no han impedido que ella se inserte a la sociedad, no está excluida ni mucho menos recluida en su domicilio, en verdad no tiene una vida normal, pero este país y sus bondades y gratuidades le han ofrecido todo el bienestar y la atención que precisa.
  Los trabajadores sociales la frecuentan, entregaron un frío, colchón y TV nuevos para optimizar sus condiciones de vida, desde hace nueve años es pensionada y le asignan paños desechables y aseo por la incontinencia.
  También la enfermera es asidua visitante y no es para menos, pues más de 30 ingresos, marcan la asistencia médica personalizada; que por suerte para Arelis, su madre, solo cuesta dar las gracias, si así lo desea.
  Puede que usted conozca casos semejantes, mas no las interioridades de cuánto el Estado cubano hace por elevar la calidad de vida de estos pacientes.
  La niña de mi historia cursa el sexto grado, no puede asistir a clases pero tiene una maestra ambulatoria, de la escuela especial Alberto Fernández Montes de Oca, que atiende a niños con retraso mental moderado y grave.
  Noraida Hechavarría Hechavarría, su maestra, visita a Lidia dos veces por semana, alternando con los especialistas en música, plástica, educación física y computación, para aprender esta última, la seño la lleva al joven club más cercano.
  Qué le enseñan a Lidia -su profe enseguida respondió a mis dudas- lengua española, matemática y terapia ocupacional, recibe todos los recursos y medios de enseñanza, pero su aprendizaje depende del estado emocional y  físico de cada jornada; hay días que permanece contenta y otros triste, está diagnosticada con retraso mental grave y esto hace la labor más engorrosa,  aseveró Noraida.
  Lidia también tiene un mural colgado en la pared, donde no solo coloca las efemérides e imágenes de héroes y mártires de la Patria, tiene además colgada una foto de los Cinco, pues ella quiere que regresen a Cuba,  Ramón, Gerardo y Antonio; por supuesto, en su mural no falta un rasgado del periódico Sierra Maestra, porque ella, aunque no nos puede leer con claridad, nos sigue y nos quiere.
  Hoy 10 de diciembre, viene Lidia a mente, quizás ella no sepa que posee, a pesar de sus pesares, una gran fortuna, haber nacido en Cuba, nación que tiene como máxima preservar el más humano de todos los derechos: la vida.



miércoles, 3 de diciembre de 2014

Reluce Camagüey tras 500 años de historia



  Aída Quintero Dip
  Todo reluce en Camagüey, la ciudad de 500 años de historia marcada por la figura de Ignacio Agramonte, donde todavía parece que anda el guerrero sobre su caballo o enamora a Amalia Sinome, la esposa fiel que le secundó en la contienda libertaria.
  Cuentan que ella asistió a la inauguración del parque que hoy lleva su nombre en el centro histórico, y era tal su amor por el patriota que al develarse la estatua se desmayó al comprobar el gran parecido con Agramonte.
  Disfruté en apenas tres días de una de las 10 ciudades  y sitios que atesora Cuba con la condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad, un título que habla por sí solo de los valores históricos, arquitectónicos y socioculturales de esta urbe amada por sus hijos y admirada por los visitantes.
  Me complací al contemplar la ciudad de las iglesias, del barro, de los tinajones,  de la gente que la vive y crea, y de Martha Jiménez Pérez,  destacada escultora, ceramista y pintora que desde 1997 ostenta el premio UNESCO al Mejor conjunto de obras, las mismas que adornan su taller, calles y parques.
  Allí pude conocer la Plaza San Juan de Dios, la más emblemática; el Antiguo Convento de las Madres Ursulinas, la afamada Iglesia del Carmen y el área patrimonial de igual nombre donde hay estatuas hechas por Martha que retratan a personas comunes, o la Casa de la Universidad Cultural de Camagüey que ganó todos los premios que otorga el país en materia de restauración.
  No podía faltar en la legendaria urbe un monumento a Camilo Cienfuegos, precisamente desde donde partió la última vez para permanecer por siempre en el corazón del Verde Caimán,  o el hospital que honra a Amalia Simone, primero creado por la Revolución en el país y que celebró su aniversario 55 este 27 de noviembre.
   Se honra esta tierra como cuna de personas que prestigiaron a la nación con su obra y aportes a la ciencia, la política o la cultura, baste mencionar a  Carlos J. Finlay, médico descubridor de la fiebre amarilla; el Poeta Nacional  Nicolás Guillén y la notable poetisa y escritora Gertrudis Gómez de Avellaneda.
   Es la urbe donde vive y actúa Isabel González Cárdenas, la maestra de Educación Primaria  con la que compartí, devenida diputada y presidenta del Poder Popular en la provincia, toda diligencia, sensibilidad y desvelo por servir al pueblo.
   Allí también conmueve la consagración y sapiencia  del Historiador de la Ciudad, Luis Rodríguez,  defensor apasionado  y hacedor por el rescate y conservación de cada palmo camagüeyano.
   En sus calles y casas se respira la vida y obra del  primer combatiente que cayó junto a Ernesto Che Guevara, en Bolivia, Jesús Suárez Gayol, quien no nació en esta urbe, pero sí vivió y le entregó mucho como para ser considerado un hijo de Camagüey.
  En el Central Brasil, una insignia, sometido a una fuerte inversión que le permitirá moler después de siete años sin hacer zafra, bebí de la sabia, tradición y sentido de pertenencia  de sus trabajadores, orgullosos de desempeñarse en la primera industria cubana.
  Me impresionaron los moradores de su batey en la Comunidad de Jaronú, Monumento Nacional. Allí es una reliquia Israel Loyola, jubilado que después de 42 años de labor en el ingenio, volverá a aportar en la zafra venidera porque allí tiene raíces y necesitan su concurso.
  Me quedará en el recuerdo la noche de lindas canciones, bailes y emociones en el Complejo Fotograma, la visita al Lago de los sueños, un paraíso rescatado para el disfrute; la impronta de la calle de los Cines, y la blanquísima arena e intenso verde azul del mar en e l futuro polo turístico de la cayería norte.
   Lo más importante que me llevé de la tierra del Mayor, junto a colegas de la AIN de la zona oriental, es el espíritu renovador y entusiasta de su gente; el programa por los 500 años de historia no se ha detenido, va rumbo a propiciarle una mejor imagen en beneficio de quienes sienten el orgullo de poblarla.