viernes, 26 de septiembre de 2014

Mejorar, desde la humildad de cada persona



Octavio Borges Pérez

 Cuando contemplar una naranja hace sonreír, suele ser una buena señal.
  Quiere decir que se pudiera estar en ese punto donde las simples bellezas cotidianas conmueven, o casi se comprende el porqué de la fugacidad de la vida y se concibe que un gesto de aparente sencillez puede desencadenar todo un proceso de armonía y mejoramiento.
  Porque en esta aldea global, a merced de las redes sociales, el ciberespacio y otros medios tecnológicos que hacen pulular tanta información, parecería que el mundo se está desmoronando a pedacitos, que es una bomba de tiempo a punto de estallar, y nada puede mejorarse o cambiarse..
  Al menos, eso conviene hacer creer a los generadores de corrientes de pensamiento hegemonistas, bastante publicitadas hoy día.
  Pero remitámonos a la sabiduría de la Madre Teresa de Calcuta, quien dijo en su hora que la paz comienza con una sonrisa y también: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota”.
  Bebamos de la sabiduría transmitida por legiones de hombres y mujeres humildes e iluminadores, en su brega con el mundo, con esa civilidad esencial que nos prepara para vivir en armonía con lo demás, reconocer y respetar lo diverso, y estar abiertos a las experiencias, formas de hacer y de explicarse el universo, de los otros.
  La maldad nunca lleva a nada bueno, es una forma corrompida de encarar la vida, un esfuerzo baldío, al que apelan quienes vienen del lado más oscuro de la condición humana.
  Eso, junto con la estolidez – carencia de razones y discursos-, la ignorancia, falta de solidaridad, tendencia fácil  a tomarlo todo por el lado más frívolo y no pensar por uno mismo, crean el caldo de cultivo para los mercaderes de las guerras, los falsos premio Nóbel de la Paz y los Mesías de pacotilla, que tratan de enrumbar a la humanidad a un callejón sin aparente salida.
  Por ello es bueno comenzar a mirarse por dentro desde la sencillez y elementalidad de la realidad más cercana, el entorno social y natural. Ello generará armonía y paz para la convivencia.
  Es bueno eso de conmoverse con la perfecta esfericidad de un fruto que quiere entrar en sazón o rechazar esas masacres planetarias impuestas por los poderoso, quienes quieren hacerlas pasar por inevitables.
  También, cuando se da la disposición a enrolarse en una campaña contra una epidemia letal en el otro confín del mundo.
   Pero se puede ser mejor ser humano al hacer algo más cotidiano y trivial, como echarnos al bolsillo ese papel arrugado hasta encontrar un cesto donde depositarlo, como contribución minúscula para que todo comience con una sonrisa.

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