viernes, 29 de agosto de 2014

La nostalgia, el aquí y el ahora... ¿Cómo ser o no ser?



Marta Gómez Ferrals
    Se ha puesto en boga en la red de redes e incluso en otros medios de comunicación, cierta terapia de bienestar humano que aconseja a ultranza “vivir aquí y ahora”, pues el pasado ya se fue y es inmodificable y el futuro todavía no ha llegado.
    Una teoría muy seductora en tanto haga énfasis  en los beneficios de no dejar para luego el afán de empezar a sentirnos felices desde ahora, con lo que somos y tenemos.  
   También, cuando realza lo saludable de ser positivos, flexibles, de mente abierta y  capaces de detenernos a ver, admirar y disfrutar todo lo bueno que nos rodea en forma de bellezas físicas y espirituales del género humano y de la naturaleza, y en cuanto a sentimientos y valores.
   Algo casi siempre invisible y no valorado en nuestra loca carrera, o en nuestros pasos seguros, hacia el éxito o la realización personal.  Cierto es,  todo ello tiene un nexo fuerte con la praxis cotidiana del presente.
   Tal concepto filosófico no es tan actual como algunos creen. Es antiquísimo y tiene sus raíces en idearios tan sabios como el budismo, por ejemplo, y en otros en general, más ricos y profundos en enseñanzas, revelaciones y argumentos, que lo apreciado en el enfoque reductor del tema dado por algunos gurús de hoy día.
  Nada bueno es sacar de contexto algunos conceptos y lanzarlos al aire de manera definitiva, radical y algunas veces simplista. Esto podría traer confusiones y desorientación.
  Porque en el pasado al que se llama no tener en cuenta están también las raíces, los ancestros venerables, la cultura y la historia. Y amar y recordar quiénes somos y de dónde venimos es también indispensable para ser venturosos, además de componente esencial de la condición humana, tal y como la conocemos.
   Lo mismo ocurre con el futuro, hacia el cual el Homo sapiens siempre se ha proyectado en forma de metas, proyectos, luchas y sueños. ¿Acaso se podría vivir sin ellos?
   Más atinado sería no repetir tanta frase hecha y aconsejar maneras de llegar al equilibro, al discernimiento necesarios para manejar los componentes espacio-temporales de nuestra vida. Y en esto el asunto es más complejo que unilateral.
   De todas formas, al parecer nadie duda a estas alturas que en el ejercicio de la existencia el presente es fundamental. Se canta en muchas melodías de moda y se dice en alguna poesía. Lo cual no deja de tener sus hilos  enlazantes con el hedonismo que promovido hoy por agencias publicitarias, pero también y, por suerte, con algo mejor, la sana alegría de vivir.
   Sin embargo, un estudio científico revelado hace poco tiempo sugiere que la nostalgia podría ser beneficiosa a la salud.
Y  concluye que tal vez “la nostalgia, esa dulce añoranza por  eventos, lugares o personas del pasado, podría tener una función más allá de la sentimentalidad.
  El psicólogo Constantine Sedikides encabezó la investigación que retadoramente sugiera que ese sentimiento tal vez sea un recurso al cual el ser humano recurre para avanzar con mayor seguridad y con menos miedos hacia metas definidas.
  No tenemos intenciones de describir las características de ese escrutinio, por lo demás divulgadas ya por otros medios. Solo algunos datos, para ilustrar que hay diferentes ópticas sobre cómo lograr un mayor bienestar.
  Después de varias encuestas con los participantes,  los investigadores constaron que solo aquellas personas asumidas como no nostálgicos, experimentaban un aumento del sentimiento de falta de sentido en la vida, cuando se les preguntaba sobre el tema de la propia muerte.
 Aquellos que aceptaron sentir a menudo sentimientos de añoranza,  no describieron sufrir con frecuencia pensamientos negativos sobre su mortalidad y consideraban que la vida tenía un sentido. Tampoco los preocupaban las angustias de la soledad.
  Los científicos de esta pequeña historia real no observaron junto a la aparición recurrente de la nostalgia una tendencia a la depresión o señal de debilidad, la llamaron entonces “recurso para dar significado", una parte vital de la salud mental.
  De este modo sería como un resorte de emociones positivas  en la memoria, que cualquiera puede manipular de manera consciente y si lo prefiere recurrente. ”Y esos profundos sentimientos sobre el pasado ayudan a afrontar mejor el futuro”, afirmó uno de los científicos.    

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