Aída Quintero Dip
Una luz singular ilumina a esta ciudad hace hoy un año, cuando le nació otro centinela a la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, con el emplazamiento de una imagen gigante del Comandante de la Revolución Juan Almeida, a un costado del Teatro Heredia.
Desde la inauguración, el 24 de julio de 2013, por el aniversario 60 de la gesta del Moncada, de la cual él fue uno de sus osados asaltantes, se siente más honrada la tierra que siempre lo cautivó y le entregó un especial cariño, piensa Enna Oliva, quien trabajó varios años a su lado.
La representante de la filial de la editorial Pablo de la Torriente, en Santiago de Cuba, destaca que Raúl Castro señaló una vez que Almeida era el combatiente que más se parecía a Maceo, y ahora la historia los une en una plaza para orgullo de los santiagueros.
Subraya que el guerrillero de la Sierra Maestra devenido uno de los héroes más queridos de la Revolución, se encumbró otra vez para darle la mano al valeroso general de las guerras independentistas de Cuba y ser un vigilante perenne.
Como para acentuar la estirpe de Almeida, la obra lleva la frase Aquí no se rinde nadie, convertida en símbolo desde que la pronunciara durante el combate en Alegría de Pío, en diciembre de 1956, bautizo de
fuego del futuro Ejército Rebelde encabezado por Fidel Castro.
Para el reconocido compositor Rodulfo Vaillant fue ideal colocar la imagen en un sitio emblemático de la cultura, con su entorno patriótico y la ecuestre figura del Titán de Bronce, ya que su legado va más allá de la lucha revolucionaria, al incursionar en el arte como escritor y compositor musical.
Almeida aportó a Santiago de Cuba todo su sentir creador, muchos de sus temas fueron hechos aquí y gracias a su apoyo, por ejemplo, reapareció la agrupación de Chepín Choven y se formó desde esta tierra la orquesta Irakere, dijo.
El presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en la provincia refiere que con razón se afirma que Almeida como Heredia fue un cantor de la Patria, al poner poesía en cada obra edificada y música para reflejar la alegría del pueblo.
Juan Almeida Bosque es de esos hombres excepcionales, la bravura distinguió su impronta en el combate, fue nombrado Comandante en febrero de 1958 y cumplió, por orden de Fidel, la misión de organizar y dirigir el III Frente Oriental Mario Muñoz, decisivo en la guerra y en la victoria.
Al triunfo, en 1959, asumió nuevas responsabilidades como miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba y diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular por la tierra santiaguera, a la cual se vinculó siempre quien relució en su pecho la Estrella de Héroe de la República de Cuba.
jueves, 24 de julio de 2014
En Santiago, se respira el aire de grandeza del 26 de Julio
Aída Quintero Dip
En Santiago de Cuba se respira por estos días
el aire de grandeza de la gesta del Moncada, muestra de que en la indómita
tierra siempre es 26 de Julio, aunque no celebre el acto nacional como ocurre
en los aniversarios cerrados de la acción.
Esta vez mereció el honor la
provincia de Artemisa desde donde vinieron 28 jóvenes a atacar la fortaleza
militar para impedir que José Martí muriera en el año de su centenario, por eso
felicito al valeroso pueblo de ese pedacito de Cuba, dice la maestra Nayla
Rodríguez.Reitera que los santiagueros recuerdan hoy y agradecen el altruismo de los hombres y mujeres que llegaron a la heroica ciudad, a quienes no miraron de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber, siguiendo la prédica martiana.
Para el médico y profesor Wilkie Delgado es un orgullo vivir en la urbe escogida para asaltar el futuro por Fidel, Abel, Raúl, Boris Luis, Tassende, Melba, Haydée, Renato Guitart, Gómez García, y tantos valientes que del sacrificio personal ascendieron a la gloria para salvar a la vilipendiada nación.
Ese histórico acontecimiento tenemos que enaltecerlo cada día trabajando duro y bien para seguir construyendo un socialismo próspero y sostenible, considera el obrero jubilado de las Comunicaciones, William Segura.
Enrique Corrales opina que como joven ingeniero su Moncada lo tiene en la Empresa de Mantenimiento a Centrales Eléctricas de Santiago de Cuba, donde supervisa con rigor para que cada trabajo se distinga por su calidad y eficiencia.
Aún me emociono al pensar en el vibrante discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro, el 26 de julio de 1973, cuando dijo que el 26 era la carga que pedía el revolucionario Rubén Martínez Villena, "para matar bribones y acabar la obra de las revoluciones", precisa la combatiente Luisa María Rosés.
