viernes, 4 de septiembre de 2015

No te perdono que te hayas ido




Aída Quintero Dip
Desde el domingo 30 de agosto cuando Olguita me dio la terrible noticia de tu muerte, quiero escribir de ti, Jose,  y no he podido, no me salen las palabras, no logro expresar la nobleza de los sentimientos que siempre me unieron a ti, no sé qué vocablo utilizar para no herir  la sencillez y naturalidad con que enfrentaste la vida.
Te recordaré siempre jovial, derrochando alegría por los cuatro costados, dispuesto a asumir los retos, a resolver cualquier asunto de tus colegas por muy difíciles que fueran, a dar ánimo, a hacer de la vida un acontecimiento placentero y feliz.
Siempre nos unió el hecho de ser formados profesionalmente en esa escuela, nuestra otra universidad: la AIN; dondequiera que estábamos éramos la gente de la AIN y nos identificábamos enseguida y nos daba orgullo. Así fue en el periódico Sierra Maestra, cuando coincidimos por varios años en el trabajo, tú en Información, yo en la Redacción, con Olguita y Clavel, un equipo inolvidable, con sus defectos y virtudes, pero que se ganó mis respetos y me enseñó mucho.
Martí dijo que todo el que sirvió es sagrado. Y yo medito ahora, ante el vacío que nos deja tu ausencia, porque ciertamente unos dan más, otros menos, otros sencillamente dan. Tú clasifica entre los que mucho dieron en esos escasos 38 años  que te dio la vida.
Perdurarás, Jose Ángel Álvarez Cruz, porque fuiste un periodista con tu sello y tu impronta, te distinguiste por el ejercicio  sagaz, original, comprometido, objetivo y otros colegas aprendieron de ti;  tuviste una hija, Kisbel que seguramente será tu mejor obra; de alguna manera escribiste un libro, ese que regaló el gremio a los 500 años de la otrora villa de Santiago de Cuba, la ciudad que amaste y te conquistó, y donde hay dos crónicas tuyas;  y sembraste un árbol que ramificó afectos por doquier, alegría con tu jovialidad tan peculiar, tus chistes y travesuras, tu manera de fastidiar sin herir, sin ofender.
Amaste la vida y la disfrutaste al tope, a tu forma, como querías, no tuviste trabas, y supiste buscar la virtud que cada cual lleva dentro, lo bueno y útil ante lo adverso, pero te fuiste tan rápido, tan inesperadamente, cuando podías dar tanto todavía, que duele.
Ahora te perdono todo, menos que te hayas ido.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario