Aída Quintero Dip
He comprobado una vez más
que los cubanos somos una gran familia, que se caracteriza por sentir en carne
propia cualquier infortunio de los demás. A lo largo de mi vida y de los hechos acaecidos, lo he confirmado.
Lo reafirmo nuevamente ahora
cuando supe de la dolorosa pérdida de
Teófilo Stevenson Lawrence, esa Gloria del
Deporte cubano que sentó cátedra en el boxeo y fue ejemplo de lealtad a
su pueblo y a su Revolución.
La noticia conmovió a mi
hogar, a mi barrio, al colectivo laboral. Era tema de conversación en el
transporte público, en las bodegas y en las tertulias callejeras. Todos se
referían al atleta como un ser cercano, querido, además de resaltarlo como fiel
exponente del boxeo mundial.
Es que Teófilo con su
sobresaliente actuación en el pugilismo se ganó el cariño de hombres, mujeres y
niños que lo admiraban no solo por sus increíbles pegados sobre el ring, sino
por su caballerosidad y humildad en las áreas de competencia y fuera del
cuadrilátero también.
Él, Alberto Juantorena y
otros tantos que nos llenan de orgullo, son
ídolos de generaciones de jóvenes que nacieron y crecieron respetándolos por la gloria que dieron a la Patria, por el amor
con que sudaron la camiseta, y la disciplina que mantuvieron para ser
siempre grandes.
Amén de lauros y medallas
que colgaban de su cuello, de ser triple campeón olímpico y mundial de boxeo,
y de todo lo que mereció en su
fructífera carrera deportiva, me queda el
recuerdo imborrable de la actitud patriótica de Stevenson.
Fue aquella ocasión en que
los mercaderes del deporte le ofrecieron altísimas sumas de dinero para que
traicionara a su Patria, y él respondió
que no cambiaba el cariño de millones de cubanos por todo el oro del mundo.
Si este pugilista era ya un
atleta de calibre, consagrado y respetado en el ámbito deportivo nacional y
fuera de nuestras fronteras, aquella sentida
confesión lo colocó en el altar de la honra. Con ese gesto tan altruista y digno se ganó mucho más la consideración de su pueblo.
Ahora ante su muerte, pienso
en sus raíces humildes que nunca
desdeñó, en su gente del central Delicias, en Las Tunas, que lo amaban como nadie, y pienso en nuestra
Bandera, su Bandera de la Estrella Solitaria,
que está a media asta por la pérdida de un hijo bueno.
El movimiento deportivo
cubano está de luto, pero el ejemplo de atleta íntegro de Teófilo Stevenson seguirá
ondeando en los cielos del mundo cada vez que un compatriota represente esas entrañables
cuatro letras que él defendió siempre con la pasión de su fuerte pegada.
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