jueves, 1 de diciembre de 2016

Fidel, artífice en la unidad de la Revolución

 
Por Aída Quintero Dip

  Al valioso patrimonio que atesora Cuba en su larga contienda redentora, lo distinguieron siempre tres artífices que actuaban como un solo haz a la hora de asumir misiones y enfrentar  todas las batallas:
el pueblo, el Partido y Fidel.
   Con el honor como coraza marcharon cohesionados cumpliendo el mandato que significa andar en tiempos convulsos con la cabeza erguida, sin retroceder ni ceder ni vulnerar un solo principio ante amenazas y peligros.
 Así definían el espíritu inclaudicable de los hombres y mujeres de
esta pequeña Isla.
   El criterio del propio General de Ejército Raúl Castro de que el único sustituto de Fidel es el Partido, ratifica la esencia de una organización y de un hombre  identificado en la verticalidad de su actuación, con una  vida y una obra en las que fluyeron los intereses
supremos del pueblo.
   Una organización política que se ha ganado ese derecho por su prestigio,   autoridad, y ligazón con las masas, heredera del Partido Revolucionario Cubano, fundado en 1892 por José Martí para hacer la Guerra Necesaria, tras una labor monumental, juntando a los veteranos y a los pinos nuevos en pos de la independencia.
   Como reconoció su forjador y guía Fidel: “El Partido es hoy el alma de la Revolución”, y no pudo tener mejor simiente; se nutrió delPartido Socialista Popular, el Movimiento Revolucionario 26 de Julio y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo que decidieron disolverse por sí mismos y forjar una sola vanguardia.
   Honraban de esa manera las enseñanzas legadas por José Martí y
Vladimir Ilich Lenin.
   En un gesto que la historia registra por su altruismo y reflejo de un modo de actuación diferente, el excepcional revolucionario  Blas Roca Calderío, quien ocupó la alta responsabilidad de secretario general, puso en manos del Comandante en Jefe la roja bandera del destacamento forjado por Carlos Baliño y Julio Antonio Mella.
  Cuando Fidel dio a conocer oficialmente la aspiración de crear el Partido Unido de la Revolución Socialista, enfrentando  esa situación con valentía, sin divisiones, tras criticar y rectificar errores y tendencias;  se salvó la unidad de la Revolución  y la pureza del
proceso de formación del partido marxista-leninista.
   Con ese antecedente como baluarte nació el Partido Comunista de Cuba -cuya fecha de fundación  es el 16 de abril de 1961-, la más elevada conquista de la Revolución, su mejor fruto,  y garantía de la resistencia y continuidad histórica porque es carne y sangre del pueblo trabajador, con el cual comparte afanes y victorias.
  Su principal inspirador y guía no pudo ser otro que a quien hemos seguido y seguiremos desde sus días de rebeldía universitaria, del Moncada y La Historia me absolverá; de la prisión fecunda y la carta de México; del Granma, Cinco Palmas y  la Sierra Maestra; de la Crisis de Octubre y los días gloriosos de Playa Girón y de Angola.
  El cubano que en cada paso que dio se arraigó junto al pueblo, al que sirvió hasta el último aliento, a pesar de sus 90 años y la salud resquebrajada, lo que revela su grandeza de revolucionario excepcional.
  Su indeleble magisterio nos confirma que fue el mejor discípulo de José Martí, vital en la forja de las nuevas generaciones y de cuadros capaces de llevar adelante la experiencia cubana, marcada por una ética   de actuación  con elevadas pruebas  de lealtad ante los
principios e incorruptibilidad ante el poder.
  El secreto de lo que algunos han calificado como el milagro del sistema socialista cubano está en la unidad y la confianza mutua entre pueblo, Partido, y Fidel y Raúl y los principales dirigentes de la Revolución.
  Ese ha sido el escudo, la única fórmula que el enemigo no puede descifrar, pues desconoce la fortaleza de un pueblo cohesionado,  en defensa de una bandera y un ideal.
   Una verdad validada por el hecho de que el pueblo ha sido dirigido por un Partido de vanguardia, que con su ejemplo y acción ha merecido el respeto ante las masas; y en la certera conducción ejercida  por la dirección histórica  de la Revolución, liderada por Raúl y Fidel que, aunque ahora no estará físicamente, tendremos su ejemplar vida y obra como guía.

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