miércoles, 29 de abril de 2015

Profusas y elegantes, las palmas reinan en el paisaje cubano




   
                                                      Luz Marina Fornieles Sánchez
  Qué decir de las palmas que baten su penacho libre al viento, en un vaivén que provoca una sana envidia.
   En Cuba conviven unas 90 especies y una de ellas- la palma corcho- está considerada un fósil viviente. Resultan muy profusas en la geografía insular, elegantes y con múltiples usos. No por gusto es el Árbol Nacional y una palma real aparece en el escudo patrio.
   A lo largo del país desde el Cabo San Antonio, su extremo más occidental, hasta el más oriental, la punta de Maisí, se van viendo en grupos, parejas o aisladas. Tienen la peculiaridad de vivir en diversidad de ecosistemas, de ahí que se les pueda encontrar insertada en varios tipos de bosques y en las sabanas también.
   Constituyen, sin lugar a dudas, el sello más característico del paisaje en países que, como el nuestro, se encuentran situados al norte y sur del Ecuador, entre los Trópicos de Cáncer (por el norte) y de Capricornio (por el sur). Muy contados son las especímenes que se extienden más allá de esos límites, según afirman los expertos.
  Las he admirado en mis andanzas por la campiña cubana, un trozo de la cual me las recuerda siempre en una jarra de adorno, ilustrada con una imagen salida de la excelencia del pincel de Esteban Chartrand.  El admirado souvenir ocupa un espacio en mi mesa de trabajo, muy cerca de la inseparable computadora.
  Sus hojas sirven para dar sombra al tabaco y techar las viviendas, el tronco proporciona tablas para casas y muebles, la parte ancha de las hojas (yaguas) se utiliza para envasar el tabaco en rama y de sus frutos  -llamados palmiche- se alimentan los animales, entre ellos los cerdos.
  Dentro de sus cualidades  se mezclan lo utilitario con la hidalguía de su presencia y por ello constituyen un símbolo de auténtica cubanía.
 Las palmas fueron testigos de los combates de los mambises en las guerras del 1868 y 1895 y de la epopeya más reciente del Ejército Rebelde; y todavía aún hoy  -y por siempre- forman parte de las bellezas del paisaje antillano. 

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