viernes, 21 de junio de 2013

El Moncada y sus osados asaltantes

Aída Quintero Dip
Cada vez que estamos a las puertas de otro 26 de Julio y el aire de grandeza se enseñorea en mi tierra, recuerdo con más intensidad  el gesto altruista de los hombres y mujeres que vinieron ese día a Santiago de Cuba,  a impedir que el Apóstol de la independencia José Martí muriera en el año de su centenario.
Precisamente nuestro Héroe Nacional había sentenciado, anticipándose como siempre a hechos y acontecimientos de épocas futuras, que el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber.
Memoro entonces los pasos de Fidel, Abel, Raúl, Boris Luis, Tassende, Melba y Haydée, Renato Guitart, Gómez García, Montanés Oropesa, y de tantos otros que del sacrificio y desinterés personal llegaron a la gloria -sin proponérselo- para salvar a la vilipendiada y sufrida nación.  
No hubo mejores intérpretes de ese pensamiento martiano que los afortunados y osados asaltantes al cuartel Moncada,  hijos e hijas iluminados, bajo la guía de Fidel, convencidos de que había llegado la hora de estallar la carga para matar bribones y acabar la obra de las revoluciones, como dejó entrever en encendidos versos el poeta y revolucionario Rubén Martínez Villena.
Otro destacado poeta y escritor cubano, Miguel Barnet, definió en una crónica este hecho con una frase muy pertinente: “Los asaltantes al cuartel Moncada fueron como cimarrones contemporáneos”.
Me gusta la imagen porque sintetiza la continuidad histórica del proceso revolucionario cubano y la razón de su raíz, como un fenómeno auténticamente nuestro.
Y hoy, a la luz de la experiencia, pienso que el 26 de julio de 1953,  simbolizó un acontecimiento cultural trascendente no únicamente para Cuba, sino además para América Latina y el Caribe.
En la literatura nuestra, autores como Nicolás Guillén, José Lezama Lima, Roberto Fernández Retamar, Luis Suardíaz,  Nancy Morejón, Efraín Nadereau y Jesús Orta Ruiz  (el Indio Naborí), escribieron textos categóricos sobre los acontecimientos y los héroes de esa epopeya.
En la plástica, pintores como Fayad Jamís, Raúl Martínez, Adigio Benítez trazaron con sus pinceles obras memorables en torno a esa página de la historia patria. El cartel cubano cuenta con piezas antológicas del diseño universal relacionado con la efeméride.
Así en la danza, en la música y en las restantes manifestaciones artísticas, con el triunfo de la Revolución nos aproximamos a América Latina y el Caribe. Los nombres de Simón Bolívar, Augusto César Sandino, Toussaint Louverture, Marcus Garvey, Antón D. Kom, por solo
citar esos ejemplos, se convirtieron asimismo en símbolos nuestros.
Del fulgor del 26 de Julio nacieron las ideas independentistas de Jacques S. Alexis y Maurice Bishop.
Todas las épocas son difíciles y en esas propias dificultades se crece el hombre. El asalto al cuarte Moncada, a 60 años, fue, es y será, historia y cultura, "ningún enemigo podrá borrar esa luz más allá de la pólvora y el tiempo", como expresó en una ocasión otro poeta con una lírica de altura, santiaguero por demás, Cos Causse.
Es que la historia tiene dos rostros. Uno es el libro que después recoge las verdades y las leyendas de una hazaña del tamaño del Moncada, y el otro, el rostro real y humano que deja el hombre sobre la tierra. Aquella epopeya tuvo  como simiente la pólvora que hace posible la muerte, es cierto, pero  tuvo como sostén  también la voluntad del tiempo que hace posible la vida.




































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