Aída Quintero Dip
Amores que conmueven, que sufren la separación y añoran el reencuentro; vencen adversidades y transpiran esperanza; provocan lágrimas y alegrías; ejemplos de lealtad y sacrificio por la felicidad de los demás; forjadores de virtudes en la distancia; así son los amores de Adriana y Gerardo, Olga y René, Fernando y Rosa Aurora, Elizabeth y Ramón que han dejado de ser íntimos, de ellos mismos, para hacernos sus cómplices.
Emocionante hasta sentir el pecho apretado y el corazón sin aliento fue escuchar sus voces este 14 de Febrero, su mensaje de amor y nostalgia por la ausencia de la mujer amada, sus canciones predilectas, y saber otra vez y otra vez cuánto aman, cuánto añoran, cuánto luchan, cuánto esperan, cuán altruistas son nuestros Cinco hermanos.
Enternecedor fue confirmar nuevamente de qué madera están hechas estas heroínas, Marianas de estos tiempos, mujeres a la altura de sus héroes, que como esposas siguen forjando a los hijos que han crecido sin la presencia tan importante del padre. Y Adriana y Rosa Aurora que duelen mucho más porque no han podido engendrar el milagro de la vida.
Podrían parecernos leyendas normales de enamorados, pero estas tienen un hálito de grandeza, de lo sublime; se alimentan de cartas, poemas, llamadas telefónicas, retratos, se nutren de la savia de la solidaridad de un pueblo que está de su lado y de amigos que los apoyan. Es una causa que merece el triunfo.
Todas las separaciones duelen, pero tal vez la que más lágrimas provocó fue la de Adriana porque contra su Gerardo se ha ensañado la crueldad del imperio, su odio hacia la Revolución cubana. “Por eso en este día de felicidad, romance y regalos no encuentro mejor obsequio para ti que ofrecerte mi futuro, porque ya eres dueño de mi pasado y de mi presente”.
Agradezco a la Televisión cubana el especial regalo de este 14 de Febrero, Día de los Enamorados, al ofrecernos ese pedazo de historias de amor de los Cinco tan puro, humano, todo entrega. Ojalá nunca les falte “Una luz en la oscuridad”, como la de Radio Rebelde, que alienta de manera singular a estos novios, amantes, enamorados de la vida, dignos de respeto y admiración.
Ellos y ellas ya tienen su propio canto, ya han hecho suyo su himno de amor: Te amaré hasta el fin de los tiempos. Te amaré y después, te amaré....
Los amores de Adriana y Gerardo, Fernando y Rosa Aurora, Elizabeth y Ramón seguirán creciendo tras las rejas, y el de Olga y René en la distancia de una libertad supervisada, si yo, tú, él, ella, nosotros, todos, multiplicamos la lucha para que ese regreso a la patria amada sea más temprano que tarde, y proseguimos la pelea hasta conquistar toda la justicia, a la manera de nuestro José Martí.
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