Marcos Alfonso
Hace muchos años,
Gabriel García Márquez, su entrañable amigo, escribió un artículo que tituló:
“El Fidel Castro que yo conozco”, en el cual describió, como el periodista que
es, y con su prosa única, diversas y variadas facetas de la personalidad del
líder cubano. Aquí les va una:
“Cuando habla con
la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad y la franqueza
cruda de los afectos reales. Lo llaman: Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo
tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con un canal de trasmisión
inmediata por donde circula la verdad a borbotones. Es entonces que se descubre
al ser humano insólito, que el resplandor de su propia imagen no deja ver.
"Este es el
Fidel Castro que creo conocer: Un hombre de costumbres austeras e ilusiones
insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y
modales tenues, e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal”.
La cita no es
traída por los pelos. Guarda relación muy estrecha con el suceso que aconteció
durante treinta días en los salones del Memorial José Martí, en la Plaza de la
Revolución: la exposición Fidel es Fidel, que el pasado sábado cerró sus
puertas y, como en la inauguración y los días sucesivos, estuvo colmada de
público.
Esta idea del
realizador Roberto Chile, puso de relieve cómo el pueblo cubano, a pesar de
contratiempos a sortear, acompaña al Comandante de mil batallas con las ideas y
el coraje como escudo.
Si algo, a mi modo
de ver trascendió la muestra, fueron las expresiones de cariño, respeto y
admiración escritas en el Libro de Visitantes el cual le fue obsequiado. En las
páginas del volumen, cubanos de todas las edades no solo plasmaron su rúbrica,
sino hermosos mensajes a quien nunca ha dejado de estar entre ellos, por el
contrario, desde su nueva trinchera va de la mano del pueblo e interpreta su
sentir.
Me lo reafirma esta
observación del artículo del Gabo: “La esencia de su propio pensamiento podría
estar en la certidumbre de que hacer trabajo de masas es fundamentalmente
ocuparse de los individuos. Esto podría explicar su confianza absoluta en el
contacto directo”.
No es casual, aun
cuando está dedicado a otras tareas en el campo del pensamiento, cómo numerosos
visitantes, a su paso por Cuba, insistan en entrevistarse con él. Como todo
humano, yerra; tiene amigos y adversarios; quienes comparten o no sus ideas,
pero por sobre todas las cosas, unos y otros, lo respetan, porque conocen cómo
su pueblo, y millones de personas de otras latitudes, lo acompañan.
Este reencuentro
con el líder histórico de la Revolución Cubana, ha tocado fibras. No todo es
arte y poesía en las imágenes, también hay certezas. Alejadas del panfleto,
todas, de una manera u otra, han estremecido a quienes habitamos esta Isla.
Retomo a García
Márquez para culminar. “Una cosa se sabe con seguridad: esté donde esté, como
esté y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar”.
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