martes, 13 de junio de 2017

Maceo y Che en las espirales del tiempo

Martha Gómez Ferrals
   Coincidencias fortuitas de la vida hicieron que los natalicios de dos grandes próceres: Antonio Maceo y Grajales (1845-1896) y Ernesto Guevara de la Serna (1928-1967) se conmemoren cada año el 14 de junio.
   Sin embargo, aunque vinieron a la luz en naciones y épocas diferentes, la talla y el desempeño de ambos hombres los vincularon fuertemente a la historia del pueblo cubano e incluso de Latinoamérica, y aquí se les recuerda en esa fecha con gratitud y admiración por sus ejemplos de lucha y lecciones de antimperialismo.
   Antonio Maceo nació en Santiago de Cuba, fue uno de los próceres más connotados y jefe de las huestes de combate mambisas en las contiendas liberadoras del 68 y el 95, hasta su muerte en combate el siete de diciembre de 1896, en la región occidental de Punta Brava.
   Ernesto Guevara, argentino de nacimiento y también cubano por convicción, participó en la última campaña liberadora de Cuba, contra la tiranía de Fulgencio Batista, luego de incorporarse en México a la expedición del yate Granma,  que en 1956 llegó a las costas cubanas para reiniciar las luchas lideradas por Fidel Castro.
   Las montañas de la oriental Sierra Maestra vieron crecer al Che como guerrillero y comandante del glorioso Ejército Rebelde, donde se ganó la admiración, el respeto y el cariño con que siempre lo ha pensado el pueblo antillano.
  Hoy descansa en la ciudad de Santa Clara, en honor a la gran batalla que dirigiera a fines de 1958 para contribuir a dar el golpe de gracia a la dictadura. Su ejemplo es uno de los más entrañables y cercanos.
  Ambos dieron probadas muestras de valor y arrojo en el combate, alcanzaron sobresalientes grados militares y protagonizaron similares campañas de combate dirigidas a extender la lucha por la victoria definitiva, de oriente a occidente.
  El recorrido del Che Guevara estuvo inspirado en la legendaria hazaña del Titán de Bronce. Maceo fue un jefe militar de brillante estrategia, reconocida incluso por sus enemigos y el primero de los valientes en cada combate. Consta que el Che, muchos años después,  supo rendir tributo al prócer cubano, a quien admiraba.
   Ambos eran hombres guerreros, de pericia militar adquirida en la práctica, pero también de un claro pensamiento radical, honesto, intransigente, como el que existe en los revolucionarios de cepa buena.
   Maceo dejó claro en su tiempo, ante comentarios sobre una posible anexión de Cuba a Estados Unidos, cuando afirmó que aunque lo creía imposible, si ello ocurriera era el único momento en que se pondría de parte de España.
   Su verticalidad y valor también brillaron en la Protesta de Baraguá, frente a la capitulación mambisa de 1878 y desde allí lideró las razones y voluntades de los patriotas decididos a continuar la lucha. Lamentablemente esa campaña libertaria estaba herida de muerte por profundas causas y no pudo continuar.
   El Che Guevara fue consecuentemente antimperialista mediante su lucha constante por sus formas de dominación en el mundo y en especial en América Latina. Su caída en suelo boliviano el nueve de octubre de 1967, por la libertad de ese hermano país, también devino un reflejo de sus convicciones.
Ya antes, en Cuba, había recomendado a los jóvenes no confiar nunca en el imperialismo “ni tantito así”.
   Aunque murió tempranamente no solo tuvo tiempo de participar en la última lucha liberadora, ayudó al pueblo cubano al proceso constructor de los primeros años de la Revolución, a solventar los obstáculos de la guerra fría, la Crisis de Octubre y la invasión a Playa Girón. Su legado, como el de Maceo, es inolvidable y considerado decisivo en el rumbo de la historia nacional.
   Maceo recorrió varios países latinoamericanos, se estableció en Costa Rica y manifestó su deseo de contribuir a la liberación de Puerto Rico, una vez su patria liberada.
   Del Che, por su cercanía en el tiempo, se conoce más de su vocación y su destino latinoamericanista e internacionalista.
   Por eso, cada 14 de junio es una fecha memorable para celebrar esas vidas, además de recordar su huella profunda y su influencia perdurable en el temple y en el carácter nacional.

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