Aída Quintero Dip
Bienaventurados somos los cubanos de platicar el idioma Español, de tanta riqueza en vocablos, giros y matices, que se extiende hoy por todo el planeta como la segunda lengua más hablada, después del chino mandarín, con cerca de 400 millones de hablantes nativos.
El 23 de abril se celebra el Día Mundial del Idioma Español en honor al escritor Miguel de Cervantes Saavedra, una figura cumbre en la literatura más allá de su lengua materna, que murió en ese mismo día, en el año 1616; autor por demás de una obra insigne, Don Quijote de la Mancha, muy apreciada por su excelente factura.
También, ese mismo día, pero en diferentes años, nacieron otros escritores de talla universal como, por ejemplo, William Shakespeare (en 1564), el peruano Inca Garcilazo de la Vega y Vladimir Nabokov (en 1899.
Ha tenido el hecho tanta connotación que en algunos países se conmemora a la vez el Día del Libro.
Ese idioma llegó al continente americano gracias a los viajes de Cristóbal Colón y a la conquista de América. Cuando se desmoronó el Imperio Romano los pueblos siguieron utilizando el latín pero cada región lo fue adaptando, tanto que aparecieron las lenguas romances o neolatinas.
Es parte de la historia atesorada por nuestra lengua materna, esa que merece ser conocida para reverenciarla, no únicamente a la hora de hablar, sino también de escribir, con el fin de ser entendido por la lógica en el pensamiento y adecuada interpretación, descripción y análisis de textos, exentos de ambigüedades.
Este asunto, además del celo por la ortografía, cobra ahora una importancia vital en las clases desde la Enseñanza Primaria hasta la universidad, un aspecto que desde mucho antes la escuela cubana debía otorgarle rango, pues es inconcebible que un ingeniero, un médico o un profesional ajeno a las disciplinas humanísticas, no sepa escribir correctamente.
El esfuerzo que se hace hoy en los centros educacionales por resolver tal vez cierto bache en la enseñanza general vale la pena, si consideramos que en la misma medida en que los estudiantes lo asimilen y apliquen, repercutirá en la cultura general integral del pueblo, a la que tanto se ha aludido, y el Estado ha invertido.
Por una parte los frutos están a la vista, en el sentido de que Cuba se ha convertido en una universidad -voluntad política por medio-, donde hay derecho a superarse de acuerdo con su interés, capacidad, necesidad y potencialidades.
Si bien hay un trecho grande aún por recorrer, si lo analizamos desde el punto de vista de que no hay plena concordancia entre el nivel de instrucción logrado con el de educación, en algunos casos.
En esa vertiente debe fortalecerse el trabajo en estos tiempos en que se aprecia una positiva transformación de la escuela cubana, que apunta hacia el perfeccionamiento de los contenidos y la calidad y diversidad de conocimientos que el alumno debe adquirir.
Responsables del anhelo de hablar bien y escribir mejor somos todos: padres, madres, maestros, guías de pioneros, periodistas, comunicadores, para ascender en un asunto que concierne a toda la sociedad que saldrá ganando al forjar hombres y mujeres más instruidos y educados.
El idioma de Cervantes tiene su día de celebración a partir del año 1702, pero es prerrogativa de quienes educamos de alguna manera, hacer que todos los días sean para honrar la lengua materna, hablando y obrando sin petulancia, sin arideces, sin sentido acusador; eliminando los espacios donde abundan las palabras obscenas y las agresiones verbales.
Hablando bien y escribiendo mejor, le rendiremos tributo también a esa tradición de pedagogía en la tierra cubana, y en particular la santiaguera, donde no se oculta el orgullo de poseer muy buenos maestros.
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