Aída Quinterto Dip
Vender asombros aunque parezca una fantasía, encierra mucha realidad, sobre todo si es a cambio de buenas acciones, al estilo de un instructivo y sugerente espacio, que hace unos años dedicaban a los niños y niñas en el popular programa informativo Haciendo radio, de la Radio Rebelde cubana.
Ahora que iniciamos el año 2012 y rondan las felicitaciones porque unos a otros nos deseamos las mejores venturas en la vida personal, laboral y social, es saludable meditar y proponernos también ser más tolerantes y flexibles en el trato y comprensión de los demás, al tiempo que intransigentes ante lo mal hecho y las indisciplinas sociales que afean la vida y perjudican el entorno. En fin, llenarnos de buenas acciones.
Estas hacen falta en el trabajo cotidiano para hacer blanco a la eficiencia que reclama la economía cubana en tiempos difíciles y de actualización de su modelo, en todas las ramas; en el aprovechamiento de la jornada, en la responsabilidad y disciplina en cada puesto para rendir al máximo, cumplir con calidad y hacer más con menos recursos, para que la sociedad siga avanzando.
Buenas acciones necesitamos este año entre los trabajadores que prestan servicios en la salud, el comercio, la gastronomía y el turismo para que florezca más la sonrisa, el buen trato y la excelencia en el servicio al cliente, igual en el caso de un nacional que de un foráneo.
Que reine la solidaridad, la cooperación y sucumba el egoísmo en las relaciones entre familiares, amigos, vecinos y compañeros de labor, para seguir unidos forjando esta gran obra colectiva con el rigor de un orfebre y la ternura de un maestro.
Desechemos un poco esa desenfrenada añoranza, en algunos, de poseer lo que no está a su alcance, ni es imprescindible para la vida. Y que piense en su proceder aquel que se siente superior y subestima al prójimo, simplemente por el sitio donde trabaja o las remesas que recibe.
Es pobre de espíritu y de estimación quien así actúe, al ignorar una gran verdad que las personas valen por lo que son y no por lo que tienen u ostentan.
El acercamiento a un tema tan sensible, que no pretende herir susceptibilidades, me hace recordar al sándalo, ese árbol de madera amarillenta, muy olorosa, oriundo de las costas de la India y varias islas de Oceanía, pero con una singularidad que usted apreciará al final de este trabajo y que sería un lindo asombro para los niños y niñas en la aspiración de que crezcan a plenitud.
Porque ‘”el camino es fácil y sin espina para el que hace el bien”, según expresa una frase célebre; anímese a llenarse de buenas acciones y a ser como el sándalo, que perfuma al hacha cuando lo hiere.
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