También Miguel Barnet, poeta y escritor cubano, definió en una crónica este hecho con una frase muy pertinente: "Los asaltantes al cuartel Moncada fueron como cimarrones contemporáneos", una imagen que sintetiza la continuidad histórica del proceso revolucionario y su auténtica raíz.
A 61 años, el ataque a la fortaleza militar fue, es y será historia viva \"ningún enemigo podrá borrar esa luz más allá de la pólvora y el tiempo\", como expresó en una ocasión otro poeta de hermosa lírica, santiaguero por demás, Cos Causse.
En el Santiago de Cuba testigo excepcional de la gesta, por estos días abundan los colores de la bandera del 26 de Julio ondeando de casa en casa, donde no se olvida el heroísmo y osadía de los asaltantes quienes encendieron la llama que alimentó la lucha hasta la victoria en enero de 1959.
Las huellas del Moncada en Marta Lazo
Yudaisis Moreno Benítez
El
asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de julio de
1953 pasó a la historia de Cuba como la acción heroica que trazó el camino
hacia la plena libertad e independencia de la Isla.
De
la joven provincia de Artemisa, la cual en este 2014 es sede del acto central
por la efeméride que marca el Día de la Rebeldía Nacional, 41 jóvenes participaron en aquella gesta;
similar número de familias que, como los
bisoños, vivieron instantes inolvidables, y muchas de ellas quedaron marcadas
por el luto eterno.
A
más de seis décadas del hecho, Marta Lazo, una común mujer artemiseña,
combatiente ahora jubilada del Ministerio del Interior, testimonia las huellas
dejadas en ella por la valerosa proeza, pues la distingue ser hermana del moncadista
Mario Lazo, fallecido el cinco de noviembre de 2008.
“Mi
hermano tenía 30 años, y aportaba mucho en el sostén familiar. Nunca imaginamos
que estaba ligado a esas actividades, aunque sí salía muy frecuentemente con
los demás amigos del barrio de la Matilde, entre ellos Rosendo Menéndez, Tomás
Álvarez Breto, Ramón Pez Ferro y Ramiro Valdés.
“Recuerdo que casi todos los domingos decían que iban a pescar, pero
regresaban sin pescados y muy sucios. Al parecer, eran las prácticas de tiro y
otros preparativos que realizaban comandados por Fidel Castro en fincas
aledañas al municipio.
“El
24 de julio, cuando partieron del andén Ruta 35 de Artemisa hacia La Habana,
para continuar viaje a Santiago de Cuba, más o menos a las cuatro de la tarde,
fueron a buscarlo unos amigos. Antes de irse justificó su salida de casa y le
dio a nuestra madre cinco pesos para los días en que él no iba a estar.
“En
horas de la mañana del propio 26 de Julio la radio informaba que un grupo de
revoltosos había asaltado al cuartel Moncada, y entonces nos dimos cuenta de la
ausencia de muchos jóvenes de por acá, y así comenzamos a atar cabos entre las
familias que empezamos a desesperarnos.
“Pasaron semanas, días terribles... fue entonces cuando escuchamos
noticias más exactas: apelativos de los caídos en la acción; se enlutaban
familias cubanas, en particular, hogares artemiseños, pero mi hermano no
aparecía. Era mucha la incertidumbre.
“No
había consuelo -prosigue Marta- hasta que el padre de Ramiro Valdés fue hasta Santiago
de Cuba, con la lista de los nombres de los muchachos ausentes; mes y medio
después, supimos que estaba vivo, y nada más.
“Cuando pudo, como cuatro meses más tarde, nos envió de puño y letra una
sencilla nota, con palabras de esperanza y aliento, en especial para mi mamá,
quien no dejaba de llorar. Una familia de Santiago lo acogió y así logró
sobrevivir.
“Tras el triunfo de la Revolución, siempre se mantuvo activo, trabajando
en el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
Le motivaba escribir acerca de las interioridades del hecho, de los asaltantes.
“Fue
de los que impulsó la construcción del Mausoleo a los Mártires de Artemisa,
donde reposan los restos de los asaltantes. En la sala subterránea, los caídos
el propio 26 de Julio o en días posteriores antes del Primero de Enero del '59
y en los nichos de afuera, los que vivieron la Revolución cubana.
“Y
Mario los acompaña desde el 20 de julio 2013, al conmemorarse el aniversario 60
de la gesta . Es doloroso, más deviene
un singular orgullo decir que del Consejo Popular de donde salieron un día en
busca de la libertad, ahora regresan todos los moncadistas artemiseños, de
nuevo unidos y convertidos en héroes.
