Aída Quintero Dip
Ese
título de una pieza musical al estilo samba no es un lamento, ni muestra de
nostalgia ni añoranza; es la valía que le otorga a tan tradicional festividad
el renombrado compositor santiaguero Enrique Bonne Castillo, en una de las
obras popularizadas por la orquesta Aragón y que generaciones de santiagueros,
en particular, y cubanos han bailado a
sus anchas.
“El carnaval constituye un
hecho cultural de gran trascendencia para la sociedad cubana; no podemos circunscribir
la palabra carnaval a Santiago de Cuba cuando sabemos que otros lugares del
país como Guantánamo, Manzanillo, San Luis, Palma Soriano, Camagüey y La Habana también realizan
estas fiestas, aunque aquí tienen un
sabor especial, un sentido de arraigo sui géneris”, señala Bonne, el rey del pilón y un fecundo creador de
guarachas.
“Cuando
joven yo lo disfrutaba a plenitud, porque después siempre asumía una labor más compleja, la de participar en su
organización y dirección, además de
experimentar cómo los bailadores se deleitaban con mi música”, señala quien fue
miembro de la Comisión del Carnaval
santiaguero por 29 años, aval suficiente para tener criterios muy sólidos al
respecto.
“Indudablemente
que toda su génesis parte de tres fechas: El 24 de julio, Día de Santa Cristina; el 25, de Santiago
Apóstol, y el 26, de
Santa Ana; en principio fueron las motivaciones esenciales que tuvo el pueblo,
por lo que esta manifestación popular se
convirtió en el embrión de los actuales carnavales santiagueros”.La música de Santiago de Cuba tiene en Enrique Bonne a uno de sus mejores pilares, no hay que buscar la huella de su lírica entre los grandes, en realidad él -a muchos, con esta- los hizo grandes.
Quién no ha disfrutado de sus piezas, algunas memorables:
No quiero piedra en mi camino, Que me digan feo, Se tambalea, Dame la mano y
caminemos, A cualquiera se le muere un tío, Pepe cabecita, en la voz
inconfundible de Pacho Alonso; o por la
orquesta Aragón: Yo no me lo robé vigilante, o la orquesta Estrellas Cubanas:
Niña hipócrita y El que haya pecado que tenga cuidado. Pero también por Fernando Álvarez: Quiero a alguien como
tú; Rosita Fornés: Raro poder; Elena Burke: Te lo dije, te lo dije; y por
Ángel Bonne (su hijo): Usted volverá a pasar.
“El
carnaval de Santiago de Cuba que cristalizó como tal a principios del siglo XX,
no solo ha marcado la disposición de la diversión, sino que ha sido el contexto
propicio para que la cultura como
fenómeno social encuentre una base sólida para su desarrollo popular”, es la
apreciación de este notorio compositor cubano con una vasta trayectoria musical
dentro y fuera del ámbito nacional.
Integrante del Consejo
Nacional de la UNEAC,
de la que es Miembro de Mérito, ha sido,
en varias ocasiones, jurado de los concursos de música popular Adolfo Guzmán y
Eduardo Saborit. Varias condecoraciones sintetizan su útil bregar: Distinción
por la Cultura
Nacional, las medallas Jesús Menéndez de la CTC, y Alejo Carpentier, las
placas José María Heredia, y el Sello de
Trabajador Laureado del Sindicato de la Cultura.
Enrique Bonne Castillo, el típico
campechano, amable y hospitalario que te recibe con una sonrisa a cualquier
hora en la quietud de su hogar, atesora
unas 200 piezas musicales en su carpeta autoral, entre danzones, boleros,
guarachas, sones, canciones, sambas, congas, cha-cha-chá, merengues y montunos.
Muchos recuerdan aquella proeza musical emprendida hace más de 50 años por él, la integración de Los Tambores de Enrique Bonne, un piquete de conga con siete integrantes, para representar su obra en varias orquestas y marcas de discos. Más adelante lo amplía, le incluye chekeré, dos cornetas chinas, y llegaron a contar con 50 miembros. En 1997 realizó con los tambores una gira por Colombia, actuando junto a la orquesta Los Van Van y a Ismael Miranda, de Puerto Rico.
Toda esa historia le sirvió para ser verdadero experto del carnaval como patrimonio de nuestra cultura: “Tienen para mí un valor esencial estas fiestas: ser una de las tradiciones más autóctonas, con el mérito de estar muy arraigadas en el pueblo.
“Nuestra
tierra tiene fama de desarrollar los mejores carnavales de Cuba, con notoriedad
más allá de sus fronteras, pienso que
sin las festividades de julio la geografía de este pedazo de Cuba estaría
incompleta”, sintetiza esta gloria de la cultura nacional que el 15 de junio
arribó a sus 87 años de vida, buen
motivo para seguir reverenciando su vida y su obra.