lunes, 29 de septiembre de 2014

Con la melodía del alma


Leydis Tassé Magaña
Han pasado ya dos días de la memorable noche en que Frank Fernández tocó junto a la Sinfónica de Oriente en la Sala Dolores de Santiago de Cuba, y aún se escuchan en la calle, las frases de aprobación de un público complacido ante un espectáculo brillante. Y no es extraño, luego de poco más de dos horas con melodías nacionales y foráneas que parecieron situar al auditorio en una sala de conciertos de los siglos XVIII y XIX, o simplemente, en las nubes, porque quienes estaban sobre el púlpito, no se mostraban como músicos, sino como ángeles conducidos por otro ser superior: Guido López Gavilán.
Ese día la sala parecía más pequeña que nunca. Numerosas personas se resistían a abandonar el local por no disponer de un asiento. Así, con un brillo en los ojos, permanecieron durante toda la velada, levemente interrumpida por las varias ovaciones de pie ante tamaño talento. Quienes asistieron a “La Dolores” rieron ante el placer de la música y las jaranas del pianista. Otros, lloraron ante el “Ave María” dedicado a la madre que nunca lo vio tocar en público. 
Un Mozart, un Tchaikovski, y un Lecuona cobrabron vida tras el rápido movimiento de las teclas de un piano, en la cinética de los violines y cuanto instrumento se presentó. Frank se desdobló nuevamente, riendo, sudando y mostrando seriedad ante cada nota, simplemente, sintiendo la música. Tras cada pieza, unas breves palabras del pianista. De su voz vino el recuerdo para la Celia Sáncez heroína y también humana, para el Juan Almeida amigo, el “joven” músico santiaguero Enrique Bonne  allí presente, y para Santiago y su gente.
Han pasado dos días desde aquella noche, pasarán más, y se hablará de tal presentación. Esperanzador que con un Osmany García cantando a plaza abierta casi en el mismo horario en la ciudad, no pocos santiagueros hayan apostado por la música de concierto. Consolador que con la actuación del autor de “El Mekánico” o “El Chupi Chupi”, varios hayan elegido escuchar al compositor de “La Gran Rebelión” o “Tierra Brava”. Reconfortante tal decisión en estos tiempos en los que, parafraseando a Frank Fernández en una declaración tan aplaudida como su obra, lo que mejor se paga no es lo que más vale.  
Bravo para el maestro Guido, para la Orquesta Sinfónica de Oriente, y especialmente para el pianista, de quien merecidamente el Historiador de la Ciudad de La Habana Eusebio Leal sentenciara: “Es un artista de tal transparencia y fuerza mística que nos hace sentir anticipadamente que el alma se asoma a los límites del cuerpo”. Ciertamente, pudimos apreciarlo esa noche en Santiago, Fernández, más que por sus múltiples condecoraciones, su indiscutible trayectoria y el reconocimiento del público y la crítica de 38 países, es grande por derramar en el teclado, algo que no todos los músicos entregan: el corazón.  

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