AÍDA QUINTERO DIP
Mangos de Baraguá es mucho más que un entrañable sitio de la historia, donde el 15 de marzo de 1878 se alzó la voz de Antonio Maceo para que la dignidad de Cuba ascendiera a estatura universal.
Ese nombre no envejece; trasciende, se ha convertido en símbolo por ser expresión del arraigado sentimiento patriótico de un pueblo.
La sabia advertencia de Maceo de no queremos paz sin independencia, está incólume, como si estuviera recién estrenada.
No había mejor escenario para que la historia lo escogiera otra vez -el 19 de febrero del 2000-, cuando miles de compatriotas, en combativa tribuna, exigieron la devolución al seno de su familia y de la Patria de un niño secuestrado en las entrañas del monstruo.
Desde esa fecha, Baraguá es aún más imprescindible, referencia, parte decisiva de una Batalla de Ideas que se hizo juramento para todos los tiempos, contra la que se estrellan armas tecnológicas, militares o científicas, el monopolio de los medios de comunicación y el poder político y económico del imperio.
Sin precedentes en la historia por lo sorprendente y novedosa, se desató una ofensiva de pueblo y de pensamiento, ya que en ninguna época se entabló semejante conciencia en el campo de ideas y de la ética de un poderoso imperio y una nación pequeña pero valiente, a solo 90 millas de sus costas.
Los cubanos juraron defender, bajo cualquier circunstancia, su derecho a la paz, a la vida, al desarrollo, el respeto a la soberanía y a sus intereses más sagrados. Por su cumplimiento, se ha obrado con inteligencia y sin tregua, pero el combate continúa.
Prometieron luchar -y así lo han hecho- contra las agresiones y amenazas a la seguridad nacional y los actos de terrorismo; el bloqueo y la guerra económica, los planes de subversión, diversionismo ideológico, sabotaje y desestabilización interna.
Como consecuencia de lo jurado, ante la gloria inmortal de Maceo y sus compañeros de armas, desde el mismo sitio donde partió, el 22 de octubre de 1895, la invasión de Oriente a Occidente, se ha profundizado en una más sólida conciencia revolucionaria, en el logro de elevados conocimientos y una más amplia cultura general e integral a favor del pueblo.
El juramento de Baraguá es mucho más que deber y compromiso con el presente y el porvenir; como documento de alta prioridad y vigencia, por su valor estratégico y como texto de perenne consulta, se ha convertido en un modo de ser y de actuar, de acuerdo con las exigencias del momento que vive hoy Cuba.
Con el machete salvador e ideas de meridiano filo del General Antonio Maceo en lo más alto de la conciencia nacional, muy cohesionados los veteranos y los pinos nuevos, seguiremos abriéndole caminos al sol. Es el tributo del pueblo en el 115 aniversario de la pérdida de su más bravo gladiador.
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