Miguel Maury Guerrero
Soñar es algo muy
hermoso. Especialmente porque cuando lo hacemos, todos evocamos situaciones,
personas o hechos agradables. Cuando en el sueño prima lo negativo le decimos
pesadilla.
Soñar dormido es
siempre un hecho involuntario, dependiente de nuestros sentidos, que entran en
una suerte de vigilia, pero hacerlo despierto es propio de quienes gozan de un
intenso mundo interior, personas con gran imaginación, los románticos.
Cuando esa práctica
alcanza a todo un colectivo y especialmente acerca de una meta muy deseada, el
hecho es propio de personas de gran estatura moral, política y ética; los
revolucionarios.
No por mero azar en
cierta ocasión el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, aseguró que
sin un poco de sueños, no habría revolucionarios.
Esa capacidad de
soñar en colectivo fue el llamado que durante el recién concluido Décimo
Coloquio Internacional por la Libertad
de Los Cinco, realizó a todos, de forma conmovedora, en el Palacio de
Convenciones, Ailín Labañino, hija mayor de Ramón.
Quiero imaginarme a
mi padre, junto a mis otros cuatro tíos Gerardo Hernández, Antonio Guerrero,
Fernando González y René González, aquí con nosotros, ya libres y sonrientes,
agradeciéndoles su solidaridad, evocó Ailín y el milagro se produjo en la mente
de alrededor de 300 personas presentes en el Palacio de Convenciones.
El sueño se hizo
más tangible cuando recordó que a su acto de graduación, como ingeniera
informática, en el cual había prometido estar presente su padre, le llegó una
carta en la que él mismo le afirmaba: “tal y como te prometí, aquí estoy”.
Entonces me sentí
feliz como ahora en este evento donde les puedo decir que mi padre está aquí
como también mis cuatro tíos, es decir, Los Cinco, dijo.
La convocatoria al
sueño ya no fue necesaria y sólo resultó reforzada cuando Fernando González,
uno de los antiterroristas ya excarcelado, al clausurar el evento, evocó un
venidero coloquio “en el cual estén nuestros tres hermanos aún presos Gerardo,
Ramón y Antonio; en el que estemos Los Cinco no para trazar estrategias de
lucha por la liberación de ellos, sino sólo para agradecerles a ustedes su
solidaridad”.
Soñar tan siquiera
que Antonio saldrá de prisión mucho antes de que expiren los tres años de
encierro que le restan y su anciana madre Mirta le abrace, que Ramón saldrá de
inmediato y no en el 2024, dentro de otros 14 años y que Gerardo no tendrá que
morir en prisión, una posibilidad que ahora pende sobre él, resulta
sencillamente magnífico.
A éste, el
irraciocinio del sistema legal norteamericano, le impuso extinguir dos vidas en
la cárcel y por consiguiente morir dos veces, sólo para que luego, acaso su
espectro, pase otros 15 años tras las rejas.
Ante tales
realidades, no queda otra cosa que soñar en que todo será muy diferente y que
la razón y la justicia se impondrán para que cinco familias y con ellas un
pueblo entero, sean felices con sus héroes en casa.
Tal fue el sueño de
todo un amplio colectivo formado por personas de todas las latitudes, en un
local del Palacio de Convenciones, todos revolucionarios y, por tanto, dotados
de la capacidad de soñar despiertos por una noble causa.
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