miércoles, 2 de julio de 2014

Los dos Che de Cuba: Ernesto Guevara y Alberto Granado

 
Wilkie Delgado Correa

 “Desde ahora  no consideraría  mi muerte una frustración apenas;  sólo  llevaré a la tumba la  pesadumbre de un canto  inconcluso.”

De Che Guevara, del hijo natural de Argentina  se  puede decir que  desde fecha bien temprana, con apenas 24 años,  se propuso recorrer  y conocer,  junto  a un amigo compatriota de 30 años,  la realidad de América Latina, en 1952, en una motocicleta, y es hoy en día el más universal de los argentinos; del hijo de nacimiento de Cuba, declarado  así por ley legítima dados sus méritos  y  contribución  a la historia  gloriosa de este país, se puede expresar que fue el segundo extranjero que alcanzó tal reconocimiento extraordinario y que esta patria y sus virtudes personales lo proyectaron como un  paradigma hacia América Latina y el  mundo, pues nada de lo que  hizo a  partir de la salida expedicionaria hacia Cuba en el yate Granma, impulsado por las olas y  las alas de la  Revolución Cubana, dejó de estar desde entonces, íntima e indisolublemente, ligado a esta patria de sus realizaciones y sueños revolucionarios.
Hoy el Che Guevara, a 44 años de su desaparición física en tierras bolivianas, sigue siendo la encarnación de la rebeldía y la consecuencia revolucionaria, y su figura no se ha desdibujado ni su  ejemplo ha perdido el mensaje de aliento como renovador de las ideas políticas contemporáneas.
Aun las masas populares  de cualquier pueblo del mundo,  en festejos, protestas  o insurrecciones, ondean su figura como bandera entrañable y  esperanzadora  ligada  a un  futuro cierto y alcanzable a  través de la lucha, pues como afirmara en  su  carta de despedida a  Fidel, “en  una revolución se triunfa o se muere,  si es verdadera.” En una revolución verdadera,  la boliviana,  que soñara  que tendría carácter continental, murió Che Guevara en 1967, para  alcanzar al paso  del tiempo un  triunfo contundente  y trascendente como  el  de pocos revolucionarios  caídos  en la flor de la vida. Los procesos en marcha en el mundo  latinoamericano  son de cierta manera hechura de de su batallar, de sus sueños liberadores  y  de las ideas que iluminaron el pasado reciente, y resplandecen en el  presente y el futuro de los países de la América de los cuales se declaró  orgulloso hijo de cualquiera uno de ellos.
Del Che Granado, hijo natural también de  Argentina, se sabe  que  fue el compañero de Che Guevara  en aquel periplo y en la especie de descubrimiento que ambos jóvenes se propusieron  realizar para  dar riendas sueltas a una aventura de sueños y, de paso, sentir el latido del corazón sufriente de nuestra América.  
Poco tiempo después del triunfo  de  la  Revolución llega a Cuba el Che  Alberto  Granado, en 1960,  para  el reencuentro con el  Che  Guevara  con la  intención de incorporarse a la construcción de  la  nueva  sociedad, como hicieron otros muchos latinoamericanos guiados  por nobles ideales. En 1961 pasa a vivir definitivamente en Cuba. Fue así que integra el pequeño grupo  de profesores  enviados desde La Habana para fundar  la  Escuela de  Medicina en 1962 y la Escuela de Estomatología en 1963 en la  Universidad  de Oriente, situada en Santiago de Cuba.
Además de su  desempeño  como profesor de Bioquímica, era  parte del pequeño  núcleo de dirección que  enrumbaba a la institución naciente, y ya a  inicios de  1964  se encargaba  de la coordinación de los  estudios  de los estudiantes de la carrera de Estomatología. Ambas Escuelas, integrantes de la Facultad de Ciencias Médicas  de la Universidad de Oriente, deben mucho  de su desarrollo en esos primeros años a  la  labor fecunda  del  profesor Granado -mi profesor- y  al pequeño grupo de docentes cubanos que abrieron las puertas de las ciencias a decenas y cientos de estudiantes surgidos del  seno  de las  clases pobres del pueblo cubano. Como también le debieron sus aportes otras instituciones académicas y científicas de La Habana, donde radicó a partir de 1967.
Por su contribución valiosa a la actual Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba en sus primeros años de fundación, 41 años después, en el año 2010, ésta le concedió la categoría honorífica de Profesor de Mérito, que recibió junto con el aprecio y el cariño de su claustro, y en especial de sus compañeros profesores y alumnos de entonces.
Ahora que se ha producido la muerte del otro Che,  Alberto Granado, a la longeva edad de 88 años, vinculado durante cincuenta años a la Revolución Cubana, desde las filas de su dedicación docente  y científica, y también  desde  la de su  integración  revolucionaria,  se debe recalcar que su vínculo con el Che Guevara y su quehacer  por divulgar las  ideas y la obra de su  amigo  entrañable, le  dio relevancia a su voz y su figura en nuestra América  y  otras partes del mundo.  Y se cumplió aquella sentencia que a modo de dedicatoria en un libro, le escribiera el Che Guevara antes de partir a otras tierras: “te espero gitano sedentario, cuando el olor a pólvora amaine.”                          
Ante la muerte del  Che Granado,  sólo podemos concluir con las frases referidas por el Che Guevara acerca de su propia muerte: “Desde ahora  no consideraría  mi muerte una frustración apenas;  sólo  llevaré a la tumba la  pesadumbre de un canto  inconcluso.” 

Nota: Este trabajo, que tuve el placer de reproducir en mi página, fue escrito el 8 de marzo del 2011.

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