“Hace poco, se publicó un libro que él dejó terminado: "Ciro
Redondo, capitán de pueblo", ese era uno de sus amigos inolvidables del
barrio y un excelente combatiente, que
por su trayectoria es el patriota insigne de la joven provincia.
"Ahora que somos sede del 26 de Julio -concluye Marta- nos queda
trabajar más duro para seguir cumpliendo sus sueños y dedicar este
reconocimiento a los caídos en la acción y al resto de los participantes que
siguen construyendo la obra más justa del mundo.
“Multiplicar su ejemplo es nuestra mayor impronta, para que las huellas
de dolor y sangre del Moncada se conviertan cada vez más en nuevas victorias,
sobre todo, porque cada día hacemos nuestra aquella idea de Fidel: ‘Mis
compañeros no están ni olvidados, ni muertos, viven hoy más que nunca”.
lunes, 21 de julio de 2014
Lo extraordinario, alimento natural de Bárbara
Aída Quintero Dip
Bárbara Durades Miklín, del
municipio de San Luis en la provincia de Santiago de Cuba, siente que la vida la
ha premiado y con modestia exhibe sus más
preciados trofeos: cinco hijos y la participación destacada como machetera en 19 zafras azucareras.
“He conquistado 16 veces la
condición de Vanguardia Nacional, soy una mujer feliz, mi familia comprende
y comparte mi duro trabajo, y es cómplice de mis sueños,
lo que me ha dado ánimo y fuerza para hacer lo que me gusta y hacerlo bien”.
Lo dice con una alegría que
contagia, que le brota por toda la piel, y una amplia sonrisa como si esa
hazaña de años tras años fuera lo más natural del mundo, y no hubiera demandado de ella tanta consagración
y entereza.
“En las labores de la agricultura comencé en 1985, me dedicaba a la cosecha de
hortalizas, desyerbe y regadío en áreas de un sitio histórico de mi tierra, donde
se efectuó la Reunión
de La Mejorana, el 5 de mayo de 1895,
y se encontraron José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo para decidir los planes de la
Guerra.
“Luego fue que di un importante paso en mi vida, me convertí en machetera, pero no ha sido fácil”.
Recuerda especialmente aquella zafra en que estaba parida y le llevaban
a su hija al campo para darle el pecho, pues así no perdía tiempo en el corte; y a su esposo, operador de combinada, quien al
principio se mostraba terco, no quería que ella fuera machetera, y ahora colabora y comparte con orgullo.
“Me lo gané con mucho amor y cariño,
además del respeto que siempre ha existido entre nosotros”, expresa satisfecha de su obra la sanluisera.
Hace unos meses, en marzo exactamente, Bárbara abandonó por unos días los
campos de caña en la Cooperativa de Producción Agropecuaria Sabino Pupo por un
honorable puesto en la delegación
santiaguera que asistió al IX Congreso de la Federación de Mujeres
Cubanas (FMC), en La Habana.
Un aplauso cerrado selló su presentación en la Asamblea Provincial de la
organización femenina en Santiago de Cuba, cuando se exaltó su ejemplo de modestia y tenacidad, y hasta
Teresa Amarelle, la máxima dirigente de la FMC en la nación, se conmovió ante
la historia escrita por esta mujer.
“Como estoy en la primera línea
de la producción, en el evento me sentí
aludida y congratulada, al hablarse de
la necesidad de que tuviéramos un
protagonismo superior en el aporte al desarrollo y avance del país, mucho más en
estos tiempos de actualización del modelo de la economía”.
Con otros bríos llegó la sanluisera a su centro laboral, pertrechada de
nuevas herramientas para ser puntal en la lucha por la eficiencia, y también a
su comunidad, donde dirige la delegación de base de la FMC, para transmitir las experiencias compartidas
y las lecciones que aprendió.
Tiene palabras de elogio para sus vecinas Arasís Santana, Noris
González, Pura Román e Hilda Deysis Moya porque ha podido contar con ellas
siempre, en las buenas y en las malas,
un día para hacerle el almuerzo, otro para cuidarle los hijos, y otro a movilizar a las federadas para asumir
tareas diversas.
Iomara Colombá Salazar, secretaria general de la FMC en San Luis, considera
que, como mujer negra y humilde, esta
cubana ha aprovechado bien las oportunidades que le ha brindado la Revolución, es ejemplo
en el trabajo y en la vida, al ser la estampa de la laboriosidad, sin haber
descuidado la forja de una linda familia.
A Bárbara le viene como anillo al dedo una frase de José Martí, como escrita
para ella: “El alimento natural de la mujer es lo extraordinario”.
viernes, 18 de julio de 2014
Cartas de José Martí: escritas con apremio, pero sin omisiones
Rosa María González López
Con
fecha 20 de julio de 1882, José Martí entregó al general de brigada de la contienda
independentista del 68, Flor Crombet, sendas cartas. Este respetado patriota
santiaguero, en quién el Apóstol confiaba como en sí mismo, debía hacerlas llegar a las manos de los
grandes jefes mambises Máximo Gómez y Antonio Maceo.
Crombet partió de Nueva York con la misión de aunar esfuerzos a favor de
la gesta libertaria, y Martí quería poner al tanto a Gómez y a Maceo, pilares
de la revolución, de lo que hasta esos momentos se venía realizado en la
organización de la guerra que se fraguaba desde allí, a favor de la
emancipación de Cuba.
Tales misivas, que habían sido escritas por el propio Martí, invitaban
respetuosamente a los reconocidos oficiales de la Guerra de los Diez Años a
emitir sus juicios sobre la etapa redentora en cierne, pero también los
incitaban a sumar sus voluntades.
Los
primeros años de la década de 1880 fueron para el Héroe Nacional de fecunda
labor. La formación del Comité Revolucionario en la urbe norteña, un viaje a
Venezuela, su vocación literaria liberada a través de sus versos, de artículos
periodísticos y traducciones para la Casa Appleton, eran actividades que
combinaba con la evaluación y juicios sobre las causas del fracaso de la
contienda anterior.
La
falta de unidad y las vacilaciones ante la política pacificadora de España, que
llevó a la firma del Pacto del Zanjón poniendo fin a la guerra; el caudillismo
y regionalismo como males que se expresaban a través de las conductas errada de
algunos jefes, unido a la falta de ayuda desde el exterior, fueron consideradas
por Martí calamidades irrepetibles en la futura confrontación.
Empero, rehacer las fuerzas revolucionarias, mover en Cuba de modo
unánime y seguro los ánimos de lucha y prepararlos desde el exterior con la
participación activa de todas las fuerzas y hombres de conducta juiciosa, eran
en su sentir reflexivo, los deseos que deberían movilizar a los cubanos
patriotas para enfrentar con éxito a la metrópoli peninsular.
A
Gómez y a Maceo les hizo saber, a través de aquellas cartas escritas con apremio
pero sin omisiones, que sobre Cuba gravitaban peligros caracterizados por la
conducta de hombres incapaces de sacrificar su bienestar personal combatiendo a
España, y otros que, sin exponerse
buscaban asociar la isla a Estados Unidos.
En
el mensaje dirigido a Gómez calificó a
los partidarios anexionistas como irresolutos, apegados a las riquezas y
tentados a halagar una falsa conciencia patriótica. En el enviado a Maceo habló de los rencores
que suscitaban la discriminación por el color de la piel, y llamó verdaderos
criminales a quienes promovían el odio entre razas, como definió la segregación
del negro.
La
premura con que redactó las líneas que hizo llegar a Maceo, no le permitió a
Martí desarrollar, en esa ocasión con mayor profundidad, su visión de la
problemática social del negro en Cuba; no obstante, depositó toda su confianza
en los principios, prudencia y generosidad del general mulato, quien había
sentido en carne propia la amarga experiencia de la discriminación.
Fue
Martí un hombre que apreció la firmeza de carácter, la honradez, y aborreció la
palabra que no iba acompañada de los actos; dio muchas veces lecciones de
concordia y de discreción, por eso, en uno de los párrafos de la
correspondencia con Gómez, fechado aquel mismo 20 de julio de 1882, le expuso:
"Por mi parte, General, he rechazado toda excitación a renovar
aquellas perniciosas camarillas de grupo de las guerras pasadas …aspiro a que
formando un cuerpo visible y apretado aparezcan unidas por un mismo deseo grave
y juicioso de dar a Cuba libertad verdadera y durable, todos aquellos hombres
abnegados y fuertes…"
Y en
efecto, el Maestro no se equivocaba en el llamado, la causa libertaria que
comenzaría y recababa de la unión de todos los cubanos, necesitaba de Gómez, el
que supo ser grande en la guerra y digno en la paz; y de Maceo, el soldado más
bravo y el cubano más tenaz. Así los reconocía y asumía José Martí: Cuba
depositaba en ellos toda su fe.
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