jueves, 2 de febrero de 2012

Sara, la voz de “La Victoria”

Aída Quintero Dip
La noticia de la muerte de la destacadísima cantante y compositora Sara González conmocionó al pueblo de Cuba, y seguramente más allá de nuestras fronteras donde su música, su arte, su canto, su calidez humana, también trascendió.
Este miércoles 1 de febrero dejaba de latir el corazón de una cubana íntegra y revolucionaria; mujer de incansable amor al trabajo dotada de una voz excepcional; intérprete paradigmática que dejará huellas como forjadora del Movimiento de la Nueva Trova.
Sentimos que A “La Victoria”, “Girón”, “Su nombre es pueblo” y otras muchas, les falta desde este instante la intérprete más genuina, la que hizo gala de virtuosismo en esas canciones emblemáticas que quedarán para siempre, junto a ella, en el alma del pueblo.
La intelectualidad de la nación rinde tributo ante sus cenizas en la sede del Instituto cubano de la Música en La Habana, y enaltece su obra. Allí no faltaron ofrendas florales de Fidel y Raúl para rendirle postrer homenaje a Sara González.
Pero el sentimiento de dolor por la pérdida de una de las grandes trovadoras cubanas, que provoca un vacío en la cultura nacional, se ha extendido a lo largo y ancho del Archipiélago donde también dejó su impronta.
Le doy la razón a quien escribió refiriéndose a ella: “Pero la muerte no es tan cierta si se ha dejado una estela, un camino, una pista…por donde caminen quienes busquen nuestra esencia”.
Le doy la razón, asimismo, a quienes han significado que su obra es un importante sustento de la cancionística cubana de todos los tiempos, particularmente la patriótica y revolucionaria.
Y a los que emitieron juicios de Sara como una persona maravillosa, y a quienes valoraron su ejemplo de ser humano, con una actitud insuperable ante la vida y el canto.
No tengo dudas, Sara será para siempre la voz de “La Victoria”, ese himno que era único en su tono tan elocuente como intimista, que cada vez nacía nuevo de su garganta como un torrente de luz y amor.
Sara escribió como para ella misma, porque: “La muerte con su impecable función de artesana del sol, que hace héroes, que hace historia…”

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