martes, 17 de febrero de 2015

Tierra de épica y gente llana


 

Aída Quintero Dip
   Cuna y fragua de la gesta libertadora, Santiago de Cuba enalteció su gloria en el contexto del aniversario 25 del triunfo de la Revolución, en 1984, con el Título Honorífico de Héroe de la República de Cuba y la Orden Antonio Maceo, otorgadas  por el Consejo de Estado a propuesta del Comandante en Jefe Fidel Castro.
   La más alta condecoración de la Patria, conferida a esta tierra indómita, “donde no hay una piedra  que no haya sido pedestal de un héroe”, pertenece por extensión a Cuba, porque  Santiago refleja las virtudes, valentía,  raíces  patrióticas y proezas de todo el pueblo.
   Merecido ese reconocimiento que obedece a sus extraordinarios méritos históricos y  por su decisiva contribución a la definitiva independencia del país, la que antes fue bautizada como Cuna de la Revolución, un calificativo que resalta que por allí nació la epopeya.
  En cada episodio de las centenarias luchas libradas por la soberanía plena de la Patria han estado los santiagueros y su rebelde ciudad, escenario en 1898 de la batalla final, con la cual el Ejército Libertador propició la derrota del poder español en la Isla.
  En Santiago de Cuba nacieron y se forjaron hombres de la talla de los Maceo, Guillermón Moncada y más de 30 generales de la Guerra de Independencia, quienes legaron firmeza y estoicismo en la batalla por la dignidad y decoro nacionales.
  Fue también cuna y forja del inolvidable Frank País, combatiente de acrisoladas virtudes  y símbolo de los ideales más puros de la juventud de su época, junto a Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada, y una legión de héroes venerados.
  En esta ciudad se escuchó el llamado a reiniciar la lucha, comenzada en Yara, con el sonar de los fusiles que el 26 de julio de 1953 dispararon contra el Cuartel Moncada para que el Maestro y Autor Intelectual del asalto, José Martí, no muriera en el año de su centenario.
  Andar por sus calles es transitar las mismas que conocieron a Abel Santamaría, segundo jefe del ataque a la otrora fortaleza militar, hoy convertida en museo y hermosa Ciudad Escolar; es rememorar a Boris Luis Santa Coloma, José Luis Tassende, Mario Muñoz y tantos valiosos jóvenes inmolados.
  En Santiago de Cuba se vistieron por primera vez  del glorioso uniforme verde olivo los combatientes del levantamiento armado,  el 30 de noviembre de 1956, en apoyo al desembarco del yate Granma, ocasión en que las casas  se trocaron en bastiones contra la dictadura batistiana.
   Las palabras que mejor definen la solidaridad con los intrépidos revolucionarios las escribe el propio Frank, organizador y alma de esa acción: “Era hermoso el espectáculo de un pueblo cooperando con toda valentía  en los momentos más difíciles de la lucha”.
  Sitio venerado en la ciudad lo constituye el Cementerio Santa Ifigenia, Monumento Nacional, que atesora los restos del Héroe Nacional José Martí, de veteranos de la guerra independentista, mártires del Moncada, de la clandestinidad y de toda la etapa de lucha insurreccional e internacionalistas.
  Es que Santiago de Cuba, donde es difícil descubrir una calle por la cual no haya pasado un héroe, es una ciudad épica en el devenir histórico de la Patria.
  La historia ya escribió su nombre en el corazón de la tierra. Cantarle es poco, lo que hace falta es quererla siempre y entregarle el sudor y la sangre cuando haga falta.
  Porque Santiago no es solo museos y gloriosa historia. Sushijos se mueven al compás del trabajo y la creación; sus puertas siempre abiertas a la guitarra y sus casas nunca se cerraron para dar abrigo a los jóvenes perseguidos por sus acciones insurrectas.
  Motivos para venerarla y para que alrededor de ella se haya tejido una leyenda, al ejercer cierto hechizo  entre nativos y visitantes, por la hospitalidad e idiosincrasia de su gente llana y sincera, que le regala siempre  amor eterno e incondicional a su ciudad.
  Abundan testimonio de obra e historia como las famosas Crónicas a Santiago de Cuba,  de la autoría de EmiloBcardí, su primer alcalde, que en una de sus más conocidas valoraciones la calificó de muy noble y leal.
  Aprieta también el pecho esa célebre frase de rebelde ayer, hospitalaria hoy y heroica siempre, que la simboliza para todos los tiempos ante los ojos de Cuba y del mundo. Cada uno de los nacidos en esta tierra lo asume como un elogio a su persona.
  Habría que rememorar anécdotas de Haydée, Vilma, Celia, Frank, y de otros luchadores que tuvieron una alta estima de los sentimientos solidarios de los santiagueros en los días difíciles de la lucha, cuando como en una contraseña por la vida la ciudad entera los protegía de los esbirros.
  Gloria Cuadras de la Cruz, una auténtica santiaguera y  revolucionaria a toda prueba, siempre decía  que ella quería tanto a Santiago, que nunca temía  dar la vida en las riesgosas misiones asumidas, pues ese amor estaba por encima de todo y le acrecentaba las fuerzas.
  Ese sentido de la solidaridad nació de la necesidad de ser útil a los demás;  no es una imposición ni una carga, es un don manifiesto que cada santiaguero lleva con orgullo descubierto.
  Un ser jaranero y jovial, de espíritu emprendedor, alegre hasta en tiempos de adversidad, con el chiste a flor de piel para hacer de la vida un acontecimiento placentero y feliz, colaborador sin otra cosa a cambio que no sea la felicidad de servir: así es el santiaguero de pura cepa.
 

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