Aída Quintero Dip
Todo reluce en Camagüey,
la ciudad de 500 años de historia marcada por la figura de Ignacio Agramonte,
donde todavía parece que anda el guerrero sobre su caballo o enamora a Amalia
Sinome, la esposa fiel que le secundó en la contienda libertaria.
Cuentan que ella asistió a la inauguración del
parque que hoy lleva su nombre en el centro histórico, y era tal su amor por el
patriota que al develarse la estatua se desmayó al comprobar el gran parecido con
Agramonte.
Disfruté en
apenas tres días de una de las 10 ciudades
y sitios que atesora Cuba con la condición de Patrimonio Cultural de la
Humanidad, un título que habla por sí solo de los valores históricos,
arquitectónicos y socioculturales de esta urbe amada por sus hijos y admirada
por los visitantes.
Me complací al
contemplar la ciudad de las iglesias, del barro, de los tinajones, de la gente que la vive y crea, y de Martha
Jiménez Pérez, destacada escultora,
ceramista y pintora que desde 1997 ostenta el premio UNESCO al Mejor conjunto
de obras, las mismas que adornan su taller, calles y parques.
Allí pude conocer
la Plaza San Juan de Dios, la más emblemática; el Antiguo Convento de las
Madres Ursulinas, la afamada Iglesia del Carmen y el área patrimonial de igual
nombre donde hay estatuas hechas por Martha que retratan a personas comunes, o
la Casa de la Universidad Cultural de Camagüey que ganó todos los premios que
otorga el país en materia de restauración.
No podía faltar en
la legendaria urbe un monumento a Camilo Cienfuegos, precisamente desde donde partió
la última vez para permanecer por siempre en el corazón del Verde Caimán, o el hospital que honra a Amalia Simone, primero
creado por la Revolución en el país y que celebró su aniversario 55 este 27 de
noviembre.
Se honra esta tierra como cuna de personas
que prestigiaron a la nación con su obra y aportes a la ciencia, la política o
la cultura, baste mencionar a Carlos J.
Finlay, médico descubridor de la fiebre amarilla; el Poeta Nacional Nicolás Guillén y la notable poetisa y escritora
Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Es la urbe donde vive y actúa Isabel González
Cárdenas, la maestra de Educación Primaria
con la que compartí, devenida diputada y presidenta del Poder Popular en
la provincia, toda diligencia, sensibilidad y desvelo por servir al pueblo.
Allí también conmueve
la consagración y sapiencia del Historiador
de la Ciudad, Luis Rodríguez, defensor
apasionado y hacedor por el rescate y
conservación de cada palmo camagüeyano.
En sus calles y casas se respira la vida y
obra del primer combatiente que cayó
junto a Ernesto Che Guevara, en Bolivia, Jesús Suárez Gayol, quien no nació en
esta urbe, pero sí vivió y le entregó mucho como para ser considerado un hijo
de Camagüey.
En el Central
Brasil, una insignia, sometido a una fuerte inversión que le permitirá moler después
de siete años sin hacer zafra, bebí de la sabia, tradición y sentido de
pertenencia de sus trabajadores, orgullosos
de desempeñarse en la primera industria cubana.
Me impresionaron
los moradores de su batey en la Comunidad de Jaronú, Monumento Nacional. Allí
es una reliquia Israel Loyola, jubilado que después de 42 años de labor en el
ingenio, volverá a aportar en la zafra venidera porque allí tiene raíces y
necesitan su concurso.
Me quedará en el recuerdo la noche de lindas
canciones, bailes y emociones en el Complejo Fotograma, la visita al Lago de
los sueños, un paraíso rescatado para el disfrute; la impronta de la calle de
los Cines, y la blanquísima arena e intenso verde azul del mar en e l futuro
polo turístico de la cayería norte.
Lo más importante que me llevé de la tierra
del Mayor, junto a colegas de la AIN de la zona oriental, es el espíritu
renovador y entusiasta de su gente; el programa por los 500 años de historia no
se ha detenido, va rumbo a propiciarle una mejor imagen en beneficio de quienes
sienten el orgullo de poblarla.
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