Aída Quintero Dip
Visto como
ente universal, el capitalismo gasta cada año miles de millones de dólares en ponderar
y promover sus virtudes, y se vale de todos los medios de comunicación
posibles, aprovechando los avances tecnológicos de la actual época.
Es de conocimiento
de casi todo el mundo civilizado de sus marcas de autos, sitios de diversión
fabulosos, edificaciones fastuosas,
marcas de productos alimenticios, vestuarios de marca y lista de
multimillonarios, y otros tantos atractivos, aunque no sepan ni le interese a
sus poseedores, cuánto sudor y explotación de la mano de obra costó convertirlos
en realidad.
Lo que no
siempre se conoce, es la otra cara de esa sociedad de consumo; la diferencia
entre las naciones capitalistas desarrolladas y las del Tercer Mundo; el abismo
que distancia a los más ricos de los más pobres; las personas que viven en
situación de extrema pobreza; y la destrucción
y la muerte provocadas por sus
guerras de conquista, expansión y dominio en todo el planeta.
La actual
crisis económica capitalista global ha acentuado y profundizado los problemas de países y pueblos del mundo,
donde hay más hambrientos y desempleados de los que podríamos imaginar, según
revelan informes de organismos de
Naciones Unidas. Un sistema que
se debate entre la opulencia y la miseria.
De este
último fenómeno no escapan ni los más desarrollados, como los propios Estados
Unidos, que ha registrado elevados porcentajes de desempleo en los años más
recientes. Y hasta
las cifras
de los que no tienen vivienda ha aumentado en
algunas ciudades, y también los millones de ciudadanos que reciben cupones alimentarios.
Por cierto
que, contradictoriamente, y despojando de mantos la naturaleza de la política
de USA, cada año el presidente anuncia abrumadoras cifras de millones de
dólares para el gasto militar de esa nación, dinero con el cual, seguramente,
se resolvería en buena medida el problema del desempleo en el más poderoso país
del orbe.
Hay otros
datos impresionantes sobre el legado de las sociedades de consumo, como el los millones
de personas en el mundo que carecen de agua potable; los adultos analfabetos;
sin techo o en viviendas precarias; los
que no tienen electricidad; los niños y
jóvenes que trabajan en condiciones de
esclavitud en tareas peligrosas y humillantes como prostitutas, sirvientes, en
la agricultura o en las construcciones.
Y mientras
los más pobres se empobrecen más y más, el
más rico aumenta sus fortunas al disponer el incremento de la riqueza
mundial.
Estos
datos, que denuncian por sí mismos las grandes desigualdades existentes en el mundo
entre los ricos y los pobres, que no pueden ser encubiertas por los apologistas del
capitalismo; son realidades dadas a conocer por la ONU, y que, lejos de atenuarse,
van creciendo todos los años, para confirmar lo injusto e insostenible de ese
sistema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario