martes, 17 de enero de 2012

La grandeza de un pueblo no podrá ser eternamente bloqueada

Aída Quintero Dip

El criminal bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba, decretado oficialmente desde el 3 de febrero de 1962, acumula casi medio siglo de ignominia, y el rechazo internacional que lo ha caracterizado es demostración fehaciente del carácter inhumano de esa política, implantada por una nación poderosa hacia un pequeño país en sus pretensiones por socavar la Revolución.
No obstante las presiones que ejerce el gobierno estadounidense para restarle apoyo en la Asamblea General de la ONU a las Resoluciones presentadas por Cuba para sancionarlo, la inmensa mayoría de la comunidad internacional  ha votado a favor de la condena  a ese verdadero acto de genocidio, a esa práctica de guerra,  que significa el bloqueo económico, comercial y financiero, impuesto  para doblegar la Revolución  e imponer en la isla los designios de Washington.

Ha sido permanente el propósito de infligir graves daños a la nación cubana, doblegar al pueblo y asfixiar la economía provocando pérdidas enormes en diversas ramas y renglones.
El bloqueo también ha costado vidas por la imposibilidad de importar medicamentos y equipos para la salud; abundan testimonios de las vicisitudes y sufrimientos con el terrible saldo de muertos y lesionados; son lacerantes los episodios de madres que han sufrido porque sus hijos han tenido que esperar por tratamientos -algunos imprescindibles para la vida- porque la tecnología existente para la solución al problema,  es exclusivamente norteamericana.
Esa violatoria política de las normas del derecho internacional, transgrede principios de la Carta de la ONU y contradice los propósitos  suscritos en los foros mundiales, dirigidos a alcanzar la cooperación y a impedir  conflictos  entre las naciones.
Suman miles las personas en el mundo que piensan  y atribuyen la  continuidad del bloqueo no a la preocupación del gobierno estadounidense  por el potencial económico y militar cubano, sino a su ejemplo de defensa de la soberanía, y a su sentido de dignidad, justicia social, y solidaridad con los pueblos y hermanos del planeta.
La historia de Estados Unidos no registra otro ejemplo  en que se haya montado una estructura tan extensa de leyes, disposiciones, decretos, enmiendas y reglamentos, además de la prohibición y sabotajes a compras y ventas, créditos y  acceso a nuevas tecnologías, encaminados a destruir a un país libre, aspirante únicamente a desarrollar su propio modelo social.
Nadie sabe cuántos años más continuaremos bloqueados, ni los nuevos presidentes de los Estados Unidos que se echarán al hombro esa infamia.  Sí está muy claro el espíritu de resistencia y la certeza de que algún día los pendones del bloqueo caerán despedazados a nuestros pies porque la historia, la heroicidad y la grandeza del pueblo de Cuba no podrán ser eternamente bloqueadas.
Las causas justas vencen a la larga, tal vez  nunca como ahora  es más potente la voz del mundo para condenarlo.

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