jueves, 19 de marzo de 2015

Ante crisis de valores: demostrar validez de principios éticos



María Elena Balán Sainz
  ¿Por qué no rescatar las mejores costumbres, los hábitos correctos en la mesa, el respeto a las personas adultas y a los  de mayor jerarquía en el trabajo, en los centros educacionales, en la comunidad?
  Constituyen, sin dudas, retos imprescindibles si queremos demostrar la validez de principios éticos ante la crisis de valores.
  Cuba forma parte de un mundo globalizado que no está exento de un buen número de  lastres, pero no por ello se debe aceptar con resignación las indisciplinas, transgresiones del orden, la descortesía, la vulgaridad. Al contrario, se requiere acondicionar pilares estructurales de la sociedad como la educación, la cultura y la economía.
  Antes era muy común escuchar al referirse a una persona: “Es de buena familia” y no porque tuviera recursos ni confort, sino porque daba gusto escucharla, departir con ella, tenerla como amiga, tal era el enriquecimiento espiritual que transmitía.
  La escuela tiene su rol, es cierto, pero resulta imprescindible la otra contraparte, la del hogar, a las cuales deberá sumarse el mensaje de los medios de comunicación, con sistematicidad y llamando a las cosas por su nombre.
  Cada día habrá que realizar acciones educativas para ir salvando a la sociedad de ese marasmo y no pensemos que caerán en saco roto, porque algún que otro oído receptor las irá asimilando.
   Dirigirnos con los recursos disponibles, bien sea cara a cara, mediante la presión social de la comunidad, o con trabajos periodísticos a quienes mantienen actitudes individualistas, de descortesía y poco respeto hacia los demás, y no interiorizan la trascendencia de sus hechos.
  Con las familias habrá que ejercer influencia para que den mejores ejemplos a los descendientes y se abstengan de tomar posturas ofensivas cuando algún vecino les prevenga o les pida por favor bajar la música y no  tirar a la calle los desperdicios de comida y basura.
  El “sálvese quien pueda” instituido en algunos segmentos de la sociedad en los últimos años debe dar paso a la cortesía, la cordialidad, el respeto hacia los demás, bien sea al tomar un ómnibus o en la cola para comprar papa, tan recurrente por estos días en la capital del país, y donde generalmente se burlan turnos, sin respetar el derecho de quienes están al lado.
  Esos individuos transgresores de los buenos hábitos se mezclan en el mar de personas que caminan por las calles, entre aquellas cuidadosas de mantener el lugar en la fila para adquirir un artículo, o echar la latica o la jaba en el contenedor de basura.
  Pueden los buenos ejemplos lograr en alguna medida, aunque sea mínima, ir suturando esas grietas e influir en el rescate de las buenas costumbres.
 No vale asumir posturas de resignación, todo lo contrario, si queremos lograr una mejor convivencia debemos ante crisis de valores, demostrar validez de principios éticos.

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