AÍDA QUINTERO DIP
Juicios que reconocen la
postulación de mujeres como futuras delegadas de circunscripción, con vistas a
la constitución de las Asambleas Municipales del Poder Popular, han prevalecido
en los últimos procesos de nominación de candidatos, si se valora
la cantidad de nominadas en todo el país.
Es evidente que hay mayor
claridad de que no se trata de respaldar un protagonismo a ultranza, por el único hecho de ser mujer, sino por las sobradas pruebas de su aptitud y
actitud, y sus aportes
significativos en la vida política,
social y económica como entes claves en el proyecto social cubano.
De tal manera, ante la gran cantera de personas
distinguidas, con méritos y condiciones para asumir la responsabilidad, ellas
han inclinado la balanza en muchos casos. Esperamos que en las urnas, el próximo octubre, se ponga de manifiesto también ese criterio.
Sólidos argumentos
testimonian ese sitio ganado en una
provincia como Santiago de Cuba, donde casi la mitad de la población está
integrada por mujeres, quienes constituyen
más del 48 % de la fuerza empleada en el sector estatal civil, incluso
han dado el paso al frente en puestos no
tradicionales, en los cuales se creía equivocadamente que no podían dar la
talla.
Otro tanto a su favor es el
dato que refleja que representan más del
67% de los técnicos de nivel medio y superior y el 39% de los
dirigentes, resultado que echa por tierra tabúes y prejuicios que frenaban su
desempeño, aunque mucho queda por transitar en ese campo.
En los criterios
emitidos, en los procesos eleccionarios -específicamente en la
nominación de candidatos-, casi siempre
coinciden en destacar la disciplina que las identifica, la responsabilidad ante
el cumplimiento del deber, el nivel cultural y de instrucción, su vocación por
servir al pueblo, sensibilidad ante los problemas que atañen a la comunidad, y capacidad de persuadir y
cohesionar voluntades para acometer cualquier tarea.
Las santiagueras, por ejemplo, han forjado en estos años un aval
de consideración, revelando que
son muy capaces en diversos frentes, incluso estratégicos, de una Revolución
que las ha enaltecido, dignificado y les viabilizó el ejercicio de todos sus
derechos.
A muy pocos asombra que
ocupen un lugar de privilegio en el
fomento de valores en las nuevas generaciones, sobre todo, en labores de maestras o
profesoras, ya que son mayoría en ramas decisivas como la Educación y también la Salud Pública, o sencillamente
como madres y abuelas.
Alzando su voz para que se
haga justicia en el caso de los Cinco cubanos luchadores antiterroristas, es
seguro encontrarlas; pero con similar
estoicismo están en la primera fila de tareas de prioridad como la producción
de alimentos, o la cosecha cafetalera, y
han marchado a tierras hermanas a
cumplir misiones de colaboración, con el único interés de servir a sus
semejantes.
Tales muestras confirman que
existen cimientos bien profundos para defender su mayor promoción en las estructuras representativas del
Estado, entre estas las Asambleas Municipales, Provincial y Nacional del Poder
Popular, donde ocupan escaños como diputadas.
Si todavía con los
méritos y capacidades puestos de relieve
por las mujeres, no han sumado más en el
Poder Popular local durante 14 mandatos,
ese elemento convoca a reflexionar en torno a patrones discriminatorios que han incidido
tradicionalmente para que su presencia se vea limitada, incluyendo
disponibilidad de tiempo para asumir funciones de carácter público.
No es secreto para nadie
que a pesar de su nivel de instrucción y
logros profesionales, aún están atadas a obligaciones domésticas y familiares,
con una sobrecarga de trabajo y esfuerzo que influyen en el campo electoral,
pero es cierto que se van borrando vestigios que las limitaban, y al
postularlas y elegirlas prevalece el
reconocimiento, aun cuando es preciso que más acceden a los cargos de toma de
decisiones.
A pesar de todo, la presencia femenina en los órganos locales
del Poder Popular, desde los primeros sufragios generales en Cuba, en 1976, se
ha hecho sentir, y esperamos que en las elecciones que se avecinan se
manifieste nuevamente. Como vaticinó
Fidel, no solo es justo sino necesario
para la sociedad que la mujer
desarrolle su capacidad, participe y
aporte.
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