Aída Quintero Dip
Un ambiente
patriótico, de historia viva, rodeó desde la cuna a la santiaguera Martha
Hernández Cobas, quien residía frente a la casa de los hermanos Marañón,
mártires de la Revolución; su padre era miembro del Movimiento 26 de Julio y el
abuelo del Partido Socialista Popular.
Tal simiente resultó
vital en su formación, su primera escuela que justifica la predilección por la
carrera de Historia que cursó en la Universidad de Oriente, desde donde egresó
en 1981 para convertirse en una reconocida profesional.
Su hermana María
Isabel se había graduado de esa especialidad en el pedagógico y ella quería
seguirle los pasos, a pesar del deseo de su madre de que estudiara Medicina,
rama que escogió la otra hermana, entonces la familia quedó complacida.
Al morir su
progenitor, siendo ella una niña, los domingos visitaban asiduamente el
cementerio Santa Ifigenia a ponerle flores como expresión de respeto y cariño;
y así comenzó Martha a venerar a José Martí, Carlos Manuel de Céspedes, Mariana
Grajales y otros tantos patriotas y héroes que atesora el camposanto.
Cuando se estrena en la vida laboral no se
vincula a la historia, la ubican en la Casa de la Cultura de Siboney, pero al
reencontrarse con una colega de estudios,
esta le enseñó el camino para integrarse como especialista al equipo del
museo del carnaval, que dirigía el destacado intelectual Joel James.
“Llegué a ser
directora de la institución y me entregué con ímpetu al fascinante mundo de la
historia mediante diversos cursos de posgrado y de museología, que me dieron
una formación tremenda para trabajar con el público, hasta que empecé a dirigir
el Centro Provincial de Patrimonio.
“Tuve la gran
posibilidad de desempeñarme al lado de Arturo Duque de Estrada, quien presidía
la Comisión provincial de Monumentos, un hombre sensible, amante de la misma
historia que hizo con su coraje; fue el secretario de Frank País en tiempos de
la lucha clandestina, y yo aprendí tanto de él que le agradecí siempre.
“Otro nombre
imprescindible en mi vida es Angélica Miyares Ruiz, quien me inculcó el rigor
en la investigación histórica, preocupada por la superación constante, una
forjadora de valores, de la ética, la conducta, el conocimiento y hasta del
porte y aspecto”.
A Martha la
reconocen hoy como una apasionada amante de la historia Patria, que la domina
al dedillo, con una capacidad innata de transmitir emoción cuando rememora o
explica acerca de hechos y personajes que dieron gloria a la nación.
“En mi condición de
especialista de la Oficina del Conservador de la Ciudad soy una de las guías
del cementerio Santa Ifigenia, un privilegio que me ha permitido atender a
personalidades y delegaciones de alto nivel que van a rendir tributo a nuestros
muertos amados.
“Yo siento un amor
muy grande por ese sitio sagrado, si nosotros no cuidamos a nuestros muertos,
si no perpetuamos su legado, ¿quién lo va a hacer?”, se pregunta Martha
convencida de la trascendencia de su labor.
Hay momentos que la
han marcado como 1995, centenario de la caída en combate de José Martí, cuando
se hace la primera restauración capital del mausoleo que atesora sus restos; y
la realización del nuevo guión museográfico y museológico del museo Emilio
Bacardí, primero fundado en Cuba, tras varios años cerrado.
Otros hechos que
recuerda en sus 20 años de faena relacionada con el patrimonio funerario es la
identificación de personas enterradas, de las cuales no había documentos por lo
que hubo que buscar a forenses y familiares para colocarlas en sitios
destacados, como es el caso del trovador y compositor prolífero Antonio
Fernández Ortiz, Ñico Saquito.
“Y cuando se estaba
haciendo el Sendero de los trovadores y restauraban las tumbas de Pepe Sánchez,
Ñico Saquito, Miguel Matamoros y Emiliano Blez tuve la posibilidad de
intercambiar varias veces con el Comandante de la Revolución Juan Almeida, me
impregnó su sensibilidad, preocupado por mejorar el cementerio, y la vida y
condiciones de los trabajadores.
“La última visita
del Comandante en Jefe en 2006 la tengo grabada en mi corazón, lo acompañaba
Ignacio Ramonet que preparaba su libro Cien horas con Fidel; nunca pensé que un
día tendría el doloroso deber y privilegio de hablar del gran significado de su
vida y de su obra desde el modesto monolito que guarda sus cenizas”, refiere la
historiadora con emoción.
Ella guarda con celo
el testimonio más reciente: la visita de Rafael Correa, ex presidente de
Ecuador, quien tras el homenaje a dos de los padres fundadores de la nación
cubana: Martí y Fidel, quiso quedarse solo unos 15 minutos para que le
explicara más detalles de ese altar de la Patria, de ese museo a cielo abierto.
“El tiempo transcurrió
y se convirtió en una hora, Correa quería saber más y más del sagrado lugar,
estaba impresionado. Fue a la tumba de Frank, a la de Compay Segundo y me
confesó que amaba los cementerios porque nació al lado del de Guayaquil, allí
jugaba desde muchacho y después iba a rendir tributo a familiares y amigos”.
Martha ha
representado a Cuba en eventos de la red de cementerios patrimoniales
latinoamericanos en Perú, Colombia y México, donde han cautivado sus
exposiciones del camposanto santiaguero que con mucho orgullo ha defendido y
divulgado más allá de las fronteras nacionales.
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