sábado, 7 de marzo de 2015

Chávez, el llanero millonario



Jorge Legañoa Alonso
Hugo Chávez Frías fue un millonario jurado, “forrado” en amor, mas no en dólares, como quisieron hacernos creer sus enemigos. Fue el millonario  enriquecido con los afectos y quereres de los seres humanos que en Venezuela y el mundo lo siguieron, rieron y lloraron.
Aún hoy, dos años después de su muerte aquel cinco de marzo pasadas las cuatro de la tarde, millones continúan viviendo a través de su pensamiento y legado bolivariano, que dejó una huella en el corazón de muchos.
Chávez hizo de las cifras empeño y sacrificio: millones fueron alfabetizados con el método “Yo sí puedo”; millones recuperaron la visión gracias a la “Misión Milagro”; millones son las consultas y medicamentos accedidos mediante “Barrio Adentro”, otras cantidades de personas recibieron alimentos, asistencia, ayuda y educación superior.
Y es que detrás de cada número, el “arañero de Sabaneta”, como él mismo se definía, veía corazones que regresaban a la esperanza, después de décadas de miseria y desprotección de los gobiernos de la  IV República.
Desde su alma profunda y noble de los llanos venezolanos, el Comandante-Presidente de los pobres, entregó su vida por las causas más justas y nobles, no solo de su país, sino también de América Latina.
Telúrica y sublime fue su acción política y humana, digna solo de los grandes patriotas  que luchan por las causas más nobles de la humanidad, junto con sus pueblos, y ser hacedores de una obra de justicia.
Incansable, Chávez fue el hombre de los millones de abrazos; los daba, recibía, y compartía el jolgorio y la tristeza de mujeres, niños y ancianos.
Cada día, por donde pasaba como un huracán, hacía sentir su presencia, como aquel poema de Alberto Arévalo Torrealba, “Por aquí pasó”. Y tal como lo recitaba, hoy el pueblo  canta al Bolívar del siglo XXI:
“Por aquí pasó compadre, / hacia aquellos montes lejos. / Por aquí, vestido de humo, / mi general que iba ardiendo, / fue un silbo de tierra libre / entre su manta y sus sueños. Por aquí pasó compadre, / hacia aquellos montes lejos”.
Ahora se escucha en el mundo: “¡Por aquí pasó, Chávez, compadre, hacia aquellos montes lejos! / Artista labrando pueblos, / Hombre retoñando patrias / Picando glorias, ¡tropero!…”
Orgulloso de su llano querido, de la Barinas natal de sus amores, gritaba a los cuatro vientos su esencia sencilla, “pata en el suelo” como nació y orgulloso de serlo. Su nave zarpó de esta vida dejando una ruta que el pueblo corea con fuerza: ¡Chávez vive, la lucha sigue!
En Cuba vivimos al Hugo amigo, el mejor de todos, el incondicional con esta Isla, con Fidel, a quien nunca se le vio reír tanto como cuando compartían sueños.
En una carta hermosa de hace algunos años, el líder de la Revolución bolivariana, al final, luego de su firma y un ¡Hasta la victoria, siempre! de esos que calan, escribió de su puño y letra:
“Hace poco, en medio de circunstancias muy difíciles, llegué a La Habana como a la media noche, procedente de Caracas. Y de inmediato, el mensaje de Fidel: ‘Díganle a Chávez que yo estaba en Venezuela y acabo de llegar a Cuba’. Así somos…”
Y es que así son esos dos  hombres: dos “diablos”, como el líder venezolano los calificaba.
Su humildad y humanidad –a prueba de balas– hizo que un pueblo millonario lo siguiera desde aquel “por ahora” del levantamiento militar del 4 de febrero de 1992.
Un ser excepcional. Siempre con su tacita de café cerca y su mano por encima del hombro de cualquier necesitado. Como aquella tarde, que caminando por los alrededores de Miraflores, en busca de espacios para construir nuevas viviendas, se encontró con un joven de la calle, alcohólico, y allí se paró a escuchar de su vida y a tratar de convencerlo de que se dejara ayudar.
Chávez está en cada obra justa que emprendió o soñó, con la fuerza de millones, está en cada persona que salió de la pobreza durante sus 14 años de gobierno. Chávez son millones de manos que rezaron para que “Diosito me lo sane”.
Aun cuando no está más entre nosotros, con su voz de Comandante, la pelea del pueblo bolivariano no termina, continúa todos los días, porque Chávez enseñó a su gente a ser Chávez.
Porque se fue invicto, Hugo Chávez seguirá siendo para todos el llanero millonario, el de las cientos de bromas, el que cantaba mal, pero bonito, porque lo hacía con el corazón, el cuentero de pura cepa que sembró el chavismo en multitudes de almas.

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