miércoles, 3 de diciembre de 2014

Reluce Camagüey tras 500 años de historia



  Aída Quintero Dip
  Todo reluce en Camagüey, la ciudad de 500 años de historia marcada por la figura de Ignacio Agramonte, donde todavía parece que anda el guerrero sobre su caballo o enamora a Amalia Sinome, la esposa fiel que le secundó en la contienda libertaria.
  Cuentan que ella asistió a la inauguración del parque que hoy lleva su nombre en el centro histórico, y era tal su amor por el patriota que al develarse la estatua se desmayó al comprobar el gran parecido con Agramonte.
  Disfruté en apenas tres días de una de las 10 ciudades  y sitios que atesora Cuba con la condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad, un título que habla por sí solo de los valores históricos, arquitectónicos y socioculturales de esta urbe amada por sus hijos y admirada por los visitantes.
  Me complací al contemplar la ciudad de las iglesias, del barro, de los tinajones,  de la gente que la vive y crea, y de Martha Jiménez Pérez,  destacada escultora, ceramista y pintora que desde 1997 ostenta el premio UNESCO al Mejor conjunto de obras, las mismas que adornan su taller, calles y parques.
  Allí pude conocer la Plaza San Juan de Dios, la más emblemática; el Antiguo Convento de las Madres Ursulinas, la afamada Iglesia del Carmen y el área patrimonial de igual nombre donde hay estatuas hechas por Martha que retratan a personas comunes, o la Casa de la Universidad Cultural de Camagüey que ganó todos los premios que otorga el país en materia de restauración.
  No podía faltar en la legendaria urbe un monumento a Camilo Cienfuegos, precisamente desde donde partió la última vez para permanecer por siempre en el corazón del Verde Caimán,  o el hospital que honra a Amalia Simone, primero creado por la Revolución en el país y que celebró su aniversario 55 este 27 de noviembre.
   Se honra esta tierra como cuna de personas que prestigiaron a la nación con su obra y aportes a la ciencia, la política o la cultura, baste mencionar a  Carlos J. Finlay, médico descubridor de la fiebre amarilla; el Poeta Nacional  Nicolás Guillén y la notable poetisa y escritora Gertrudis Gómez de Avellaneda.
   Es la urbe donde vive y actúa Isabel González Cárdenas, la maestra de Educación Primaria  con la que compartí, devenida diputada y presidenta del Poder Popular en la provincia, toda diligencia, sensibilidad y desvelo por servir al pueblo.
   Allí también conmueve la consagración y sapiencia  del Historiador de la Ciudad, Luis Rodríguez,  defensor apasionado  y hacedor por el rescate y conservación de cada palmo camagüeyano.
   En sus calles y casas se respira la vida y obra del  primer combatiente que cayó junto a Ernesto Che Guevara, en Bolivia, Jesús Suárez Gayol, quien no nació en esta urbe, pero sí vivió y le entregó mucho como para ser considerado un hijo de Camagüey.
  En el Central Brasil, una insignia, sometido a una fuerte inversión que le permitirá moler después de siete años sin hacer zafra, bebí de la sabia, tradición y sentido de pertenencia  de sus trabajadores, orgullosos de desempeñarse en la primera industria cubana.
  Me impresionaron los moradores de su batey en la Comunidad de Jaronú, Monumento Nacional. Allí es una reliquia Israel Loyola, jubilado que después de 42 años de labor en el ingenio, volverá a aportar en la zafra venidera porque allí tiene raíces y necesitan su concurso.
  Me quedará en el recuerdo la noche de lindas canciones, bailes y emociones en el Complejo Fotograma, la visita al Lago de los sueños, un paraíso rescatado para el disfrute; la impronta de la calle de los Cines, y la blanquísima arena e intenso verde azul del mar en e l futuro polo turístico de la cayería norte.
   Lo más importante que me llevé de la tierra del Mayor, junto a colegas de la AIN de la zona oriental, es el espíritu renovador y entusiasta de su gente; el programa por los 500 años de historia no se ha detenido, va rumbo a propiciarle una mejor imagen en beneficio de quienes sienten el orgullo de poblarla.



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