sábado, 4 de abril de 2015

Equipo grande, bendecido



Aída Quintero Dip
  Desde hace unos días quiero escribir estas líneas para profesar mi cariño y admiración al sorprendente equipo de pelota de la Isla de la Juventud, que me hizo vivir jornadas inolvidables por los juegazos que defendió como todo un consagrado en nuestro deporte nacional.
  El elenco ya estaba haciendo historia al pelear con garras y estar entre los primeros clasificados para los cuartos de finales, pero afianzó su clase y probabilidad de llegar a la cima cuando fuera de todo pronóstico barrió con un encumbrado Industriales, nada menos que en su feudo del Latinoamericano.
 Me esperaba otra hazaña en la que pocos habían pensado: ganar tres juegos seguidos en su estadio de la Isla al poderoso e inspirado equipo de Matanzas, el que mejor jugó durante todo el campeonato y que no quería ceder el primer lugar conquistado durante casi toda la serie.
  Feliz disfruté esos desafíos de un equipo que no estaba entre los considerados cuatro grandes (Industriales, Pinar del Río, Villa Clara y Santiago de Cuba), pero que ya se ganó este calificativo y se engrandece ante los ojos de los amantes del béisbol, como también los otros tres grandes de esta temporada: Matanza, Ciego de Ávila y Granma.
  Sentí la alegría que destilaban los peloteros en cada juego, el deseo de darlo todo en el terreno y compartí con cada uno la felicidad de la victoria y de la clasificación para el play off final.
  Abracé desde mi balance frente al televisor a Michel Enriquez, la proa insignia  del velero pinero, a todos los atletas, a sus parciales que lo apoyaron desde las gradas, desde cada casa y cada calle.
  Disfrute los batazos, los jonrones, los excelentes lances,  el buen pitcheo de Aguilera y Héctor Mendoza, en particular. Me parecía que estaban hechos para hacer ese juego de altura, de consagrados, de bendecidos.
  Agradecí  los juegos que pelearon en extrainning  con garras y con amor, una lección de los que nunca ceden, de los que nunca se rinden.
   Lo dijo su director, José Luis Rodríguez Pantoja, gane quien gane,  si lo hacemos bien, si la gente nos disfruta, no habremos defraudado y nos recordarán, más que por ser campeones, por no cejar en el intento.
   Ese espíritu, esa fuerza, los hace casi invencibles.
  Ahora estoy en dos aguas, o entre dos fuegos más bien,  porque también admiro al equipo de Ciego de Ávila, un elenco completo, que ya ha saboreado el oro de los campeones, que se privilegia de su excelente pitcheo, impecable defensa y de muy buenos bateadores.
  Simpatizo mucho con Roger Machado, su manager, a quien deseé que sus pupilos le regalaran por su cumpleaños la clasificación y así fue. La felicidad que inundó ese 31 de marzo al estadio José Ramón Cepero, llegó hasta mí.
  Solo espero que gane el mejor, el que más se luzca en el terreno de juego, el inspirado y ya grande Isla de la Juventud o el regio y sólido Ciego de Ávila,  y se mantenga la disciplina que ha caracterizado esta serie final por la corona de la pelota cubana.

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