AÍDA
QUINTERO DIP
La
necesidad de una reflexión filosófica y
cultural profunda constituye un imperativo de los tiempos de cambios que
vivimos. Y el legado que nos dejó en tal sentido José Martí es imperecedero.
En 1887, al analizar con visión
premonitoria los peligros que se gestaban
desde Estados Unidos, el Apóstol indicó: “Se van levantando en el
espacio, como inmensos y lentos fantasmas, los problemas vitales de América:
-piden los tiempos algo más que fábricas de la imaginación y urdimbre de belleza. Se puede ver en todos
los rostros y en todos los países, como símbolos de la época, la vacilación y
la angustia. El mundo entero es hoy una inmensa pregunta”.
Ha transcurrido más de un siglo de esas
palabras y mantienen una vigencia renovada. ¿Cómo responder a esta interrogante
en el siglo XXI cuando el desafío se presenta de una manera más dramática y
universal? Los cubanos, por suerte, contamos con el arsenal de ideas
filosóficas presentes en el pensamiento de José Martí.
Tenemos el privilegio de conocer sus
concepciones acerca de lo que él llamó
“la ciencia del espíritu”; las ideas
expresadas con belleza poética en los versos de
“Yugo y Estrella” o sus esbozos de gran valor en el campo de la
pedagogía en relación con los vínculos, por ejemplo, entre la bondad y la inteligencia.
Asimismo nos apropiamos de su concepto de
que todo hombre lleva dentro una fiera dormida, pero al mismo tiempo somos
seres admirables capaces de ponerle riendas a la fiera.
Los criterios en torno a la importancia de
la educación y la cultura en la liberación humana, o sus ideas éticas y
estéticas y la relación entre estas: “o nos condenan juntos/ o nos salvamos los dos”, tienen
asombrosa vigencia y utilidad. Ocurre
igual con las concepciones sobre el
equilibrio del mundo, analizadas tanto
en lo individual como en lo social, y en su dimensión universal.
Resulta que en Martí hacen síntesis valores
y conocimientos diversos. La
tradición bolivariana y latinoamericana
que el Héroe Nacional cubano enriqueció
con su vida en México, Centroamérica y Venezuela, y las ideas y sentimientos
antiimperialistas surgidos desde las
propias entrañas del imperio yanqui,
donde vivió por más de 15 años,
y completó allí su pensamiento
político, social y filosófico desde la óptica de los intereses
latinoamericanos. Fue, realmente, el analista
más profundo sobre la realidad norteamericana de la última mitad del
siglo XIX.
José Martí encarna el símbolo más alto de
dos siglos de historia cubana y americana. Una cultura que desde su gestación y
nacimiento está volcada hacia la acción y vinculada, por tanto,
a los problemas inmediatos y acuciantes de la actualidad.
Sus seguidores debemos saber usar mejor los
verbos amar, pensar, si queremos asumir el mensaje martiano y enfrentar los
desafíos que hoy tiene ante sí la
humanidad.
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