Aída Quintero Dip
"La Patria
lloró la pérdida de uno de sus más esforzados defensores; Cuba al más glorioso
de sus hijos y el Ejército al primero de sus generales". Así resumió el
Mayor General Máximo Gómez la tragedia que representó la muerte de Antonio Maceo, el siete de diciembre de 1896.
En un combate en
Punta Brava, San Pedro, cerca de la ciudad de La Habana, se segaba la vida de
un hombre de su estirpe y grandeza a los 51 años, y la fecha fue escogida años
después para honrar a todos los patriotas de la independencia de la nación.
El cubano que llegó
a ser Mayor General del Ejército Libertador, un artífice en el empleo de la
táctica militar, combatiente de notoriedad y jefe de gran prestigio, había nacido el 14 de junio de
1845 en un humilde hogar de la ciudad de Santiago de Cuba, donde se le
considera un insigne hijo.
A la altura de
famosos guerreros del mundo está hoy Antonio Maceo, pues sobresalió en acciones
como la Campaña de la Invasión a
Occidente, en la Guerra de Independencia de 1895 a 1898 y se calcula que intervino en más de 800
acciones bélicas, con unas 26 cicatrices en su cuerpo cual trofeos de guerra.
Mientras otros
comenzaron siendo generales como caudillos de la conspiración independentista
de 1868, el joven mulato ascendió a fuerza de coraje. Era sargento en el primer
combate en Ti Arriba, luego fue capitán abanderado, comandante el 16 de enero
de 1869 y 10 días más tarde, fue nombrado teniente coronel.
Durante la Guerra
del 95 dirigió 119 combates, en poco más de año y medio, cuando fue el brazo
derecho de su gran maestro, Máximo Gómez.
En la historia de
Cuba se le conoce como el Titán de Bronce, no solo para acentuar el color de su
piel, sino también por el arrojo frente al enemigo, y su talla de hombre
integral, quien elevó su celebridad en febrero de 1878 cuando dio respuesta
categórica a quienes gestaban el Pacto del Zanjón, al librar los victoriosos
enfrentamientos de Llanada de Juan Mulato y San Ulpiano.
El 15 de marzo de
1878 se entrevistó con el general español
Arsenio Martínez Campos, para protagonizar la viril Protesta de Baraguá,
un hecho que colocó en lo más alto la dignidad y decoro nacionales. Su estatura
política y moral trasciende en el acontecimiento del cual José Martí expresó:
“…es de lo más glorioso de nuestra historia”.
Carlos Manuel de
Céspedes lo hizo coronel el 22 de marzo de 1872, a pesar del recelo de algunos
jefes con posiciones racistas contra quien siempre repudió cualquier opinión
sectaria, como el regionalismo, las divisiones en las filas mambisas o las
manifestaciones racistas.
La valoración de
Mariano Corona es categórica: “Fue Maceo, indudablemente, un hombre
extraordinario. Su compleja personalidad ha pasado inadvertida para todos
aquellos que, deslumbrados única y exclusivamente por su genio guerrero, no
pudieron observarlo desde otros puntos de vista…Hombre de superior
inteligencia, de un poder de asimilación inconcebible, de cultura varia…”.
Ante la
interrogante de las virtudes más prominentes del Héroe, muchos coincidirían en
destacar su aspecto guerrero, ya que su hoja de servicio resulta impresionante
en tal sentido, con ejemplos de su gran arrojo en acciones tan asombrosas como
el rescate de su hermano José de las trincheras españolas, en el cafetal La
Indiana, en 1871.
Pero igual fue
brillante su profunda visión y acción política, que desde muy temprano en el
panorama nacional le hizo concebir la creación de un partido para organizar la
nueva guerra, gesta que le permitió no
solo unir hombres y proyectarlos hacia el sagrado objetivo de la lucha por la
independencia de Cuba, a la vez que captar utilísimo apoyo de políticos y
estadísticos americanos a favor de la causa.
Conmueve su raigal
generosidad, magnánimo hasta en medio de la crueldad de la guerra; bondadoso, esposo amante, hermano
extraordinario, amigo leal, buen hijo, un héroe civil que encarna las virtudes
de los cubanos como para que cada siete de diciembre, día de su muerte, se
recuerde a todos los caídos por una Patria libre.
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