miércoles, 11 de julio de 2012

Herencias del capitalismo



Aída Quintero Dip
Visto como ente universal, el capitalismo gasta cada año miles de millones de dólares en ponderar y promover sus virtudes, y se vale de todos los medios de comunicación posibles, aprovechando los avances tecnológicos de la actual época.
Es de conocimiento de casi todo el mundo civilizado de sus marcas de autos, sitios de diversión fabulosos,  edificaciones fastuosas, marcas de productos alimenticios, vestuarios de marca y lista de multimillonarios, y otros tantos atractivos, aunque no sepan ni le interese a sus poseedores, cuánto sudor y explotación de la mano de obra costó convertirlos en realidad.
Lo que no siempre se conoce, es la otra cara de esa sociedad de consumo; la diferencia entre las naciones capitalistas desarrolladas y las del Tercer Mundo; el abismo que distancia a los más ricos de los más pobres; las personas que viven en situación de extrema pobreza; y la destrucción  y la muerte  provocadas por sus guerras de conquista, expansión y dominio en todo el planeta.
La actual crisis económica capitalista global ha acentuado y profundizado  los problemas de países y pueblos del mundo, donde hay más hambrientos y desempleados de los que podríamos imaginar, según revelan informes de organismos de  Naciones Unidas.  Un sistema que se debate entre la opulencia y la miseria.
De este último fenómeno no escapan ni los más desarrollados, como los propios Estados Unidos, que ha registrado elevados porcentajes de desempleo en los años más recientes. Y hasta
las cifras de los que no tienen vivienda ha aumentado en  algunas ciudades, y también los millones de ciudadanos que  reciben cupones alimentarios.
Por cierto que, contradictoriamente, y despojando de mantos la naturaleza de la política de USA, cada año el presidente anuncia abrumadoras cifras de millones de dólares para el gasto militar de esa nación, dinero con el cual, seguramente, se resolvería en buena medida el problema del desempleo en el más poderoso país del orbe.
Hay otros datos impresionantes sobre el legado de las sociedades de consumo, como el los millones de personas en el mundo que carecen de agua potable; los adultos analfabetos; sin techo o en viviendas precarias;  los que no tienen electricidad;  los niños y jóvenes que  trabajan en condiciones de esclavitud en tareas peligrosas y humillantes como prostitutas, sirvientes, en la agricultura o en las construcciones.
Y mientras los más pobres se empobrecen más y más,  el más rico  aumenta sus fortunas  al disponer el incremento de la riqueza mundial.
Estos datos, que denuncian por sí mismos las grandes desigualdades existentes en el mundo entre los ricos y los pobres, que no pueden ser  encubiertas por los apologistas del capitalismo; son realidades dadas a conocer por la ONU, y que, lejos de atenuarse, van creciendo todos los años, para confirmar lo injusto e insostenible de ese sistema.
  

  


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