Adolfo Silva Silva
Revolucionario
desde la juventud hasta la muerte, polemista de palabra y letra “con filo”, y
con notables responsabilidades, Raúl Roa García (1907-1982) dejó también una
huella indeleble con el periodismo.
Miembro del
Comité Central del Partido, ministro de Relaciones Exteriores --función en la cual ganó el apelativo de
Canciller de la Dignidad-- y vicepresidente de la Asamblea Nacional del Poder
Popular, la referida faceta es prácticamente desconocida en la actualidad, a
causa de las abundantes funciones públicas.
En un
concurso nacional, el Justo de Lara,
logró mediante “12 de Octubre” y “A dónde va Cuba? los galardones que lo
convirtieron en el más laureado en la historia de la competencia, vigente de
1934 a 1957.
En esos textos
expuso en lo sustancial, respectivamente, las diversidades de criterios acerca
del llamado descubrimiento de América, y la situación en el penúltimo año de la
tiranía batistiana.
Años después
también Embajador de Cuba ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el
autor reflejó en el periodismo, y adecuada a esa disciplina, la capacidad
mostrada en la literatura, en libros como Aventuras, venturas y desventuras de
un mambí, y Retorno a la alborada.
Una de sus
crónicas es quizás la más notoria de las dedicadas al Che, y aborda su último
encuentro con el Guerrillero Heroico antes de cumplir en el Congo su primera
misión internacionalista después del triunfo revolucionario.
En otro de sus
legados también casi ausentes en la memoria contemporánea, Roa fue director, de
1948 a 1952, del Departamento de Cultura en el Ministerio de Educación, tarea
en la cual luchó por mejorar la vida espiritual del pueblo, en medio del
desastre de la República neocolonial.
No sobra en lo
más mínimo evocar la trayectoria periodística de Raúl Roa. Es un recordatorio a
la vida de un hombre que en medio de tantas ocupaciones encontró espacios para
andar con la pluma en ristre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario