jueves, 24 de julio de 2014

Las huellas del Moncada en Marta Lazo



   Yudaisis Moreno Benítez
    El asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de julio de 1953 pasó a la historia de Cuba como la acción heroica que trazó el camino hacia la plena libertad e independencia de la Isla.
   De la joven provincia de Artemisa, la cual en este 2014 es sede del acto central por la efeméride que marca el Día de la Rebeldía Nacional,  41 jóvenes participaron en aquella gesta; similar número de  familias que, como los bisoños, vivieron instantes inolvidables, y muchas de ellas quedaron marcadas por el luto eterno.
   A más de seis décadas del hecho, Marta Lazo, una común mujer artemiseña, combatiente ahora jubilada del Ministerio del Interior, testimonia las huellas dejadas en ella por la valerosa proeza, pues la distingue ser hermana del moncadista Mario Lazo, fallecido el cinco de noviembre de 2008.
   “Mi hermano tenía 30 años, y aportaba mucho en el sostén familiar. Nunca imaginamos que estaba ligado a esas actividades, aunque sí salía muy frecuentemente con los demás amigos del barrio de la Matilde, entre ellos Rosendo Menéndez, Tomás Álvarez Breto, Ramón Pez Ferro y Ramiro Valdés.
   “Recuerdo que casi todos los domingos decían que iban a pescar, pero regresaban sin pescados y muy sucios. Al parecer, eran las prácticas de tiro y otros preparativos que realizaban comandados por Fidel Castro en fincas aledañas al municipio.
   “El 24 de julio, cuando partieron del andén Ruta 35 de Artemisa hacia La Habana, para continuar viaje a Santiago de Cuba, más o menos a las cuatro de la tarde, fueron a buscarlo unos amigos. Antes de irse justificó su salida de casa y le dio a nuestra madre cinco pesos para los días en que él no iba a estar.
   “En horas de la mañana del propio 26 de Julio la radio informaba que un grupo de revoltosos había asaltado al cuartel Moncada, y entonces nos dimos cuenta de la ausencia de muchos jóvenes de por acá, y así comenzamos a atar cabos entre las familias que empezamos a desesperarnos.
   “Pasaron semanas, días terribles... fue entonces cuando escuchamos noticias más exactas: apelativos de los caídos en la acción; se enlutaban familias cubanas, en particular, hogares artemiseños, pero mi hermano no aparecía. Era mucha la incertidumbre.
   “No había consuelo -prosigue Marta- hasta que el padre de Ramiro Valdés fue hasta Santiago de Cuba, con la lista de los nombres de los muchachos ausentes; mes y medio después, supimos que estaba vivo, y nada más.
   “Cuando pudo, como cuatro meses más tarde, nos envió de puño y letra una sencilla nota, con palabras de esperanza y aliento, en especial para mi mamá, quien no dejaba de llorar. Una familia de Santiago lo acogió y así logró sobrevivir.
   “Tras el triunfo de la Revolución, siempre se mantuvo activo, trabajando en el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Le motivaba escribir acerca de las interioridades del hecho, de los asaltantes.
   “Fue de los que impulsó la construcción del Mausoleo a los Mártires de Artemisa, donde reposan los restos de los asaltantes. En la sala subterránea, los caídos el propio 26 de Julio o en días posteriores antes del Primero de Enero del '59 y en los nichos de afuera, los que vivieron la Revolución cubana.
   “Y Mario los acompaña desde el 20 de julio 2013, al conmemorarse el aniversario 60 de la  gesta . Es doloroso, más deviene un singular orgullo decir que del Consejo Popular de donde salieron un día en busca de la libertad, ahora regresan todos los moncadistas artemiseños, de nuevo unidos y convertidos en héroes.
   “Hace poco, se publicó un libro que él dejó terminado: "Ciro Redondo, capitán de pueblo", ese era uno de sus amigos inolvidables del barrio y un excelente combatiente,  que por su trayectoria es el patriota insigne de la joven provincia.
   "Ahora que somos sede del 26 de Julio -concluye Marta- nos queda trabajar más duro para seguir cumpliendo sus sueños y dedicar este reconocimiento a los caídos en la acción y al resto de los participantes que siguen construyendo la obra más justa del mundo.
   “Multiplicar su ejemplo es nuestra mayor impronta, para que las huellas de dolor y sangre del Moncada se conviertan cada vez más en nuevas victorias, sobre todo, porque cada día hacemos nuestra aquella idea de Fidel: ‘Mis compañeros no están ni olvidados, ni muertos, viven hoy más que nunca”.

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