viernes, 6 de julio de 2012

Bertha, sabiduría desde el compromiso con los ancestros




Aída Quintero Dip
La carismática pregonera de Santiago de Cuba, Bertha Lidia Hechavarría Heredia, no puede contar con los dedos de las manos los premios merecidos en su inusual oficio de hace más de 20 años. Cada uno la enaltece,  pero ninguno como el recibido por estos días en que la ciudad más caribeña de Cuba “arde” al compás de la Fiesta del Fuego.
El reconocimiento -poco común-  ha calado hondo en el corazón de una celebridad de las calles santiagueras como ella. A la entrada de El Caney, su localidad natal, una valla  con la imagen de Bertha, su sonrisa pícara y bonachona,  y la peculiar cesta  de frutas en la cabeza, anuncia que allí vive esta mujer leyenda y tradición.
Qué hizo para tanto honor? Sencillamente, se adueñó de la magia de las culturas populares de la región  y le erige con su voz un monumento  para preservarlas, porque ella es  la presencia histórica de África en la cultura caribeña; es la constitución de la sabiduría desde el compromiso con los ancestros; es el vigor de la resistencia.
Bertha no pregona pensando en los lauros: “El que bien hace, bien espera. Yo siempre dije: si la naturaleza cree que yo me merezco algo, llegará. Y esperé. Ese premio es para mí una cosa sagrada y muy sentida. La gente que lo creó es sana y de buen corazón, y cualquier cosa que se haga con idea del bien, no hay mal que entre. Lo que importa es el corazón limpio, el buen pensamiento”.
Así se expresó al referirse al Premio Internacional Casa del Caribe, consistente en la entrega de la Mpaka, instrumento de adivinación en la Regla Conga cubana o Palo Monte, otorgado al singular personaje en ocasión del XXX Festival del Caribe, en el 2010, por lo que  significa para la cultura santiaguera.
“La Mpaka  -señala la fundamentación del símbolo del Festival del Caribe- no se entrega en virtud de las experiencias personales ni de los sufrimientos ni de las comprensiones ni de los aprendizajes; ni siquiera de las actitudes que puedan ser consideradas dignas.  Claro que todo eso es necesario y se tiene muy en cuenta, pero la recibe aquel que salvaguarda la unicidad que pervive en lo  diverso de la Cultura Popular Tradicional... la merece aquel que lucha y crea, el que transforma, el que procura y logra dar voz al que no la tiene; aquel que, al decir del poeta, hace camino al andar.”
Ese día fue de fiesta, Santiago de Cuba se estremeció de alegría. Y  Bertha les reservó un regalo a los presentes en el Teatro Heredia: subió al escenario y bailó como ella sabe hacerlo,  con la satisfacción de quien ayuda -con su pregón- a reconfortar el espíritu de sus coterráneos y  a defender la tradición y los valores de un entorno del que es síntesis.
Con una vitalidad asombrosa a sus 80 años, ha celebrado otros lauros. Por ejemplo, en 2007 obtuvo el Premio Memoria Viva, por decisión del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, que reconoce en Bertha la continuidad cultural del Caribe y que su pregón describe la  historia de un pueblo.
Por lo que va siendo ya su legado cultural es reiteradamente homenajeada en el seno de la Peña el Curujey, espacio comunitario de El Caney para rescatar las tradiciones del universal poblado de frutas e historia.  Allí no tiene mayor recompensa que el afecto de vecinos y amigos, allí tiene su filosofía: “Uno tiene que darse a querer por todo el mundo, y hacer el bien; porque tú no sabes en la vida quién te va a dar la mano”.
Su pregón ha alcanzado notoriedad,  fresco, jocoso, de verbo elocuente  y picaresco,  más que productos,  va ofreciendo en su melódica voz la alegría que caracteriza a la gente  de su tierra. Voceando mil yerbas medicinales y hasta miel de abeja;  y sus botellas milagrosas de un preparado hecho con raíces, cáscaras y hojas de plantas que “limpia todo”, según confiesa.
En el seno de una familia humilde nació el 23 de abril de 1930. De estirpe mambisa que le viene de su abuelo paterno,  Basilio, ha enfrentado una vida de trabajos y vicisitudes en las labores de zafras azucareras, recogidas de café, cosechas de algodón; fue empleada doméstica y prestó servicios en los círculos infantiles.   
Pero Bertha es feliz, Santiago de Cuba es más cubana, más caribeña con estampas como la que ella protagoniza, cual reina con su corona en la cabeza, purificando el alma de la gente y acentuando la esencia de la ciudad.

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