Gloriadelys Wright Hernández
“Yo soy café con
leche clase B”, así se clasificaba Mavy cuando su color de piel negra suscitaba
al debate entre sus amigos del preuniversitario; “¿java'o yo, tú ves
bien? Mírame, tremendo mulato”, decía Carlos mientras otros se burlaban por el
amarillo opaco que cubre su cuerpo; sin embargo, no solo eran ellos los
aludidos.
En el mismo grupo, Jorge, de tez blanca y pelo negro, exigía que le llamaran trigueño porque “Colora´o”, como le apodaban, alejaba a las chicas y lo excluía de los equipos deportivos, mientras que Raúl, mestizo y con ojos verdes, contaba siempre que su carné de identidad tenía un error en la casilla Piel.
Lo cierto es que el tema racial en la vida de muchas personas resulta motivo de controversia o polémica, aunque decirles racistas evocaría a una querella mayor, pero no es el objetivo.
En Cuba, la diversidad está presente en todos los lugares, no obstante, frases burlonas y actitudes degradantes viajan de generación a generación; miradas lascivas a veces se proyectan contra lo diferente y apatías sin motivos se arraigan en familias para completar la ecuación.
Por estos, y por muchos otros hechos que la historia relata, como la matanza de Sharpeville, en Sudáfrica, cuando en 1960 un grupo de negros fue asesinado brutalmente al protestar contra el apartheid, se declaró el 21 de marzo como el Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial.
Al respecto, el destacado líder de ese país y defensor de los derechos humanos, Nelson Mandela, expresó: "He luchado contra la dominación de los blancos y contra la dominación de los negros. He deseado una democracia ideal y una sociedad libre en que todas las personas vivan en armonía y con iguales oportunidades. Es un ideal con el cual quiero vivir y lograr".
Y vivió lo suficiente para ver la coexistencia pacífica entre los ciudadanos de esa nación africana.
Pero recordemos que mucho antes, en el llamado viejo continente, la búsqueda y predominio de la raza aria, “la perfecta”, conllevó al exterminio de alrededor de 12 millones de personas, en su mayoría judíos, prácticamente un país completo.
A raíz de la fecha, la Organización de las Naciones Unidas envió un mensaje, en el que uno de sus párrafos señala:
“Hemos sido testigos del final del colonialismo, el desmantelamiento del apartheid y el surgimiento de un movimiento mundial en favor de la igualdad. Sin embargo, como demuestran la historia y la realidad actual, la discriminación racial sigue representando un verdadero peligro”.
En la misiva, la ONU instó a las naciones a ratificar la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial, pues “la paz duradera solo puede basarse en la premisa de que todas las personas son iguales en derechos y dignidad, independientemente de su origen étnico, género, religión o condición social o de otra índole”.
Este año el mundo celebra el Decenio de los Afrodescendientes, y aunque en Cuba un estudio del Centro Nacional de Genética Médica reveló que el 72 por ciento de los genes de la población cubana actual proviene de ancestros europeos, aquí “el que no tiene de congo tiene de carabalí”, como aseveró el reconocido etnólogo Don Fernando Ortiz.
A pesar de que los imaginarios sociales y estereotipos son difíciles de cambiar, ser negro, mestizo o blanco en la mayor de las Antillas no diferencia los derechos y obligaciones de cada persona, porque lo esencial, como dijera el líder histórico de la Revolución Fidel Castro, es que “somos una sola raza, la humana”.
En el mismo grupo, Jorge, de tez blanca y pelo negro, exigía que le llamaran trigueño porque “Colora´o”, como le apodaban, alejaba a las chicas y lo excluía de los equipos deportivos, mientras que Raúl, mestizo y con ojos verdes, contaba siempre que su carné de identidad tenía un error en la casilla Piel.
Lo cierto es que el tema racial en la vida de muchas personas resulta motivo de controversia o polémica, aunque decirles racistas evocaría a una querella mayor, pero no es el objetivo.
En Cuba, la diversidad está presente en todos los lugares, no obstante, frases burlonas y actitudes degradantes viajan de generación a generación; miradas lascivas a veces se proyectan contra lo diferente y apatías sin motivos se arraigan en familias para completar la ecuación.
Por estos, y por muchos otros hechos que la historia relata, como la matanza de Sharpeville, en Sudáfrica, cuando en 1960 un grupo de negros fue asesinado brutalmente al protestar contra el apartheid, se declaró el 21 de marzo como el Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial.
Al respecto, el destacado líder de ese país y defensor de los derechos humanos, Nelson Mandela, expresó: "He luchado contra la dominación de los blancos y contra la dominación de los negros. He deseado una democracia ideal y una sociedad libre en que todas las personas vivan en armonía y con iguales oportunidades. Es un ideal con el cual quiero vivir y lograr".
Y vivió lo suficiente para ver la coexistencia pacífica entre los ciudadanos de esa nación africana.
Pero recordemos que mucho antes, en el llamado viejo continente, la búsqueda y predominio de la raza aria, “la perfecta”, conllevó al exterminio de alrededor de 12 millones de personas, en su mayoría judíos, prácticamente un país completo.
A raíz de la fecha, la Organización de las Naciones Unidas envió un mensaje, en el que uno de sus párrafos señala:
“Hemos sido testigos del final del colonialismo, el desmantelamiento del apartheid y el surgimiento de un movimiento mundial en favor de la igualdad. Sin embargo, como demuestran la historia y la realidad actual, la discriminación racial sigue representando un verdadero peligro”.
En la misiva, la ONU instó a las naciones a ratificar la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial, pues “la paz duradera solo puede basarse en la premisa de que todas las personas son iguales en derechos y dignidad, independientemente de su origen étnico, género, religión o condición social o de otra índole”.
Este año el mundo celebra el Decenio de los Afrodescendientes, y aunque en Cuba un estudio del Centro Nacional de Genética Médica reveló que el 72 por ciento de los genes de la población cubana actual proviene de ancestros europeos, aquí “el que no tiene de congo tiene de carabalí”, como aseveró el reconocido etnólogo Don Fernando Ortiz.
A pesar de que los imaginarios sociales y estereotipos son difíciles de cambiar, ser negro, mestizo o blanco en la mayor de las Antillas no diferencia los derechos y obligaciones de cada persona, porque lo esencial, como dijera el líder histórico de la Revolución Fidel Castro, es que “somos una sola raza, la humana”.
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