martes, 17 de julio de 2012

La vocación de servir de las mujeres cubanas


AÍDA QUINTERO DIP
Juicios que reconocen la postulación de mujeres como futuras delegadas de circunscripción, con vistas a la constitución de las Asambleas Municipales del Poder Popular, han prevalecido en los últimos procesos de nominación de candidatos,  si se valora  la cantidad de nominadas en todo el país.
Es evidente que hay mayor claridad de que no se trata de respaldar un protagonismo a ultranza,  por el único hecho de ser mujer,  sino por las sobradas pruebas de su aptitud y actitud,  y sus aportes significativos  en la vida política, social y económica como entes claves en el proyecto social cubano.
De tal manera,  ante la gran cantera de personas distinguidas, con méritos y condiciones para asumir la responsabilidad, ellas han inclinado la balanza en muchos casos. Esperamos que en las urnas,  el próximo octubre,  se ponga de manifiesto también ese criterio.
Sólidos argumentos testimonian  ese sitio ganado en una provincia como Santiago de Cuba, donde casi la mitad de la población está integrada por mujeres, quienes constituyen  más del 48 % de la fuerza empleada en el sector estatal civil, incluso han dado el paso al frente  en puestos no tradicionales, en los cuales se creía equivocadamente que no podían dar la talla.
Otro tanto a su favor es el dato que refleja que representan más del  67% de los técnicos de nivel medio y superior y el 39% de los dirigentes, resultado que echa por tierra tabúes y prejuicios que frenaban su desempeño, aunque mucho queda por transitar en ese campo.
En los criterios emitidos,  en los procesos eleccionarios                     -específicamente en la nominación de candidatos-,  casi siempre coinciden en destacar la disciplina que las identifica, la responsabilidad ante el cumplimiento del deber, el nivel cultural y de instrucción, su vocación por servir al pueblo, sensibilidad ante los problemas que  atañen a la comunidad,  y capacidad de persuadir  y  cohesionar voluntades  para  acometer cualquier tarea.
Las santiagueras, por ejemplo,  han forjado en estos años un  aval  de consideración,  revelando que son muy capaces en diversos frentes, incluso estratégicos, de una Revolución que las ha enaltecido, dignificado y les viabilizó el ejercicio de todos sus derechos.
A muy pocos asombra que ocupen un lugar de privilegio en el  fomento de valores en las nuevas generaciones,  sobre todo, en labores de maestras o profesoras, ya que son mayoría en ramas decisivas como la Educación  y también la Salud Pública, o sencillamente como madres y abuelas.
Alzando su voz para que se haga justicia en el caso de los Cinco cubanos luchadores antiterroristas, es seguro  encontrarlas; pero con similar estoicismo están en la primera fila de tareas de prioridad como la producción de alimentos,  o la cosecha cafetalera, y han marchado a tierras hermanas  a cumplir misiones de colaboración, con el único interés de servir a sus semejantes.
Tales muestras confirman que existen cimientos bien profundos para defender su mayor promoción  en las estructuras representativas del Estado, entre estas las Asambleas Municipales, Provincial y Nacional del Poder Popular, donde ocupan escaños como diputadas.
Si todavía con los méritos  y capacidades puestos de relieve por las mujeres, no han sumado más en el  Poder Popular local durante 14 mandatos, ese elemento convoca a reflexionar en torno a patrones  discriminatorios que han incidido tradicionalmente para que su presencia se vea limitada, incluyendo disponibilidad de tiempo para asumir funciones de carácter público.
No es secreto para nadie que  a pesar de su nivel de instrucción y logros profesionales, aún están atadas a obligaciones domésticas y familiares, con una sobrecarga de trabajo y esfuerzo que influyen en el campo electoral, pero es cierto que se van borrando vestigios que las limitaban, y al postularlas y  elegirlas prevalece el reconocimiento, aun cuando es preciso que más acceden a los cargos de toma de decisiones.
A pesar de todo,  la presencia femenina en los órganos locales del Poder Popular, desde los primeros sufragios generales en Cuba, en 1976, se ha hecho sentir, y esperamos que en las elecciones que se avecinan se manifieste nuevamente. Como vaticinó  Fidel, no solo es justo sino necesario  para la sociedad  que la mujer desarrolle su capacidad,  participe y aporte.

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