Aída Quintero Dip
En ocasión de cumplirse el 120. aniversario de la fundación del Partido Revolucionario Cubano, este 10 de abril, escuché unas profundas reflexiones de dos expertos en la vida y obra del Héroe Nacional José Martí: los doctores Pedro Pablo Rodríguez López, investigador titular del Centro de Estudios Martianos, e Ibrahín Hidalgo, investigador auxiliar de esa institución, de la capital cubana.
Rodríguez López, también Premio Nacional de Historia, disertó
en torno a la República nueva que defendía el Apóstol de la independencia de Cuba, cuya misión principal era conquistar toda la justicia, ya que él mismo había advertido que mientras no está conseguida, se pelea.
Yo que tuve el privilegio de ser su alumna en la carrera de Periodismo en la Universidad de La Habana, recordé la vehemencia de sus clases de historia de Cuba, y me sentí orgullosa de verlo tantos años después con su erudición y pasión que le caracteriza al tratar estos asuntos de la historiografía cubana.
Mi profesor significó que el sentido de lo nuevo en la República estaba en que era de paz, de trabajo, de dignidad, de decoro equidad y eticidad.
A organizar la guerra y preparar la República dedicó el Maestro momentos trascendentes de su vida y tuvo la visión de concebirla no como mera forma de gobierno. Era una manera de ser distinta, para llegar a ella había que lograr la unidad y para eso estaba el Partido, dijo.
“Para salvar a las islas del peligro se funda el Partido Revolucionario Cubano, y no para aumentarlas”, también había anticipado el Héroe de Dos Ríos.
En Martí forma una unidad indisoluble el antiimperialismo, antinjerencismo y anticolonialismo a los que le imprime el concepto de independencia absoluta, en opinión del doctor Ibrahín Hidalgo.
El investigador destacó que por eso luchó contra todo género de discriminación, y que en la concepción martiana la mujer tendría su lugar, no podría sentirse desplazada en la nueva República.
Apuntó que el más universal de los cubanos se pronunció con fuerza en el combate contra la discriminación racial, defendiendo la idea de que todos los seres humanos somos iguales; para él era un elemento de división y había que combatirla desde el punto de vista político y legal.
Su antirracismo -insistió Hidalgo- es orgánico y es parte imprescindible de su legado.
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