martes, 14 de abril de 2015

La devoción por servir de las mujeres


Aída Quintero Dip
 Juicios que reconocen la valía de mujeres de diversos oficios, profesiones y sectores de la sociedad como futuras delegadas de circunscripción, prevalecieron  en el proceso de nominación que concluyó satisfactoriamente en Cuba, con motivo de la constitución de las Asambleas Municipales del Poder Popular.
  La provincia de Santiago de Cuba refleja fielmente esa realidad, si se aprecia que fueron propuestas mil 007, para el 38 por ciento de los nominados, resultado que rebasa el de los comicios precedentes en 2011.
  Hay claridad de que no se trata de respaldar un protagonismo a ultranza de las mujeres,  por el único hecho de serlo,  sino por las pruebas de  su aptitud y sólidos aportes en la vida política, social y económica como entes claves en el proceso revolucionario en la Isla.
  Otro punto a su favor radica en el hecho de que las hayan escogido ante la gran cantera de personas distinguidas, con méritos y condiciones para asumir la responsabilidad.
  Sólidos argumentos reafirman ese sitio ganado en un territorio como el santiaguero, donde casi la mitad de la población está integrada por féminas, quienes constituyen  el 43 por ciento  de la fuerza empleada en el sector estatal civil, donde incluso han ocupado puestos no tradicionales, en los cuales se pensaba erradamente que no podían dar la talla.
  Un dato que inclina la balanza hacia ellas está en que representan más del   68 de los técnicos de nivel medio y superior y 50 por ciento  de los dirigentes, logro que echa por tierra tabúes y prejuicios que frenaban su quehacer, amén de lo mucho que queda por transitar en ese terreno.
  En los criterios emitidos sobre las del mal llamado sexo débil,  en este proceso eleccionario,  coincidieron en destacar   la disciplina que las caracteriza, la responsabilidad ante el cumplimiento de las tareas,  el nivel cultural y de instrucción, y su vocación por servir al pueblo.
  También argumentaron en torno a su sensibilidad ante los problemas que   atañen a la comunidad  y capacidad de persuadir  y aunar voluntades  para   acometer cada empeño y contribuir a la solución de las dificultades como una familia, en colectivo.
  Las santiagueras, por ejemplo,   han forjado en estos años un   aval  de consideración,  revelando que son muy capaces en diversos frentes, incluso estratégicos, de una Revolución que las ha enaltecido, dignificado y les viabilizó el ejercicio de todos sus derechos.
  Hoy ocupan un lugar de privilegio en el  fomento de valores en las nuevas generaciones,  principalmente en funciones de maestras y profesoras, ya que son mayoría en ramas claves como la educación  y también la salud pública, o sencillamente como madres y abuelas.
  Alzando la voz durante 16 años para que se hiciera justicia en el caso de los Cinco antiterroristas cubanos, las encontramos en cada pedazo de la geografía, y con similar estoicismo se hallaron en la primera fila de tareas de prioridad como la producción de alimentos.
  Han marchado a tierras hermanas a cumplir misiones de colaboración en el campo de la educación, el deporte, la salud, la cultura y la ciencia, con el único interés de servir a sus congéneres.
  Tales muestras confirman la existencia de cimientos bien enraizados y profundos para defender su mayor promoción  en las estructuras representativas del Estado, entre ellas las asambleas Provincial y Nacional del Poder Popular, donde ocupen escaños como diputadas.
   Si aún con los méritos y capacidades expresados por las mujeres, no han sumado más en el Gobierno local durante varios mandatos, es necesario reflexionar sobre   patrones  discriminatorios que han incidido tradicionalmente para que su presencia se vea limitada, incluyendo disponibilidad de tiempo para asumir funciones de carácter público.
  Evidentemente, no obstante su nivel de instrucción y logros profesionales, todavía están ligadas a obligaciones domésticas y familiares, con una sobrecarga de trabajo y esfuerzo que influyen en el campo electoral.
  Pero deviene cierto también que se van borrando vestigios ancestrales que las limitaban, y al elegirlas prevalece el reconocimiento, aun cuando es preciso que más accedan a los cargos de toma de decisiones.
  A pesar de todo, la presencia femenina en los órganos locales del Poder Popular, desde los primeros sufragios generales en Cuba, en 1976, ha ido creciendo, indicios de que prevalecen las ideas de Fidel Castro y Vilma Espín, ardientes defensores de sus derechos y participación multifacética en la sociedad.

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