Aída Quintero Dip
Hace un año que la
estrella roja de Héroe del Trabajo de la República de Cuba honra el pecho de
Rolando Beltrán Hurtado, quien desde la Campaña de Alfabetización, en 1961,
descubrió el amor por la tiza y se ha consagrado tanto a su profesión que la
vida se le ha hecho un perpetuo magisterio.
Quién mejor para
merecer tan alto estímulo que este discípulo de José de la Luz y Caballero que, como muchos otros de sus coterráneos, ha
convertido en realidad la profecía del insigne maestro del siglo XIX: “Enseñar
puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo”.
La estampa del
evangelio vivo es este hombre, para el cual el concepto de maestro es algo
mágico, que le sugiere, emociona y convida al compromiso y al trabajo sin
límites.
Campesino que labró
la tierra para vivir, recuerda que ayudaba a su papá en las faenas del campo en
Los Ramos Songo-La Maya, en la provincia de Santiago de Cuba, donde nació el
seis de octubre de 1946, pero aun así nunca dejó la escuela y a pesar del
cansancio iba todas las tardes a
estudiar.
A Beltrán le nació
el apego al magisterio bajo la influencia de muy buenos profesores que le dejaron huellas, al
revelarle el encanto de las primeras letras y los primeros números. “En la
memoria guardo nombres imprescindibles en mi formación como César Castellanos y
Liliam Pascual”.
La forja de las
nuevas generaciones le apasiona de tal forma que atesora 23 años de Vanguardia
Nacional, ostenta la Orden Lázaro Peña de II y III Grados, las medallas de
Proeza Laboral y por la Educación Cubana, y la Orden Frank País, entre otros
reconocimientos enaltecedores y ahora esta estrella que no cabe en su pecho.
Todo eso y más le
permite confesar: “Nada en mi vida tendría sentido sin la escuela, sin la
algarabía de más de mil niños y niñas que colman las aulas de saber y alegría.
El seminternado Abel Santamaría, de El
Caney, en Santiago de Cuba, que dirijo desde hace 41años es la mayor motivación
de mi existencia.
“Fui de los jóvenes
que respondimos a la convocatoria de la Revolución, en 1963, para hacerme
maestro, que como dijo José Martí es hacerse creador, y así pasé por Minas de
Frío, Topes de Collantes y Tarará, donde asimilé influencias de paradigmas en
la pedagogía como Rafael María de Mendive y Raúl Ferrer.
“Esos hombres
también han marcado mi actuación; merecí el Premio Raúl Ferrer, en 1998, por mi
trayectoria laboral en el sector, así como la distinción que honra al maestro
de Martí por mis años de servicios en un frente tan importante para el progreso
de la nación.
“No hay secretos,
sí consagración al trabajo, el amor con que asumo las tareas, el ejemplo
personal, cohesión de las organizaciones, respaldo de padres, madres y de la
comunidad y, sobre todo, contar con
buenos maestros y auxiliares”, expresa con felicidad en su rostro.
Su responsabilidad
en la dirección no le ha limitado impartir clases. De ello dan fe la condición
de Educador Ejemplar desde 1982 hasta hoy, cuando es máster en Ciencias de la
Educación, además de su asidua participación en eventos de pedagogía, en los
cuales ha expuesto experiencias de avanzada, aplicadas con resultados en su
centro.
Más que sus logros,
le estimulan los de su escuela, un modelo de la educación cubana, de
referencia, puntera en el cuidado de la propiedad social y fomento de parcelas
que complementan la formación integral del escolar, con un movimiento cultural
competitivo y promociones que superan los sueños.
Un hecho sui
géneris es el desarrollo por iniciativa propia del movimiento Seguidores de
Abel, que permite fomentar valores patrióticos y revolucionarios, y al cual
pueden aspirar todos los alumnos, pero merecerlo únicamente los más integrales
en el estudio y cumplimiento de las tareas pioneriles.
Abundan ejemplos de
la simiente de esta escuela como Migdalia Escudero, quien en el “Abel
Santamaría” concluyó con excelentes notas la Enseñanza Primaria y hace unos
pocos años regresó con nuevas alegrías y sueños: fue a defender allí su tesis
de Doctora en Ciencias Pedagógicas.
Como Migdalia hay
muchos profesionales que aportan en universidades, industrias, hospitales,
instituciones científicas, y no olvidan que allí adquirieron la primera luz de
las manos de muy buenos maestros sintetizados en la historia de Rolando Beltrán
Hurtado.
“Ese es el
más dulce premio a mi obra”, refiere este santiaguero que se siente más
comprometido por ser Héroe del Trabajo, condición que honrará como él sabe
hacerlo: en el pelotón de vanguardia con su inseparable seminternado, parte
gratificante de su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario