María Elena
Balán Sainz
Muy llevado y traído en estos tiempos
es el tema de los pocos matrimonios que se formalizan, pues las parejas optan,
generalmente, por convivir, apoyarse, disfrutar los buenos momentos o compartir
las dificultades, pero eso de firmar un documento oficializando la unión no
suma muchas estadísticas.
Algunos comentan cómo han cambiado los
conceptos en este sentido, lo cual está dado por múltiples factores sociales,
económicos y hasta culturales. Pienso que lo primero es que exista atracción,
amor, comprensión y respeto, aunque no se rubrique ante notario la unión.
Sobre todo se aprecia en esta época una forma
desinhibida en las personas de más años, esas que han quedado viudas,
divorciadas o simplemente nunca se casaron y cuando menos pensaban, frisando los
50 y hasta los 60 años encuentran la media naranja que les compensa el día a
día.
No importa la edad, el sentimiento amoroso es
igual, se modifica solamente la actitud
ante la vida en la medida en que se adquiere experiencia y madurez.
Según los expertos, entre los 20 y los 30
años el amor es fantasioso, pues la imaginación tiene un rol determinante.
Constituye una etapa en la cual se construyen las normas propias de conducta,
más allá que la de los padres.
A partir de los 30 años la experiencia amorosa
ya ha desarrollado una madurez que permite sobrellevar la vida individual, aun cuando el interesado no tiene al ser
amado a su lado.
Quienes componen esta década suelen tener
vidas complejas y despliegan actividades que son separadas de la pareja. Este
grupo, de acuerdo con los especialistas, ha de sentirse más estable y comenzará
a apreciar que en ocasiones el amor no es para siempre, dado que tiene la
posibilidad de transformarse.
Una encuesta sobre el tema dio como resultado
que la edad idónea para casarse son los 30 años -elegida
por un 41 por ciento de los entrevistados-, mientras un 30 por ciento
consideró que el momento es aquel en que aparezca la pareja idónea.
Los 20 años quedaron en tercer lugar con un
15 por ciento, mientras que un cinco por ciento piensa que los 40 son propicios
para contraer nupcias.
Si el matrimonio o relación estable
sucumbió, esta separación no es una razón que impida reconstruir la vida al
lado de otra persona.
Independiente de los motivos para vincularse
otra vez, tanto el hombre como la mujer por su propia naturaleza necesita vivir
en compañía, pero el daño causado puede crear pensamientos ambivalentes, por un
lado la ilusión de amar y recibir amor y de otra parte repetir los mismos
errores.
Si se transita por los 40 o 50 años, el amor tendrá mucho que ver con
lo que se ha vivido. Si han predominado los conflictos, sean personales o de
pareja, puede saber amargo y con visos
de desconfianza.
Siempre debemos hacer un esfuerzo por pensar
de manera positiva, para ver el lado
bueno de las cosas e, incluso, los acontecimientos que no nos agradan, en
ocasiones sirven de aprendizaje.
Un equipo de investigadores llegó a la
conclusión de que, rodearse de seres felices, influye positivamente en la felicidad
personal.
Este sentimiento está relacionado con
factores tan diversos como la calidad de vida, la satisfacción en el trabajo,
las buenas relaciones sociales y familiares y, por supuesto el cariño de la
pareja, no importa la edad, lo principal es ese amor que nos han dado, a veces
sin esperarlo.
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